La narrativa histórica de Piketty se viene abajo

Juan Ramón Rallo-El Confidencial

  • ¿A qué se debió la reducción de la desigualdad posterior a la Primera Guerra Mundial? Al ascenso de la clase media patrimonial

Uno de los mensajes centrales de la popularizada obra de Thomas Piketty es que las economías capitalistas generan dinámicas desigualitarias que se autoalimentan: la acumulación de capital a una tasa de rentabilidad estable conduce a que el peso del stock de capital en relación con el PIB vaya aumentando, de manera que un porcentaje crecientemente expansivo del PIB va a parar a las manos de una minoría de capitalistas y ello les permite ahorrar y acumular cada vez más capital. 

La teoría de Piketty tenía varios fallos teóricos considerables (por ejemplo, presuponer una tasa de rendimiento del capital constante, lo que implicaba que la elasticidad de sustitución entre trabajo y capital debía ser mayor que 1), pero al menos parecía venir avalada por una potente evidencia histórica. Piketty nos decía que la Europa liberal, previa a la Primera Guerra Mundial, presentaba un elevado stock de riqueza en relación con el PIB debido a toda la acumulación aristocrática y elitistamente burguesa que se había producido durante los siglos precedentes en el Viejo Continente: solo fue gracias a la inflación, a las guerras mundiales y a la alta fiscalidad que ese enorme peso de la riqueza en relación con el PIB comenzó a descender y, con él, también lo hizo la concentración de toda esa riqueza en muy pocas manos. O dicho de otro modo, durante la era de laissez faire la concentración patrimonial era enorme y no tenía visos de descender: de no haber sido por las políticas intervencionistas del hiperestado europeo, la riqueza no se hubiese desconcentrado y hoy seguiríamos con una muy alta desigualdad patrimonial.

Pues bien, el economista alemán Daniel Waldenström acaba de echar por tierra toda esta narrativa histórica de Piketty que aparentemente respaldaba su (problemática) teoría sobre las tendencias endógenamente desigualitarias del capitalismo

Primero, no es verdad que Europa presentara un ‘stock’ de capital con relación al PIB anómalamente alto antes de la Primera Guerra Mundial. Pese a que Piketty sugiere que el ‘stock’ de capital de los principales países europeos representaba alrededor de 7 veces su PIB, lo cierto es que se ubicaba más bien en una ratio de 5. La diferencia es importante, por un lado, porque ya ha sido superada en la actualidad (cosa que no sucedía en las estimaciones de Piketty) y, por otro, porque coincide con la ratio riqueza/PIB de EEUU en esa misma época, borrando cualquier brecha entre ambas áreas económicas. Para Piketty, que Europa tuviese una mayor ratio riqueza/renta que EEUU demostraba que a largo plazo, y sin correctivos estatales, el capital tiende a sobreacumularse con relación al PIB: como Europa tenía mucha más “historia” que EEUU, había contado con más tiempo para acumular más capital. Pero si la proporción capital-PIB era la misma en ambas zonas, entonces la hipótesis de Piketty deja de ser correcta: a largo plazo, no hay necesariamente una tendencia a que el peso del capital aumente en relación con el PIB (y, por tanto, tampoco a que porcentajes crecientes del PIB vayan a parar a manos de los capitalistas).

Segundo, para Piketty y como ya hemos indicado, la acumulación de capital en manos del 1% más rico de la sociedad solo consiguió revertirse en Europa como consecuencia del fuerte intervencionismo estatal posterior a la Primera Guerra Mundial (en sus muy diversas formas: inflación, expropiaciones, altos impuestos a la riqueza, etc.). El intervencionismo estatal destruyó parte del enorme ‘stock’ de capital acumulado por los más ricos y, de ese modo, niveló las desigualdades en su tenencia. Pero si, de acuerdo con Waldenström y en contra de lo presupuesto por Piketty, la ratio capital-PIB en Europa ya es la misma (o incluso algo superior) a la previa a la Primera Guerra Mundial y, a su vez, la desigualdad de riqueza en Europa se mantiene en mínimos históricos (el 1% más rico de la sociedad ha pasado de controlar entre el 50% y el 70% de toda la riqueza, según el país europeo, a quedarse con el 20-30%), entonces la explicación de que los gobiernos redujeron la desigualdad de riqueza desacumulando relativamente capital no puede ser correcta. ¿A qué se debió entonces la reducción de la desigualdad de riqueza posterior a la Primera Guerra Mundial? Pues a otro factor que Piketty también menciona en su libro, pero al que no le otorga la suficiente relevancia transformadora: el ascenso de la clase media patrimonial.

Tal como recoge Waldenström, antes de la Primera Guerra Mundial el 75% del ‘stock’ de riqueza estaba constituido por tierras de cultivo y por títulos de propiedad privados sobre empresas: dos activos que estaban especialmente en manos de una minoría de individuos (en ocasiones por motivos nada liberales como apropiación violenta y transmisión aristocrática de esos activos). Pero desde mediados del siglo XX, otros dos activos comienzan a ganar mucho más peso: la propiedad inmobiliaria y el ahorro previsional (privado) en forma de fondos de pensiones. Tan es así que en la actualidad, las tierras de cultivo y la propiedad corporativa apenas representa el 75% del ‘stock’ de riqueza en Europa, y los otros dos elementos ya ascienden al 75%. Dado que el control de la propiedad inmobiliaria y de los fondos de pensiones está mucho más distribuida, la desigualdad de riqueza también cayó. Todo lo cual, por cierto, arroja serias dudas de hasta qué punto el intervencionismo estatal fue necesario para lograr esa nivelación del ‘stock’ de riqueza: si lo decisivo ha sido el aumento del ahorro y de la inversión entre las clases medias durante la segunda porción del siglo XX y el primer tramo del siglo XXI, ese proceso habría tenido probablemente lugar sin necesidad de destruir la riqueza de los ricos (quizá no sin otras medidas de intervencionismo estatal, pero ese es un debate distinto a si fue necesario empobrecer a los ricos). 

En definitiva, los nuevos datos de Waldenström suponen un nuevo jarro de agua fría sobre el relato desigualitarista de Thomas Piketty: uno más para la colección.