José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Redondo concibió la Moncloa como un remedo de la Casa Blanca y con López y Bolaños se vuelve a la lógica política y administrativa de nuestro sistema de gobierno
La Moncloa se ha hecho más pequeña tras la salida de Iván Redondo de la jefatura del Gabinete del presidente del Gobierno. El nuevo real decreto que establece la estructura orgánica que dirige ahora Óscar López ha suprimido expresamente los siguientes órganos:
- La Vicesecretaría general.
- El Departamento de Planificación y Seguimiento de la Actividad Gubernamental.
- La Unidad de Coordinación del Departamento de Planificación y Seguimiento de la Actividad Gubernamental.
- El Departamento de Asuntos Nacionales.
- La Unidad de Educación, Ciencia y Cultura del Departamento de Asuntos Nacionales.
- La Unidad de Igualdad y Políticas Sociales del Departamento de Asuntos Nacionales.
- La Unidad de Justicia e Interior del Departamento de Asuntos Nacionales.
- La Unidad de Transición Justa y Medio Rural del Departamento de Asuntos Nacionales.
- La Unidad de Transportes, Vivienda y Consumo del Departamento de Asuntos Nacionales.
- La Unidad de Coordinación del Departamento de Asuntos Nacionales.
- El Departamento de Asuntos Políticos.
- La Unidad de Coordinación del Departamento de Asuntos Políticos.
- La Unidad de Desarrollo del Departamento de Asuntos Políticos.
- La Unidad de Mensaje del Departamento de Asuntos Políticos.
- La Unidad de coordinación del Departamento de Análisis y Estudios.
- La Unidad de Comunicación con los ciudadanos del Departamento de Análisis y Estudios y
- El Departamento de información económica de la Secretaría de Estado de Comunicación.
El tajo a la superestructura que montó Iván Redondo ha sido quirúrgico porque disminuye las facultades de su sucesor en el seguimiento, la coordinación y planificación de la acción gubernamental que eran el meollo de aquellos poderes exorbitantes que crispaban a los ministros y tanto molestaban al PSOE de Ferraz y redimensiona un aparataje caro e ineficiente.
Pero López sigue disponiendo de competencias en una de las asignaturas pendientes de este Gobierno: la cohesión entre los distintos ministerios. Un asunto que le corresponde también, y especialmente, al Ministerio de la Presidencia del que es responsable Félix Bolaños que debe cumplir esa misión sin la categoría de vicepresidente que sí invistió a Carmen Calvo. La ventaja para ambos es que sus responsabilidades se complementan, pero ya no colisionan y los dos se engarzan administrativamente mejor con la secretaría de Estado de Comunicación para la que ha sido nombrado Francesc Vallés, encargado de que la ministra-portavoz supere rápidamente su indisimulado desconcierto sin caer en la desbordante verbosidad de su predecesora.
En un gobierno de coalición es importante proyectar su gestión de forma coordinada. En el gabinete anterior, naufragó la coherencia política y estratégica entre los discursos y mensajes disímiles de los ministros. Parecían pertenecer a equipos gubernamentales diferentes. Nunca fueron referentes de un proyecto común, compartido. De momento, no hay mejoría. Y ante el curso que viene, tanto López como Bolaños —sin olvidar a Vallés— tienen que reducir la pésima rutina de algunos ministros proclives de continuo a meterse en camisa de once varas.
- En el gabinete anterior, naufragó la coherencia política y estratégica entre los discursos y mensajes disímiles de los ministros
No se entiende por qué la titular de Justicia habla del coste de la electricidad sustituyendo arbitrariamente a la competente en la materia, o cuál es la razón por la que el de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones discursea sobre la fiscalidad autonómica, asunto que corresponde a su colega de Hacienda y Función Pública. Tampoco es de recibo que los ministros de la cuota morada manejen a su antojo las redes sociales o burlen la política de comunicación del Gobierno con videos alternativos a las referencias oficiales de los Consejos de Ministros. No es normal —o no debiera— que se venteen las discrepancias entre ministerios ni que afloren en los medios las filias y las fobias entre los titulares de carteras. O que un partido en el Gobierno amenace con movilizaciones en la calle. Moncloa (Bolaños, López y Vallés) tiene una responsabilidad cualificada en que este concierto desafinado de contradicciones, solapamientos e improvisaciones cese de una vez.
Los servicios del Ministerio de Presidencia tienen también la obligación de contrastar la calidad legislativa de los borradores normativos que les remiten los demás departamentos. La técnica de este Gobierno en la elaboración de proyectos de ley es manifiestamente mejorable y el abuso de los decretos leyes es escandaloso. Esta prepotencia gubernamental ha sido exorbitante en la pandemia. Ha respondido tanto a incompetencia como a la voluntad de Pedro Sánchez de eludir a un Congreso en el que sus socios venden muy cara su colaboración con el Gobierno. ¿Qué decir de la insuficiencia negociadora del Ejecutivo con sus aliados? La altanería gubernamental es una actitud constante. Moncloa tiene que ser el motor de la interlocución y hasta el momento no lo ha sido. Una interlocución que debería proyectarse también a la oposición rindiendo así la soberbia del presidente del Gobierno que esquiva cuanto puede la relación personalizada con el líder del PP.
Iván Redondo concibió el Gabinete del presidente como si Moncloa fuese un remedo de la Casa Blanca y él el ‘alter ego’ de Sánchez. Esa fórmula no funcionó. Bolaños se mantuvo a distancia de esa relación extraña entre el presidente y el jefe de su Gabinete porque atentaba a la lógica política del funcionamiento del sistema administrativo y político.
Iván Redondo concibió el Gabinete del presidente como si Moncloa fuese un remedo de la Casa Blanca y él el ‘alter ego’ de Sánchez
Óscar López es el reverso de su antecesor: discreto, experimentado, eficiente y con buenas relaciones con todos los niveles del PSOE. Parece esperable que tanto por el perfil de los nuevos responsables como por una mejor estructura orgánica y competencial, los servicios de la presidencia del Gobierno y el ministerio correspondiente, mejoren la calidad de la gobernanza y contribuyan a distender un ambiente de relación crispado y tenso entre partidos y grupos parlamentarios. En la coordinación del Gobierno, en la cohesión de su discurso, en la reducción de contradicciones y en la conformación de un proyecto conjunto entre PSOE y UP, se está jugando Sánchez sus expectativas que lejos de mejorar decaen lenta pero implacablemente. Por esa razón perpetró la razia del 11 de junio pasado en su anterior equipo y apostó por el actual de la Moncloa, desprendiéndose así de ínfulas y megalomanías de marchamo monclovita que, en ocasiones, bordearon el peor de los ridículos.