EL CORREO 16/04/15
TONIA ETXARRI
Llevaba tiempo queriendo provocar un encuentro con el Monarca. Por la vía indirecta, a través del sofá chester de un programa televisivo en donde dijo que le «había llegado» que la Reina quería conocerlo y que él estaría encantado de que se produjera una cita. Y por la directa: pidió a Felipe VI, hace poco más de un mes, ser recibido en audiencia.
El líder de Podemos lleva un tiempo, también, queriendo liberarse del lastre de la imagen demasiado intransigente y sectaria de su formación que asustaba a buena parte de los ciudadanos. Sobre todo después de que el globo de las elecciones andaluzas se le pinchó dejando a Podemos con 15 escaños, muchos menos de los que habían preconizado las encuestas y que ellos mismos se habían llegado a creer. Cuando se supo que Pablo Iglesias había aceptado la invitación del Rey para saludarlo en el Parlamento de Bruselas, su gesto fue valorado por buena parte de los analistas políticos como una actitud de cortesía y educación, a diferencia de otros representantes que, por definirse republicanos, prefirieron despreciar la oportunidad institucional.
Pero el gesto de Pablo Iglesias, más que guardar relación con el respeto a la Corona, dejó entrever su afán de notoriedad. Quiso salir en la foto con más relevancia y duración que los demás europarlamentarios y utilizó al Rey para su promoción particular. Le regaló la serie ‘Juego de tronos’, una ficción norteamericana en la que los habitantes de diferentes reinos medievales pelean por el poder y el control del Trono de Hierro. Con mucha violencia, a juicio de los que la han visto. Al Rey le dijo que esperaba que le gustase. Pero a los periodistas les mostraba su convicción de que la serie, en cuestión, seguramente le aportará al Monarca «algunas claves para entender la política española». En la actitud más adanista de las conocidas últimamente entre nuestros políticos, tan prepotentes algunos de ellos que se creen que antes de que llegaran ellos a la política no existía el mundo.
Quiere mandar. A toda costa. Y con el Rey tuvo su minuto de gloria, eclipsando a los europarlamentarios nacionalistas y de izquierdas que esperaban que su negativa a saludar al Felipe VI diera que hablar. Y pasaron desapercibidos.