LIBERTAD DIGITAL 14/06/16
PABLO MOLINA
· A Pablo Iglesias le borraron «la sonrisa de un país». Unos con su desdén; el otro a guantazos por la financiación bolivariana.
El debate de anoche entre los cuatro principales candidatos sirvió fundamentalmente para dos cosas. Por un lado quedó manifiestamente claro que hay que vetar a la Academia de la Televisión que pastorea Campo Vidal para futuros debates electorales. La realización fue lamentable y el sonido un cascajo durante gran parte del programa. Sumemos a eso el retraso en el inicio y que durante el debate se caían cosas en el plató con el estruendo correspondiente y está claro que, tras treinta años haciendo el mismo producto, Campo Vidal y Fernando Navarrete merecen ya un descanso. Un grupo de estudiantes del módulo de FP de Comunicación Audiovisual hubieran ofrecido la retransmisión con mucha más profesionalidad.
La segunda utilidad del debate de anoche, nada desdeñable, fue ver a Pablo Iglesias intentando digerir el hecho de que nadie le hacía mucho caso. Peor aún, el único que pareció enterarse de que Pablemos estaba también debatiendo era Albert Rivera, pero fue para masacrarlo con abundantes referencias a su pasado chavista, cuando aún no había descubierto que, en realidad, el modelo social de la estrella de La Tuerka es el de la socialdemocracia danesa.
A Pablo Iglesias le borraron anoche «la sonrisa de un país«. Unos con su desdén; el otro a guantazos a cuenta de la financiación bolivariana. El líder de los sonrientes trataba de ponerse muy digno pero desde el principio se vio que no iba a ser su noche. A Rivera le tocó abrir el debate y lo hizo con un alegato en defensa de los gais, víctimas de la masacre islamista de Orlando. Iglesias, a continuación, convirtió el terrible atentado islamista en un ataque «homófobo», doble ironía en un personaje político que cobra de un régimen obsesionado precisamente con erradicar la homosexualidad. De ahí en adelante todo fue a peor.
El neo-socialdemócrata nórdico hizo afirmaciones delirantes, como que los «ayuntamientos del cambio» han convertido a Madrid y Barcelona en dos ciudades más atractivas para los inversores o que existe una «Caja de las Pensiones» que sólo deben conocer él y Monedero, porque existir en la contabilidad nacional, desde luego, no existe.
Pero el otro protagonista de la noche fue Pedro Piqueras, que no estaba para nada. O se le había pasado mucho la hora de irse a la cama o el cátering de Campo Vidal estaba excepcionalmente bien surtido, pero lo cierto es que el presentador de Telecinco estuvo durante todo el debate fuera de lugar. Sólo al final tuvo un detalle genial, aunque sin pretenderlo. Es cuando le dijo a Pablemos «Señor Iglesias, su tiempo ha terminado. Y al líder sonriente se le endureció de nuevo el rictus pensando que tal vez era verdad.