Alberto López Basaguren-El Correo
- El sistema autonómico tiene problemas a los que es necesario dar solución; de su buena salud depende el buen gobierno del país
Recientemente, Javier Zarzalejos publicaba en este diario un artículo (‘Espejismo federal’) en el que descalificaba las propuestas federales para nuestro país. Exponía una clásica teoría apegada al surgimiento de las dos primeras federaciones modernas -Estados Unidos y Suiza- que los estudios en este campo han convertido hace mucho tiempo en obsoleta. Sobre ese telón de fondo, el argumento fundamental para su rechazo es simple: no sirve como solución por su incapacidad para satisfacer a las fuerzas nacionalistas catalanas y vascas.
Como asociación federalista defendemos la necesidad indispensable de asumir de forma nítida la perspectiva federal para conducir el desarrollo futuro del sistema autonómico y de la integración europea. Tenemos la convicción de que el sistema autonómico ha sido, junto al establecimiento del sistema democrático, el mayor acierto del sistema político instaurado en 1978. Pero la regulación constitucional es, tras más de cuatro décadas, manifiestamente inadecuada.
En el momento de elaborarla estaban sin despejar incógnitas que España, históricamente, no había sido capaz de resolver. Se necesitaba tiempo -y estabilidad política- para hacerlo. La Constitución estableció los procedimientos que han permitido lograrlo, pero ya han agotado su función; lo que queda operativo es manifiestamente insuficiente: carece de la regulación necesaria que configure de forma idónea tanto el buen gobierno del conjunto del sistema como los autogobiernos territoriales, de forma que el reconocimiento de la diversidad sea plenamente compatible con la garantía de la estabilidad política.
Los efectos de esta situación están siendo crecientemente negativos: la pretensión de cubrir por parte de los Estatutos esa ausencia de regulación; la configuración de soluciones parciales con ocasión de negociaciones de gobernabilidad en el Congreso con minorías nacionalistas -práctica utilizada por los dos partidos que se han sucedido al frente del Gobierno- o la incapacidad de hacer frente a cuestiones esenciales del sistema. Con ello, se está arruinando la coherencia y estabilidad de lo construido en estos decenios.
El sistema tiene problemas y es necesario tratar de darles solución. De la buena salud del sistema autonómico depende el buen gobierno del país. Y, además, es indispensable para poder afrontar con solvencia el reto de quienes, a través de reclamaciones secesionistas, pretenden la ruptura del sistema. Es difícil entender la capacidad del secesionismo para convencer a una parte significativa de la sociedad de que la ruptura era necesaria -como ha ocurrido en Cataluña- sin tener en cuenta el papel fundamental que los problemas del sistema autonómico han desempeñado en su discurso. La experiencia de otros países al encarar reformas en crisis similares es una lección que deberíamos aprender.
El federalismo es la única plataforma desde la que se puede encarar el reto secesionista con solvencia política democrática
De nuestra capacidad para resolver los problemas que tenemos entre manos depende el éxito o fracaso de nuestra convivencia democrática. Problemas que no son exclusivos de nuestro país, aunque en cada uno tengan características peculiares. La cuestión es con qué bagaje, con qué instrumentos los afrontamos. Tras más de cuatro décadas de desarrollo del sistema autonómico estamos en el mundo de los sistemas federales, como coincide la práctica totalidad de los estudios sobre federalismo; no hay más que compararlo con el sistema regional italiano. O nos situamos en la referencia federal, de donde podremos sacar muchas enseñanzas de provecho, o seguimos caminando a ciegas y sin referentes. Hay cuestiones esenciales, como el sistema de financiación o la convivencia multilingüe, por poner dos ejemplos de actualidad, en las que la experiencia de otros sistemas federales sería enormemente clarificadora.
Las asociaciones federalistas integradas en Por una España Federal no pretendemos ambientar ninguna negociación, ni tratar de satisfacer a las fuerzas políticas nacionalistas. Lo hacemos porque creemos que es la perspectiva más fructífera para ayudarnos a encarar nuestros problemas y tratar de solucionarlos de forma razonable. Y, a la luz de la experiencia en otros países con retos similares, tenemos el convencimiento de que es la única plataforma desde la que se puede encarar el reto secesionista con solvencia política democrática.
Quienes rechazan la propuesta federal tendrían que plantearse la razón de su empecinamiento en negarse a asumir la única opción que ha demostrado capacidad de gestionar de forma democráticamente adecuada sociedades plurales como la nuestra. ¿Por qué rechazan para España lo que alaban fuera de ella? Ni en Suiza ni en Canadá -por poner dos ejemplos relevantes- gustaba a los comensales el menú federal; lo aceptaron, no sin dificultades, como la única alternativa que garantizaba la convivencia. Es lo que, ya más de siglo y medio, les ha permitido sobrevivir en paz como sociedades democráticas.