Manuel Marín-Vozpópuli

Cuando el presidente en un Estado es más fuerte que el propio Estado, ese Estado deja de serlo y se convierte en una estructura decadente

Supongamos que un presidente del Gobierno desconoce que su propia mujer hace negocios privados y que se codea en foros de alto ‘standing’ sin él saber con quién ni cuándo. Supongamos que todo un rector viene a tu propia casa a ofrecerte una cátedra porque sí, y que ese presidente del Gobierno no tenía ni idea de que su mujer viajaba con el directivo de una compañía que, a la vez, estaba desesperado por un rescate millonario al Consejo de Ministros. Supongamos que su hermano accede a un cargo creado expresamente en una Diputación provincial, y que él no movió un dedo para ello. Supongamos que es creíble que la jefa de gabinete de su jefe de gabinete reciba un mail con datos comprometedores sobre el entorno Isabel Díaz Ayuso, y que nadie informase de semejante caramelo político a ese presidente del Gobierno.

Admitamos como hipótesis que no sabía nada de la colocación de prostitutas en empresas públicas, de constructoras patrióticas, de que su secretario de Organización iba y venía de aquella manera, ni del trasiego de chalés, ni de tramas de hidrocarburos. Supongamos que no tenía ni idea de Delcy Rodríguez ni de contratos con lingotes de oro… Nada de aldamas de la vida, nada de una “militante de base” a la que conocía sobradamente desde 2011, nada de que en Ferraz se había instalado una escombrera para destruir a la UCO o a jueces y periodistas. Supongamos a un presidente neutro, limpio, honesto y ajeno a todo asomo de corrupción.

Ese presidente no tendría que renunciar por responsabilidad política, ni por ninguna conspiración para delinquir, ni por mentir, ni por enriquecimientos, ni por prácticas antidemocráticas. Tendría que marcharse por inepto. Por inútil. Por incompetente. A ver. Un presidente que sabe que sus ministras son pájaras, que sus barones conspiran contra él, que su vicepresidente es un maltratador, que el apagón es culpa de ultrarricos y que había que operar en secreto en España a un responsable del Frente Polisario… no sabía que una militante de base ofrecía vídeos sexuales para “matar” civilmente a fiscales. ¡Qué criterio tan convenientemente selectivo!

Cuando el presidente en un Estado es más fuerte que el propio Estado, ese Estado deja de serlo y se convierte en una estructura decadente carente de contrapesos y repleto de estómagos agradecidos a la espera de su bol de arroz

En un Estado siempre es preferible tener a un rasputín manipulador, a un corleone manejando los hilos o a un cacique del enchufismo, que a un tipo que nunca se entera de nada. Igual de peligroso es su consentimiento para fabricar un sótano de torturas en un Estado de derecho que permanecer en una burbuja bobalicona. Sería preferible que un presidente que no sabe qué hace tanto falcon de su Gobierno en la República Dominicana como si no hubiera un mañana, no tuviese que negociar con la UE el déficit público y los fondos europeos, o abordar con EEUU el chantaje de los aranceles.

Si Sánchez fuese quien ha ordenado organizar un sistema corrupto de delaciones, vendettas y destrucción de pruebas en su favor, mala cosa para un demócrata. Y si no se enteraba de nada porque está como si siempre le hubiese dado un aire, peor. Todo esto es mucho suponer, y aunque nada fuese delito y hubiese que canonizar al fiscal general, la fetidez ya no se ventilará.

Ser militante socialista empieza a ser una meritoria heroicidad porque se somete a todo tipo de pruebas de resistencia ética y sigue pagando la cuota. Podemos seguir retratando tanta inmundicia, podemos seguir remarcando la psique de un tipo al que los principios le resbalan, o seguir denunciando que ha tomado al Estado como a su barrendero. Puede haber incluso algún ingenuo que tras escuchar a la tal Leire se crea que todo es barro periodístico. Pero ahora ya sabemos lo que siempre sospechamos. Que el sanchismo no es solo un fraude con puteros, conspiradores, mentirosos, fervientes de la ‘omertá’ y temerosos de esa ira del jefe que todo lo puede, sino una estructura para pervertir unas instituciones, destruir otras, desacreditar a la de más allá, y fabricar un Estado a medida de sus abusos de autoridad y de su desprecio por las libertades. Se lo están poniendo muy difícil hasta al comisariado del TC. La lista de necesitados de blanqueamiento aumenta exponencialmente cada minuto y no podrá haber pan para tanta sentencia.

Un presidente que sabe que sus ministras son pájaras, que sus barones conspiran contra él, que su vicepresidente es un maltratador o que el apagón es culpa de ultrarricos… no sabía que una militante de base ofrecía vídeos sexuales. ¡Qué criterio tan convenientemente selectivo!

Hasta que nadie en el PSOE se pregunte quién es realmente Sánchez, en quién han confiado y hasta qué punto su líder está poniendo en peligro la credibilidad de unas siglas y el destino de un país desacreditado, no ocurrirá nada. Nos hicieron creer que había una policía patriótica y los independentistas se hicieron las víctimas de una represión sólo porque quedó al descubierto su golpe de estado. Ahora tenemos una fiscalía patriótica, una banda de constructores patrióticos, una fontanería patriótica, una Abogacía del Estado patriótica, y el PSOE no habla, no se queja, no rechista. Siguen aventando un miedo ficticio a la involución ultraderechista en España como coartada. Pero ya nada puede ser creíble ni para los más cafeteros.

España está regida por un régimen corrupto que se ha confabulado para destruir la prueba que lo incrimina. No estamos en una guerra civil de trincheras, naturalmente. Pero sí ante una guerra civil virtual en la que lo único que se vislumbra no son unas elecciones para decidir el final o no del sanchismo. Estamos ante un auténtico plebiscito en la escombrera, ante un referéndum, aunque sea en 2027, sobre la anomalía de un presidente obsesivo que se declara amenazado solo porque es un adalid del progresismo. Las urnas serán simples: o Sánchez, con todos sus defectillos, sus cosillas y sus wasaps de nada, o la camorra de la UCO, la derecha facciosa y el caos. Cuando sea, esto irá de plebiscito y usted elija.

España está regida por un régimen corrupto que se ha confabulado para destruir la prueba que lo incrimina. Las urnas serán simples: o Sánchez, con todos sus defectillos, sus cosillas y sus wasaps de nada, o la camorra de la UCO, la derecha facciosa y el caos. Cuando sea, esto sólo será un plebiscito, no unos comicios

Todo esto ya no puede ir solo de quejarnos de la gravedad, las mafias, la inmoralidad y la indecencia. Sirve de poco denunciar la obscenidad, y menos aún sirven las palabras grandilocuentes de ‘cosas nostras’ u organizaciones criminales. Esto no va de especular con si aguanta o no, o de publicar que hay histeria en Moncloa y en el ramillete de empresas colonizadas a sus órdenes. No va de analistas, ni de cálculos, ni de estrategias, ni de relatos. Esto va de que el Estado, por sumiso que sea, entienda que no se puede someter a una humillación total e irreversible, que en las democracias hay momentos en los que debe ponerse pie en pared cuando el principio de legalidad es forzado sistemáticamente para proteger la ambición de una sola familia, por muy presidente legítimo que sea con la aritmética parlamentaria. Esto no va de izquierdas o derechas. Esto únicamente va de estrangular la ley para garantizar la impunidad por puro ego.

Cuando el presidente en un Estado es más fuerte que el propio Estado, ese Estado deja de serlo y se convierte en una estructura decadente carente de contrapesos y repleto de estómagos agradecidos a la espera de su bol de arroz. No va de rojos o azules. Va de un narcisismo sustentado sobre una estafa de la que hay demasiados cómplices en el PSOE que están sacrificando su decencia, su honradez y sus escrúpulos por la huida hacia adelante de un individuo carente de cualquier otra creencia que la que tiene en sí mismo. Es la naturaleza de un tipo que odia la democracia. De un tipo que nos odia. ¿Cómo era eso? “Si Balas está muerto, mejor”. Grabado está.