Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 21/10/11
Que el PP considere que el anuncio de ETA no es fruto de ninguna concesión política es un notorio error y supone el visto bueno a todo lo acontecido hasta el presente, con episodios tan infames como el soplo del bar Faisán.
La alborozada reacción del Gobierno y del PSOE, incluso del PP, ante el comunicado de ETA contrasta con las escasas novedades que aporta la nota dada a conocer por los encapuchados. Ni se habla de disolución, ni se entregan las armas, condiciones imprescindibles para tomar en consideración las intenciones etarras. Por no hablar de lo que supone de vejación a las víctimas, a las que los terroristas ni mencionan. ETA tan sólo emplaza a los Ejecutivos español y francés a negociar con la promesa de que renuncia a la violencia de forma «definitiva». Pero ni siquiera el cambio de tregua «permanente» por «definitiva» permite albergar esperanzas sobre los verdaderos objetivos de los terroristas. Y, a falta de entrega de las armas y de disolución definitiva, ETA tampoco muestra el más leve signo de arrepentimiento o una vaga intención de pedir perdón. Al contrario, se reafirma en que la «lucha armada», es decir, el asesinato de casi mil personas, les ha permitido llegar hasta aquí.
Ellos, a diferencia de sus víctimas y de los demócratas, tienen razones para celebrar este momento. Sus portavoces han vuelto a las instituciones vascas y se disponen a dar el salto al Congreso de los Diputados, por no hablar de las excarcelaciones y el acercamiento de algunos presos.
Que un anuncio tan poco relevante haya dejado satisfecho al Gobierno se comprende porque ETA se atiene a la hoja de ruta acordada tiempo atrás: tras la «conferencia de paz», un auténtico insulto a la inteligencia de los españoles perpetrado por personajes de la estofa de Gerry Adams o Koffi Anan, el comunicado, un espaldarazo electoral a Bildu y al Gobierno, que ha facultado sentencias tan indecentes como la que ha colocado a los proetarras al frente de instituciones vascas. Sin embargo, que el PP, a través de la lectura de una nota ejecutada por Rajoy, considere que el anuncio de ETA no es fruto de ninguna concesión política es un notorio error y supone el visto bueno a todo lo acontecido hasta el presente, con episodios tan infames como el soplo del bar Faisán, la huida del sanguinario De Juana Chaos, el trato de favor a Díez Usabiaga, los mismos contactos con ETA y la indigerible representación de San Sebastián.
Resulta inquietante esa lectura del PP porque, tal como se han encargado de recordar Zapatero y Rubalcaba, será el próximo Gobierno quien deba dar continuidad al «proceso». Es decir, que podría ser Rajoy, el candidato popular, quien tenga la responsabilidad de mantener una paz condicionada a la consecución de los objetivos políticos terroristas, básicamente la independencia del País Vasco y la anexión de Navarra. Semejante patata caliente es una auténtica espada de Damocles sobre Rajoy, a quien el PSOE ya ha puesto en el punto de mira: si ETA vuelve a matar, la culpa será de quien no ha sabido conducir la fase final. En resumen, una trampa en la que Rajoy no debería caer; en su lugar, debería exigir la disolución de la banda y la entrega de las armas, y rechazar cualquier posibilidad de una negociación política, para que los etarras no crean que matar, aparte de gratis, les salió rentable políticamente.
Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 21/10/11