Jesús Cuadrado Bausela-El Español
El autor rechaza las críticas a Ciudadanos por su negativa a investir a Sánchez y asegura que la misión de Rivera es «liderar la batalla contra el bipartidismo».
“Si un marciano se perdiera en España y viera el resultado electoral no tendría dudas: gobierno PSOE-Cs con 180 diputados”. A quienes dicen estas cosas tan razonables les diría que sí, si le ocultas al marciano que aquel PSOE que decidió abstenerse con Rajoy ya no existe, que está muerto y enterrado, que, en caso contrario, se habría pronunciado sobre los pactos en Navarra, Baleares o Badalona. Sí, si no le explicas al pobre extraviado de Marte que el sanchismo procede de un monstruo creado por una moción de censura, que ni quiere ni puede pactar con Ciudadanos. Que, cuando todos nos despertemos, ese monstruo seguirá ahí. Que Pedro Sánchez tiene decidido ser presidente como sea. Todo esto el marciano no lo sabe, pero todos los demás, sí.
Entretanto, aquí en la Tierra no hay comida familiar o de amigos en la que no se empiece con unos sólidos insultos contra Albert Rivera. Es comprensible, si, desde los intelectuales que fundaron Ciudadanos a los que en la Sexta se limpian los mocos con la bandera -de España, por supuesto- han convertido al presidente de Cs en el pimpampum de la política española. Es la ofensiva contra Rivera, con el indisimulado objetivo de introducir desconfianza en sus potenciales electores.
En Verdad y mentira en la política, la filósofa Hannah Arentd narra que, cuando le preguntaron a Clemanceau cómo explicarían los historiadores las causas de la Primera Guerra Mundial, éste contestó: “No lo sé, pero estoy seguro de que no dirán que Bélgica invadió Alemania”. Pues hoy, en la política española, se ha instalado la idea de que “Bélgica invadió Alemania”. Se quiere ocultar que, con la moción de censura, el sanchismo fabricó una trampa de la que no se puede desprender ni con repetición de elecciones. Que se prepare Rivera. Para oscurecer todo esto, Iván Redondo, el gurú que guía a Sánchez, ha montado una sucursal de Netflix y le ha asignado el papel de malo.
En su obra 1984 Orwell añadió un apéndice titulado “Principios de nuevalengua”. Crea una lengua como un idioma oficial destinado a modificar los hechos con el fin de manipular las conciencias. Con éxito de crítica y público, como se puede comprobar, la neolengua sanchista consigue milagros entre mucha gente, como hacer creer que el pobre Sánchez se ve empujado a los brazos de los malos por culpa del villano Rivera. “Absténgase, trifacha”, le dicen. Le van a crujir.
Hoy guía al PSOE un publicista capaz de hacer una campaña racista u otra antirracista con el mismo entusiasmo
Orwell habría admirado la habilidad del sanchismo para exigir por responsabilidad la abstención de Cs con este argumento: como hizo el PSOE con Rajoy. Ellos, los sanchistas, que no existirían sin el noesno a Rajoy, que enterraron al PSOE de la abstención responsable, hoy mudo; que con la moción de censura metieron al país en este laberinto sin salida.
La nuevalengua sanchista sirve cada día para hacer creíble una patraña, que Sánchez quiere pactar, no con Podemos y los independentistas, sino con Rivera, y que éste, obcecado, se niega. Se utiliza para instalar la idea de que en España hay extrema derecha, pero no extrema izquierda; que el secesionismo, al que el filósofo Habermas equiparó con Le Pen, es de izquierda; o que en Francia y Alemania no se pacta con la extrema derecha, pero se oculta que tampoco se pacta con la extrema izquierda. Trabajan diariamente para hacer verosímil que Bélgica invadió Alemania.
Responden al concepto de posverdad, como falsificación del lenguaje político, tal y como lo define el diccionario de Oxford: “relativo a aquellas circunstancias en las que apelar a las emociones y las creencias personales resulta más influyente para moldear la opinión pública que los hechos objetivos”. Gato por liebre, mitología de izquierda para apoyar soberanismos. Logos sin ethos, retórica sin valores. Así se explica que hoy guíe al PSOE un publicista capaz de hacer una campaña racista u otra antirracista con el mismo entusiasmo. Lo que más me sorprende es cómo tantos intelectuales reconocidos del país colaboran activamente con estos farsantes.
Quien mejor provecho sabe sacarle a esta antipolítica nacional es el PNV. La vía pragmática de Urkullu, la que terminarán adoptando por pragmatismo todos los soberanismos montaraces- tiempo al tiempo-, la que tiene bien teorizada el filósofo navarro Daniel Inerarity, contratado por el gobierno vasco, necesita alguien como Sánchez en la Moncloa. Y que se condene a galeras a Rivera. No permitirán ningún estorbo en su plan bien definido de destrucción de la Nación española para sustituirla por nuevos estados territoriales “de entre seis o diez millones de habitantes”, como Cataluña o Euskal Herria. Los colaboradores del sanchismo lo saben, pero su estatus depende de no saberlo.
Quienes votan sanchismo tendrán que pensar si es compatible ser de izquierda y fortalecer políticas supremacistas
Es un gravísimo error, o algo peor, interpretar la persecución del castellano en Cataluña- véase el informe demoledor de la Asamblea por una Escuela Bilingüe-, Baleares o Navarra como un simple conflicto lingüístico. Es mucho más, es un arma al servicio de un objetivo político. Y en esa guerra el PNV va ganando por goleada. Según el propio observatorio del gobierno vasco, los ciudadanos partidarios de la independencia están en el 20% y -¡milagro!- los parlamentarios vascos que se declaran independentistas son casi un 60%.
¿Cómo se consigue? Tomándole la medida al viejo bipartidismo, ese que, ante la crisis política, muchos dicen añorar, como Mariano Rajoy cuando declara a EL ESPAÑOL: “Le diagnostico muy buena salud al bipartidismo”. Urkullu, encantado. Con ellos ha conseguido que el 70% de los vascos, que no pueden acreditar conocimiento de euskera, tengan vedado ser funcionarios.
Esto no va de izquierda vs. derecha. El soberanismo ha elegido enemigo y, en ese contexto, se sitúa la ofensiva contra Rivera, el único líder nacional que ha mantenido con coherencia la guerra al viejo bipartidismo, el que está acostumbrado a pactar con secesionistas. Quieren que se resigne a ser bisagra, ahora con el PSOE, ahora con el PP. Se dice que no puede ser otra cosa, que nació para eso, como si no viéramos qué ocurre en Europa, donde los verdes alemanes han dejado de ser bisagra, donde los dos grandes partidos históricos ya no pintan nada en Francia, o donde la estructura partidaria conocida de Italia ha pasado a mejor vida.
Se ha llegado a utilizar la idea de la Tercera España de don Salvador de Madariaga para justificar esta presión al líder de Cs. ¿Una España reducida a simple bisagra? No han debido leer bien a Madariaga, el mismo que con humor advierte sobre convertir a España en una Yugoespaña. Pero la cuestión central no va de bisagras, va del debate público que permita fortalecer la causa de la España constitucional frente a sus enemigos.
Ciudadanos será útil en la actual coyuntura política de España, no por liderar la derecha, aunque tendrá que hacer pie institucional donde pueda, sino por liderar la batalla contra el bipartidismo, con Sánchez o con Casado al frente, y contra el bicho soberanista que lleva dentro. Quienes votan sanchismo creyendo que votan PSOE tendrán que reflexionar sobre si es compatible ser de izquierda y contribuir al fortalecimiento de las políticas supremacistas en gran parte de España. Yo pienso que no, ¿y usted qué piensa?
*** Jesús Cuadrado Bausela es geógrafo y ha sido diputado nacional del PSOE en tres legislaturas.