Sánchez desveló las líneas maestras de su regeneración democrática. Asfixiar a los medios hostiles en un proceso que evitó concretar. Feijóo pulverizó sus argumentos con un: No estaría hoy aquí si no fuera porque su esposa está en los tribunales
«Era estupendo quemar», piensa Guy Montag, el protagonista de Fahrenheit 451 en el arranque de la novela de Bradbury. «Es estupendo censurar», parecía meditar Sánchez al entrar este miércoles en el Hemiciclo, junto a la desinhibida vice-uno, Emejota Montero, antes de exponer las líneas maestras de su plan de regeneración democrática con el que pretende acabar de una vez por todas con los medios que se muestran reticentes al aplauso, cual si fueran futbolistas de la selección nacional. Todos Carvajales. Desplegó para ello una retahíla de propuestas, iniciativas, excusas, topicazos, bobadas y fruslerías con los que intenta justificar la puesta en marcha de la apisonadora chavista con la que, allá por septiembre, arramblará con toda voz crítica del panorama informativo nacional. España se convertirá en la Cenicienta democrática de la UE, en la abandona reliquia de un Estado de derecho en vías de extinción.
Apenas minuto y medio precisó Feijóo para desbaratar el trampantojo de Sánchez. Un simple argumento, directo a la mandíbula del proponente, desmontó el penoso teatrillo. «La única razón por la que está usted hoy aquí es que la mujer del presidente está siendo investigada en un juzgado por presuntos delitos de corrupción y tráfico de influencias, que su hermano está también en sede judicial por cinco presuntos delitos, que su gobierno y su partido están siendo investigados en tres instancias diferentes por mordidas y prebendas a cargo del erario público y porque su Fiscal General del Estado está siendo investigado por revelación de secretos. No hay nada más. Esto es otra milonga».
¿A qué andarse con circunloquios o componendas? Quedó atrás el tiempo de las insinuaciones y las sutilezas. Sánchez pretende arrasar con los medios informativos escrupulosos de la ética y Feijóo se mostró dispuesto a impedirlo. Al menos de palabra, luego se verá el cómo y el con qué. No tuvo su día el presidente. Tanta expectación alimentada durante semanas sobre sus cacareados propósitos -‘regeneración democrática’- se evaporó en menos de lo que Escrivá, ese selenita macrocéfalo, tarda en exhibir sus tres primeros bostezos de la mañana. Se le veía absorto pensando en la decoración de su despacho de Cibeles.
En lugar de amordazar a los periódicos, lo tiene bien fácil: «O lo explica o lo denuncia», le dijo Feijóo. Y le mostró un pen con 3.000 páginas sobre las andanzas de la dona y el hermano. «¿Si no es verdad, si todo es bulo, por qué no ha ido a los tribunales?»
En contra de lo que propugnaba el protagonista de la sesión, no se trata de una iniciativa en defensa de la democracia. Es, sencillamente, la ley Begoña, fraguada durante los cinco días de asombroso retiro de Sánchez en Moncloa. En ese tiempo, el gran narciso alimentó su ira contra los jueces, mascó su venganza contra la información independiente y pergeñó esta embestida frontal contra todo quien ose un ápice de disidencia. De esas horas de ocio, sin agenda ni interrupciones, emergió, potenciada y acerada, la obtusa letanía de la máquina del fango, el bulo y los pseudomedios que han cacareado todas las cotorras del sanchismo con insistencia ovina. Y ahí también se gestó esta iniciativa con la que Sánchez persigue dos cosas: minimizar cualquier efecto negativo sobre su familia en sus andanzas por los tribunales y, naturalmente, despojar de cualquier responsabilidad política a esa apoteosis de corrupción que les rodea.
Feijóo lo dijo muy clarito: lo sabía y lo tapó. Lo de su esposa, naturalmente. Lo sabía cuando se lo preguntó él mismo en sede parlamentaria o cuando se le deslizó en alguna entrevista. «Moncloa es una sede de negocios familiares», le espetó. Las visitas de Barrabés, el ‘padrino’ académico y empresarial de la señora, las cartas de recomendación, las adjudicaciones millonarias del gobierno, la inaudita cátedra de una ni siquiera licenciada… En lugar de amordazar a los periódicos, lo tiene bien fácil: «O lo explica o lo denuncia», le dijo Feijóo. Y le mostró un pen con 3.000 páginas sobre las andanzas de la dona y el hermano. «¿Si no es verdad, si todo es bulo, por qué no ha ido a los tribunales?»
No es Europa, es Begoña. No son ‘los bulos de la ultraderecha’, es su hermano que no paga impuestos ni acude a su centro de trabajo. No son ‘las técnicas de desinformación’ son los casos Koldo y Dominicana
La palabrería que desplegó Sánchez para justificar sus propósitos represores movían a la hilaridad. Hasta en la bancada socialista hubo un par de semovientes que parecían sucumbir al rubor. Justificó un venidera guadaña en un reglamento europeo aprobado hace unos meses que subraya exactamente lo contrario. Se trata de una iniciativa de la UE en defensa de la libertad de información y contra las injerencias de los poderes públicos. ¡Europa, Europa!. El insistente recurso del aprendiz Bolaños. Los estados de alarma de la pandemia, el indulto de los golpistas, la amnistía de los delincuentes… todo viene de directrices europeas. Y ahora, el Fahrenheit contra los ‘tabloides’, un argumento tan lábil como una ecuación aritmética explicada por Yolanda Díaz. Dan ganas de decirle al triministro del Ala Oeste lo que Greta Garbo les endilgaba a algunos pretendientes: «Oh, pobrecito mío, ¿cuándo dejarás de ser tan lastimoso y estúpido?»
No es Europa, es Begoña. No son ‘los bulos de la ultraderecha’, es su hermano que no paga impuestos ni acude a su centro de trabajo. No son ‘las técnicas de desinformación’, son todos los casos Koldo y Air Europa que brujulean por los tribunales.
«¿Usted qué se cree?. Usted debe rendir cuentas a los españoles», fue la sonora pregunta del dirigente del PP. Abascal, luego, colgó del Hemiciclo otro interrogante que se hacía un hueco llamativo en el guion: «¿A cuántas empresas cotizadas telefoneó usted para que recibieran a su esposa?. Suba aquí y contésteme. Sólo quiero que me responda a eso». No hubo tal, naturalmente.
En la interminable réplica, el jefe del Gobierno, deslavazado e inconexo, incurrió en esa carcajada mefistofélica que se le escapa cuando las cosas se le tuercen, cuando no encuentra argumentos, cuando el horizonte sólo le permite la mentira o la dimisión. Lejos de explicar los ardides de Begoña, se escabulló por los montes de Galicia de la mano de Fariña, sí, Fariña, «esto está peor de lo que pensábamos», se comentaba por lo bajo entre algunos socialistas. Lejos de despejar las dudas judiciales que sobrevuelan su matrimonio, optó por escarbar en el divorcio del PP con Vox con bromitas de monologuista debutante, de truhán pillado en falta, de un Zapatero mareado.
Pretende el presidente del Gobierno poner en marcha la motosierra de las libertades a la vuelta del verano, luego de conversar con sus socios de investidura (la vocera de Bildu no evitó señalar, como hacía en tiempos de ETA, a periodistas por su nombre), con algunas asociaciones profesionales proclives al aplauso, y seguramente con la propia protagonista de la aventura, su esposa, quien este viernes acude de nuevo a la Plaza de Castilla, acompañada quizás por esos cientos de uniformados de Marlaska que la acompañan en sus deposiciones ante los tribunales.
Dado que el tránsito los suyos ante los jueces continuará imparable, el cabreo del personaje seguirá in crescendo, lo que alimentará aún más sus ganas de llevar cabeceras a la hoguera
El mecanismo propuesto por ‘el hombre bulo’, como le dijo el líder del PP, es lineal y sencillo. Estrangulamiento financiero de los medios objetivos mediante presiones a anunciantes y controles espúreos de audiencias. Al tiempo, cien millones para la prensa el movimiento. Sánchez argumenta que las redes conducen a los ciudadanos a los malos pensamientos y eso hay que enmendarlo. No es posible que haya gente que crea que la economía va mal, que el cambio climático es un timo o que el CIS sea un prodigio de demoscopia ejemplar. Dado que el tránsito los suyos ante los jueces continuará imparable, el cabreo del personaje seguirá in crescendo, lo que alimentará aún más sus ganas de conducir algunas cabeceras informativas a la hoguera. «Es estupendo quemar«, pensará mientras acaricia ya las imágenes de su particular Fahrenheit, su pira purificadora de disidentes y demás escribidores molestos. La ceremonia del exterminio está ya a punto. Como susurraba ese guía espectral en el décimo canto dantesco, «no estáis aún en el infierno».