- Siendo Lambán expresidente autonómico aragonés, la ministra Alegría asistió a su funeral
No es de buen gusto aprovechar la muerte de alguien para recordar la hostilidad que le profesaban sus compañeros. Por eso no procede acudir ahora mismo a los guasaps de Sánchez y Ábalos ni a otras pruebas crudas de la inquina que le tenían los sanchistas a su conmilitón Javier Lambán. Es conocida. Puesto que la pérdida del prudente aragonés solo es culpa de la enfermedad, lo suyo es un pésame privado a los deudos, que no se si ha existido en el caso de Sánchez, y otro pésame público. Este sí se emitió. Para algo que Sánchez no despacha como un patán, me hace hasta ilusión dejar constancia. Todos los ministros debieron mostrar sus condolencias de manera pública para tapar la rabia que le tenían, el severo contraste al que les sometía, con solo existir, un socialista honrado, un socialista crítico en el sanchismo. De los dos o tres que hay. Bueno, cuando el autócrata caiga aparecerán antisanchistas internos de toda la vida. ¡Yo una vez no me levanté a su paso! ¡Pues yo le solté la mano antes de que me la soltara él! Heroicidades.
Siendo Lambán expresidente autonómico aragonés, la ministra Alegría asistió a su funeral. Además estaba la secretaria de Organización de la partida. Quedan cubiertos los mínimos formales, que tienen que ver con la civilización e incluyen el precepto no escrito de que uno no se alegra en público de la muerte de un adversario político (aun interno, que son los peores).
Luego está el silencio absoluto. Tan útil en numerosas ocasiones, equivale algunas veces a la afrenta. Veamos ciertas conductas que se han observado tras la partida de Lambán a la eternidad. El que se ha mostrado contentísimo con la noticia es un actor, catalán y psicópata, que pasó años imitando al Rey Juan Carlos I en TV3. Además de alegrarse del fallecimiento, consideró adecuado insultar gravemente al finado y a España, juntos. Quizá se pregunte, amable lector, por qué cuento algo tan desagradable. Oh, simplemente para que no olviden la calaña de los socios de Sánchez. El psicópata de TV3 es solo más lenguaraz que los separatistas que tienen en sus manos al presidente del Gobierno. Una gentuza asilvestrada, violenta y monotemática que apenas presentan dos ventajas: son profundamente cobardes e incompetentes.
Por otra parte, lo de callar precisamente en una de las pocas ocasiones en que no resulta elegante es lo que hizo Óscar Puente. La transformación de un alcalde mediocre en un ministro miserable podría ser la metamorfosis definitoria del sanchismo. Todo tiene su lección, ya sea por la virtud a imitar, ya sea por el vicio a evitar, como es el caso de las aventuras virtuales del espécimen Puente. Bravucón de tecla, la injuria siempre a punto, presto el escupitajo, Puente es el ejemplo de lo que un hombre cabal no debe ser. Pero también de lo que un sanchista integral es. Y eso debe de tener alguna utilidad porque, si no, qué vida tan baldía.