Ignacio Camacho-ABC
- Convertido en lanzadera de los enemigos del Estado y del sistema, el Gobierno indulta políticamente el legado de ETA
En su política de normalización de la anomalía, Sánchez ha dado el salto cualitativo de dignificar como interlocutor oficial a Bildu. La coalición con Iglesias ha desembocado en un caso de hibristofilia, de simpatía por los partidos que impugnan la ley o por los dirigentes que han cometido algún delito. El líder de Podemos puede presumir con motivo de haber llevado a Otegui a «la dirección del Estado» después de haber hecho lo mismo con Junqueras y otros sediciosos convictos; no queda un radical rupturista ni un adversario de la Constitución al que este Gobierno no considere amigo. Para aprobar los Presupuestos, el presidente no sólo ha prometido el indulto penal a los autores del golpe independentista con los que aspira a formar en Cataluña un Gabinete tripartito: ha roto también el último tabú moral de la escena pública española al indultar políticamente a los herederos del terrorismo.
El sanchismo ha llevado al país a un estado de anomia en el que el ordenamiento jurídico ha perdido su valor de referencia. Sus socios son los enemigos del sistema, cuyas bases normativas están siendo sometidas a una revisión encubierta. Y en vez de ejercer de contrapeso institucional a ese programa liquidacionista, el PSOE o lo que quiera que Sánchez haya hecho de él le sirve de nave nodriza, de lanzadera. Justo un año después del abrazo con Iglesias -el que desvelaba su sueño en el colchón monclovita-, el círculo de la infamia se cierra con la incorporación formal de los legatarios de ETA. Ya están todos juntos: los epígonos del chavismo, los secesionistas orgullosos de su conjura insurrecta, los cómplices de un delirio de violencia para el que no han tenido una palabra de condena. Una «banda», como dijo Rivera, reclutada entre lo mejorcito de cada casa como guardia pretoriana del nuevo César.
Y hay algo aún más obsceno: que las contrapartidas del apoyo bildutarra permanezcan en secreto. Esta gente no cede sin un precio y hay motivos para sospechar que no sea leve ni honesto. Lo iremos sabiendo; de momento y a modo de anticipo ya ha comenzado el acercamiento de presos, con los asesinos de Jiménez Becerril entre ellos. A las víctimas les esperan (más) malos tiempos: se les helará la sangre, como dijo la madre de Joseba Pagaza, cuando conozcan el resto. «El arte de lo que no se ve», ha dicho un Iglesias satisfecho. Antes le llamaba ocultación a eso y lo consideraba una sinvergonzonería, un cabildeo de la casta, un contubernio. Qué clase de pacto abyecto habrán negociado para tener que guardarlo en silencio. El arte del blanqueo.
Y ahora, que Arrimadas siga, si así lo desea, empeñada en ofrecer su respaldo. «Una cosa es ser útil y otra tonto útil», me dijo hace poco en privado un dirigente de Ciudadanos. Pero también se puede ser tonto inútil si encima te dan de lado y picas por segunda vez -¿o ya van tres?- en el mismo engaño.