La noche oblicua

IGNACIO CAMACHO – ABC – 09/12/15

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· No te preguntes quién ganó sino quién salió peor parado de un debate mediocre, oblicuo, escaso de alma y poco decisivo.

No preguntes quién ganó el debate; eso es una simpleza. En una confrontación múltiple y tan larga hay muchos duelos bilaterales, muchos ejes oblicuos, mucha dialéctica cruzada. Izquierda contra derecha, PSOE contra PP, PP contra C´s, Podemos contra PSOE, C´s contra Podemos, nuevos contra antiguos. Y el Gobierno frente a todos los demás. Del conjunto de esas fricciones –ahora las llaman «zascas»– no emerge un vencedor claro ni una ventaja rotunda. Pregúntate si acaso quién encajó más golpes, quién pudo salir peor de lo que entró en una discusión mediocre, superficial, escasa de alma y, sobre todo, poco decisiva.

Y ése fue Pedro Sánchez. Salió herido porque cometió dos errores graves. El primero, de concepto, era su propia presencia sin la de Rajoy: no debió aceptar un debate en ausencia del presidente, un esquema que lo vuelve a equiparar con Iglesias y Rivera como si les disputase la primogenitura de la oposición. Entró con el campo achicado y –segundo error– se lo achicó aún más al permitir, en ese contexto ya desfavorable, que el líder de Podemos le chuleara.

La vicepresidenta Sáenz de Santamaría parecía llevar el encargo de arriesgar lo mínimo. Su objetivo esencial era distanciar a Rivera sin cabrearlo, empujándolo hacia los demás rivales para ensancharse el espacio del centro-derecha. En ese empeño amarrategui le faltó el punch que suele exhibir como parlamentaria. No tuvo, como Sánchez, ni un destello. Jugó a la defensiva –en el segmento de la corrupción no tenía más remedio– en un tono discreto, resistente pero casi siempre por debajo de sí misma.

Rivera quiso pintar de estadista. Tiene un discurso sereno y constructivo pero le pesa la perspectiva de los pactos y tuvo que agarrarse a una incómoda ambigüedad. Su problema es que nadie le ve como ganador directo y tiene que luchar contra el estereotipo de bisagra para tratar de lucir perfil presidencial. El cuidado de no estropear sus buenas encuestas le llevó a un cierto envaramiento, como si le cargase el estréss de una responsabilidad sobrevenida.

Iglesias fue desde el principio a por Sánchez, a quien ninguneó con condescendencia venenosa. Su aspecto le da aureola de outsider y eso es lo que pretende: ser el candidato del cabreo, el rostro airado de la post-crisis. Sin mostrarse auténtico porque todo él es impostura, sí logró aproximarse a su propio personaje, al icono que ha construido en las tertulias. Áspero, ceñudo, demagógico.

Aunque patinase sobre Andalucía y con PriceWaterhouse, trabajó su estrategia a fondo, sudando literalmente la camisa. No trató de ser el que gustase a más gente sino de erigirse en líder del voto de ruptura. Si te empeñas en buscar un vencedor, que no lo hubo en términos absolutos, tal vez fuese él quien mejor cumplió sus expectativas. Pero la pregunta que deberías hacerte es si lo que viste estaba, en general, a la altura de las tuyas.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 09/12/15