ABC 06/10/16
IGNACIO CAMACHO
· El infierno procesal del marianismo se ha enfriado por los vasos comunicantes con la temperatura del adversario
HACE sólo un mes, el octubre judicial de la Gürtel y las tarjetas black parecía un empedrado insalvable en el camino de Rajoy hacia la investidura. De hecho era la coartada de reproche social con la que Pedro Sánchez pensaba construirse in extremis un tortuoso pasillo hacia La Moncloa. Ningún partido podría escapar indemne de ese ejército de imputados haciendo cola en la puerta de la Audiencia Nacional como si llevasen localidades para el teatro. Esa imagen, repetida en bucle por la moviola de las televisiones amigas (de Soraya), constituiría en circunstancias normales una auténtica cortina de fuego imposible de cruzar sin salir en llamas.
Sin embargo, la inesperada autolesión del PSOE ha cubierto de grava ese descalzaperros. No sólo por el protagonismo que roba a la corrupción en las portadas, sino porque el efecto de desgaste de ese relato de infamias rebota ahora contra un partido obligado por conveniencia propia a soslayarlo. De repente los socialistas, que durante siete años fabricaron una diana de aborrecimiento al PP a cuenta del barcenato, se ven ante la necesidad de indultar como mal menor al reo que habían estigmatizado. Son ellos quienes han de atravesar el muro flamígero que incendiaron para aislar a la «derecha indecente». Y se van a quemar el culo en él mientras Rajoy, incólume al cabo de la enorme ofensiva de encono, se permite contemplar su fallido funeral con la distancia displicente de quien siente una remota náusea del pasado que le provoca arcadas… al vecino de enfrente. El infierno procesal del marianismo se ha enfriado por la acción de los vasos comunicantes con la temperatura del adversario.
El chapucero harakiri del Comité Federal ha dado un vuelco a la torpe estrategia del bloqueo. Nada vale ya del argumentario de los últimos nueve meses, el que sostuvo la resistencia de un Sánchez agarrado al clavo ardiendo de su minoría decisiva. El desmoronamiento del discurso de rechazo contra el PP ha trasladado la presión a quienes hasta última hora carecieron de coraje para rebatirlo. Lo triste es que el razonable arrepentimiento final, envuelto en un turbulento cainismo, apresa ahora a los antisanchistas como rehenes de una contradicción que no supieron prevenir. Se sienten desolados porque su opción es la de perder o perder; ya no les queda una salida buena, ni siquiera mediocre. Tardaron demasiado en apercibirse de que mientras más lejos se va, más cuesta volver.
En estas condiciones, los juicios que iban a destruir la última esperanza marianista se han convertido para los barones del PSOE en el inoportuno testimonio de una palinodia forzosa. No pueden sumarse al linchamiento sin desnudar ante los suyos la incongruencia de su rectificación táctica. La izquierda radical va a presentar la probable abstención como una amnistía. Y los socialistas no encuentran el modo de hacer ver que sólo pretenden perdonarse a sí mismos.