LIBERTAD DIGITAL 26/09/13
EDUARDO GOLIGORSKY
Algunos politólogos y formadores de opinión recurren, cuando están baldíos de argumentos razonados, a ironías asociadas con burdos estereotipos regionales o étnicos. Para burlarse de Mariano Rajoy, sacan a colación el estúpido cliché de que no se sabe si un gallego sube o baja en una escalera. En el caso de los líderes del secesionismo catalán, la realidad demuestra que no valen estereotipos rancios: ellos dan testimonios rotundos y evaluables de que sufren, o simulan sufrir, una distorsión de los sentidos que puede generar confusiones de consecuencias catastróficas para la comunidad que gobiernan. Es difícil determinar si esas confusiones son típicas de su ideología, o si ellos las urden para engatusar a los ciudadanos crédulos. Un ejemplo muy actual: confunden entrar con salir.
El párvulo manipulado
Abrumado por las pruebas documentales de que una Cataluña independiente quedaría automáticamente excluida de la Unión Europea, con todos los descalabros económicos, sociales y humanos que ello implica, a Artur Mas no se le ocurrió nada mejor que alegar: «Para integrar la República Democrática Alemana se encontraron soluciones rápidas» (El País, 19/9). Hasta un párvulo de esos a los que el Info K de Super3, el canal infantil de TV3, hace recitar el catecismo de la secesión, se habría abstenido de proferir tamaño disparate. Es obvio que cuando Alemania comunista dejó de ser un satélite de la URSS y se reunificó con la República Federal Alemana, adquirió instantáneamente los mismos derechos que el país al que se había reincorporado, país este que formaba parte de la UE. Lo que hizo la entonces llamada República Democrática Alemana fue entrar en la UE como parte de la RFA, de la que la habían amputado por la fuerza, y no como país independiente. Hasta el párvulo manipulado por Super3 lo habría entendido.
En cambio, lo que pretenden hacer los secesionistas, con Oriol Junqueras en la cabina de mando y Artur Mas en la megafonía, es amputar Cataluña de España, o sea salir de un país miembro de la Unión Europea, lo que convierte su pretensión de permanecer dentro del ente comunitario, o de reincorporarse a él, en una quimera irrealizable. Y tampoco creo que esto importe mucho a los secesionistas obsesionados por su mitología identitaria. Artur Mas lo confesó sin remilgos (LV, 9/11/2012):
Artur Mas reafirmó su disposición a celebrar la consulta de autodeterminación incluso en el supuesto de que la consecuencia de una eventual independencia de Catalunya fuese quedarse fuera de la UE. «Si llegamos a la conclusión de que si Catalunya tiene un estado propio nos quedaremos fuera de la UE, nuestro país tendrá que hacer una reflexión final sobre si seguimos el camino iniciado o no, y yo personalmente soy partidario de hacer en cualquier caso el camino».
Esta declaración de intenciones debería figurar obligatoriamente en el encabezamiento de toda la propaganda de los secesionistas, para que nadie se deje engañar. Su franqueza y contundencia no deja dudas acerca de lo que aguarda a Cataluña si esta élite de iluminados lleva a buen puerto sus planes. Con una salvedad: si Cataluña se independizara y quedara excluida de la UE, las provincias y municipios catalanes que optaran por la reunificación con España volverían a ingresar sin más trámite en la UE. No es lo mismo salir e independizarse que volver a entrar y recuperar la normalidad arbitrariamente truncada.
Por las bravas
Los desafíos no cesan. Después de que todas las autoridades de la Comunidad Europea fueran más que explícitas a la hora de comunicar a los insumisos que estaban condenados a la marginación, citando los artículos del Tratado que así lo estipulan, Artur Mas anunció la intención de utilizar el euro por las bravas. «Catalunya lo tendrá si quiere», fanfarroneó (LV, 20/9). Al fin y al cabo, Ecuador adoptó el dólar sin autorización para mal de todos y Argentina hizo otro tanto hasta desembocar en el corralito. Bruselas respondió inmediatamente a la provocación (LV, 21/9):
Técnicamente es posible adoptar el euro como divisa aun sin pertenecer a la UE, pero los países que lo hacen no tienen ni voz ni voto en los órganos de decisión de la Eurozona, como el Eurogrupo, el Banco Central Europeo o el fondo de rescate comunitario.
Dentro de España, Cataluña forma parte de estos centros de decisión, aunque tenga con ellos una relación de dependencia. Fuera de España, su independencia sería sinónimo de aislamiento y desamparo. El mundo productivo lo sabe y por eso se niega a embarcarse en lo que muchos han bautizado, dada la idiosincrasia de los líderes y recordando el simbólico cuadro del genial Bosco, La nave de los locos.
Maniqueísmo militante
Mientras La nave de los locos enfila hacia los arrecifes, el coro de sirenas se confabula para hipnotizar multitudes. Aflige oír algunas voces, en otros tiempos lúcidas y ecuánimes, gradualmente sintonizadas con la onda sectaria. Leo en el somatén mediático un artículo del notario Juan José López Burniol que, tras una introducción casi bucólica, degenera en una explosión de belicosidad sectaria (LV, 21/9). En el comienzo, se enternece al ver la gran presencia de niños en la cadena independentista, con la misma emoción que irradiaban los abuelos camisas viejas al ver desfilar a los flechas de 10 a 13 años del Frente de Juventudes. Los niños siempre han sido una materia prima codiciada por las generaciones caducas de salvapatrias, como lo explica magistralmente Pedro J. Ramírez en su demoledor editorial «Tomorrow belongs to you» (El Mundo, 22/9). Quien consulte en You Tube la escena de la película Cabaret donde se interpreta la canción «Tomorrow belongs to me» (El mañana me pertenece) entenderá la pertinencia de dicho editorial. Escalofriante.
Más adelante López Burniol retoma su propuesta de celebrar unas elecciones plebiscitarias –propuesta que había descartado (LV, 14/9)– para dejar «expedita la internacionalización del conflicto«. Y llega a la conclusión de que la independencia de Catalunya será inevitable, antes o después, abstracción hecha de sus costes.
Se entiende que no le preocupen los costes. Estos no caerán sobre las espaldas de la élite de iluminados, sino sobre las de los ciudadanos. Tanto de aquellos que han estado encadenados en la Vía como de aquellos otros que han estado haciendo cola en el Banco de Alimentos para recoger la pitanza familiar. ¿Y quién tiene la culpa de todo lo malo que pueda suceder? Por supuesto, la clase dirigente española. Los otros. Veamos lo que escribió hace muy poco tiempo López Burniol sobre el antagonismo espurio entre «nosotros» y «los otros», antes de convertirse al maniqueísmo militante y de encandilarse con el entorno natural de la cadena y con su génesis histórica (LV, 19/8/2012):
El núcleo duro de la corriente romántica es la exaltación de la naturaleza y de la historia, pero no de toda la naturaleza y de toda la historia, sino de mi naturaleza y de mi historia. Así, para los nacionalistas excluyentes, no hay más que nuestro país y nuestro paisaje; nuestra tradición y nuestra historia; nuestra literatura y nuestra música; nuestros campos y nuestros productos; nuestras fábricas y nuestras empresas; nuestros negocios y nuestros bancos; nuestros intereses y nuestro dinero; nosotros y nosotros. Porque los otros no son como nosotros. Ellos son vagos, indisciplinados, erráticos, poco fiables, dilapidadores, sinvergüenzas e, incluso, guarros.
Y lo remató, el hoy maniqueísta López Burniol, con estas dos perlas de sabiduría:
Ya advirtió Isaiah Berlin que «el Romanticismo, tan pronto es llevado a sus consecuencias lógicas, termina en una especie de locura», promovida –en palabras de Hannah Arendt– por una «alianza entre chusma y élite».
Esperemos que la sociedad catalana, alimentada por las corrientes más fecundas del humanismo y de la cultura ilustrada, no se deje embarcar en esa «especie de locura» a la que aludía premonitoriamente Isaiah Berlin, locura que hoy propagan los nacionalistas excluyentes que López Burniol retrató antes de su conversión. Y esperemos también que los niños que hoy son víctimas de las manipulaciones de Super3 y de la escuela sectaria sean tan poco fieles a las enseñanzas de sus adoctrinadores como los flechas de ayer lo fueron a las de los formadores del Espíritu Nacional. Así es como progresa la humanidad. A veces.