Los testigos de Legutiano no han podido recuperarse de las secuelas, y ya se oyen voces en los aledaños del Gobierno que confían en la evolución de Batasuna: ni una sola palabra en público contra ETA, pese a lo cual creen que la condenarán, si no para, y este gesto bastará para legalizarles. La oscuridad como metáfora del mal, el miedo, la ignorancia.
Al contrario de lo que pudiera parecer a los legos, quienes sufren cerca de sí la explosión de una bomba no ven un fogonazo, sino justamente oscuridad. Los dos testigos del atentado contra la casa cuartel de Legutiano en el que murió el sargento Juan Manuel Piñuel eran agentes de la Guardia Civil y matrimonio, y lo declararon así ayer, en la primera jornada de la vista contra los presuntos asesinos.
«De repente vi la oscuridad y pensaba que había muerto», dijo él. «Primero fue la oscuridad y luego el sonido de la explosión», corroboró ella, con voz aún temblorosa y en un estado de nervios que no ha cesado desde la madrugada del 14 de mayo de 2008. El sargento Piñuel trataba de hacer una llamada de emergencia a la Central Operativa cuando murió aplastado entre los cascotes de lo que fue la sala de comunicaciones del cuartel.
El sargento Piñuel era la tercera víctima de ETA en la localidad. La primera se produjo el 12 de octubre de 1975, cuando Legutiano aún era Villarreal de Álava. Un taxista de Mondragón llamado Germán Aguirre fue contratado por un cliente para que lo llevara a Villarreal, donde el viajero y sus cómplices le dispararon ocho tiros y abandonaron su cuerpo y el taxi a 500 metros escasos del cuartel de la Guardia Civil.
El 18 de agosto de 1986, el coronel José Mª Picatoste, que era muy conocido en la localidad -ya Legutiano- salió del restaurante Astola, donde había ido a tomar café, después de una comida en familia. Dos etarras salieron tras él y le dispararon en el momento de subir a su vehículo.
La abogada defensora del procesado Aitor Cotano es la dirigente de Batasuna y letrada de la defensa de Arnaldo Otegi, Jone Goirizelaia, lo que da pie a un par de reflexiones adicionales: los presuntos asesinos de Piñuel gozan de cierta relevancia política y social en la izquierda abertzale, a juzgar por el nivel de la asistencia letrada de que gozan. Batasuna no debe de tener mucho ascendiente sobre ETA: si ni siquiera consiguen que se ahorren los desplantes al tribunal, ¿cómo se las arreglarán para convencerles de que depongan las armas?
El atentado de Legutiano se produjo 16 meses y medio después de la explosión de la T-4. Hoy, dos años después de la barbarie, el atentado es una tragedia íntima para la familia de Piñuel y para sus compañeros supervivientes del atentado. Los restos de la casa cuartel, reducida al estado de ruina, fueron demolidos un mes más tarde.
Aunque los testigos no han podido todavía recuperarse de las secuelas, ya se oyen voces en los aledaños del Gobierno que confían en la evolución que, según ellos, está desarrollándose en el interior de Batasuna. No se ha oído una sola palabra dicha en público por los dirigentes abertzales contra ETA, pese a lo cual creen que condenarán a la banda, si ésta no para, y este gesto bastará para legalizarles. La oscuridad como metáfora del mal, el miedo, la ignorancia. Deberían conocer un precedente que no significó gran cosa. Al día siguiente del asesinato del coronel Picatoste, hace 311 asesinatos, un concejal de Herri Batasuna en Legutiano, José Enrique Martínez de Sarriá, apoyó la moción del Ayuntamiento en la que se consideraba a la víctima «un hombre de bien» y se condenaba su asesinato.
Santiago González, EL MUNDO, 24/11/2010