REBECA ARGUDO-ABC

  • Tratar de hacer pasar por «extrema derecha» todo lo que incomoda es, como poco, torticero

Ando dándole vueltas al tema de la publicidad electoral, con el tema de las europeas. Ya saben. Creo que, más que retratar a quien nos interpela, lo que hace es dibujar la imagen que de nosotros tiene quien nos pide le voto. No tengo demasiado desarrollada la teoría, es algo casi intuitivo, pero piensen conmigo…

Yolanda Díaz nos manda la imagen de un publirreportaje casi de compresas, de papel higiénico, de jabón íntimo. Que si agüita que corre, que si naturaleza, que si el viento inmóvil. Uno no sabe si quieren que compremos compresas, jabón íntimo o que confiemos nuestro voto en ellos. ¿Alguien sabe de qué va su programa? Hablo con un amigo, profesor de universidad, y estupendísima persona, que me cuenta que está dirigiendo un trabajo de fin de grado donde, a los participantes en el estudio, se les proyectan ciertos spots y, sin dar más datos, se les invita a adivinar si se trata de publicidad electoral o de producto comercial. «Los resultados son los que supones», me dice. Y lo que yo supongo no es halagüeño.

Veo un vídeo de Izquierda Española. Donde ellos dicen ver a individuos de extrema derecha agrediéndoles yo solo veo a una señora muy enfadada que les empuja al alejarse y no sé muy bien cuál es su ideología ni lo que tanto le molesta. Es deleznable, sí. Pero poco tiene que ver con el enunciado que ellos enfatizan. Pero tratar de hacer pasar por «extrema derecha» todo lo que incomoda es, como poco, torticero. En el mejor de los casos, y porque algunos de sus miembros me caen manifiestamente bien y sé de sus buenas intenciones (y una no es de piedra). De no tener ningún vínculo sentimental con la formación, lo que pensaría es que están intentando rentabilizar cierta predisposición emocional del electorado porque lo que les interesa es el rédito electoral de una circunstancia aleatoria. Pero no lo haré. Por respeto a algunos nombres propios a los que valoro en lo personal.

Volvamos a la tesis de partida: la publicidad electoral nos dice más de lo que piensa de nosotros quien nos pide el voto que de las intenciones mismas de quien nos interpela.

¿De verdad vamos a confiar en quien cree que en 2024 hay quien no puede expresarse en libertad? ¿De verdad en quien cree que con ponernos un dibujito de Hitler nos va a asustar tanto como para votarles? ¿De verdad en quien nos habla como si nos vendiera compresas?

Somos adultos, por el amor de Dios. A lo mejor nos merecemos que alguien se dirija a nosotros como personas con dos dedos de frente, razonables, capaces de entender qué es lo que está pasando y con qué recursos contamos. A lo mejor alguien debería, por fin, pensar en nosotros y en nuestras necesitas en lugar de en ellos y en los números necesarios para resolver su futuro. A lo mejor es mucho pedir, no lo descarto.

Qué pena certificar que la nueva política se parece tanto a la vieja política.