ABC – 15/06/16 – IGNACIO CAMACHO
· Para ser presidente sin ganar las elecciones, Sánchez debería ganar al menos un debate. Proyecta sombra de perdedor.
Y dale con ganar y perder. Que no, que los resultados de un debate no se miden en esos simples términos de competencia, principalmente porque los candidatos compiten ante todo consigo mismos. Con sus expectativas y sus deseos. Es así como hay que valorar el de la noche de San Antonio: evaluando cómo entró cada cual y como salió, y en qué medida han podido activar una percepción positiva del electorado. El debate no les medía tanto entre ellos como a cada uno respecto a sus propios intereses de campaña. Más que votos directos, lo que podían ganar o perder era el elemento intangible que determina en los votantes un estado de ánimo.
Así, Rajoy se fue contento por haber escapado de una encerrona con sus propias limitaciones. El presidente sabe que mengua en la televisión y se conformó con no quedar como un pasmarote. Sufrió pocos aprietos y se sintió suelto y socarrón como cuando comparece en el Parlamento. El formato múltiple le benefició como calculaba; le permitió protegerse bajo el fuego cruzado y ni siquiera tuvo que elegir adversario. Para él era un mal trago que había que pasar del modo menos cruento posible y lo logró. Su mensaje fue rígido, como siempre, pero en aguante no tiene rival. Cumplió su objetivo, que era tan conservador como él: salió prácticamente intacto.
Rivera en cambio tenía que arriesgar y lo hizo: en una discusión polarizada se abrió paso a guantazos. Eligió adversarios a derecha (Rajoy) e izquierda (Iglesias) y les buscó las cosquillas en una neta táctica ofensiva. Buscó apoyos de centro-derecha hostigando a Podemos y marcó distancias con el PP en la corrupción. Lo que piden sus electores jóvenes y urbanos. Quizá haya sido él quien sacase más rentabilidad; se hizo notar y encontró un hueco difícil, un protagonismo bien porfiado.
Iglesias pierde cuando se disfraza, pero iba con un propósito claro. Quería esconder su perfil cimarrón, el de la cal viva, el que gusta a sus simpatizantes más montaraces, para hurgar en la bolsa del PSOE en busca de más votos. Tiene la ventaja de que los suyos no le reprochan la impostura y recostado en ese colchón de complacencia apostó sobre seguro a su dominio del medio; es de largo el mejor comunicador de los cuatro. A costa de perder empuje fingió moderación con todo aplomo, sabiendo que su éxito consistía en limar aristas y sujetar sus demonios.
Sánchez también quiso, como Rivera, abrirse una ventana de oportunidad pero no pudo con la persiana. Sigue titubeando entre atacar a Podemos o hacerle la pelota y en esa vacilación se retrata como un en busca de ayuda. Acomete mal y se defiende peor; ni sacó a Iglesias de su zona de confort ni se acomodó en la suya. Si alguien salió perdedor fue él. Quiere ser presidente sin ganar las elecciones pero debería al menos tratar de ganar un debate. San Antonio es el patrón de las cosas que no aparecen, no de las causas perdidas.
ABC – 15/06/16 – IGNACIO CAMACHO