Iñaki Ezkerra-El Correo
- Quienes lamentaban que EE UU nos colonizó lo hacen ahora por la desprotección
Son paradojas de la política española, que era populista antes de que llegara el populismo: la misma OTAN, que era considerada por una parte de nuestra izquierda como una arrogante representación del imperialismo yanqui y por la otra parte como un mal necesario, adquiere un inusitado prestigio en estos días en que es cuestionada por el discurso antieuropeo de Trump y su equipo, que ha quedado patente en la famosa filtración de Signal. Los mismos que lamentaban que Estados Unidos nos había colonizado militarmente lamentan ahora que nos haya desprotegido. No hay como amagar que te largas de un sitio para que te echen de menos los que decían que allí sobrabas. Y luego está ese tipo de gente que valora o repudia una misma causa según quien la defienda. La OTAN era un mal a deplorar y a temer hasta que también la ha denostado la pandi trumpiana y la ha convertido en un bien a valorar. Ahora lo deplorable y temible es la amenaza de su desmantelamiento. La paradoja pasa a convertirse directamente en contradicción cuando el sector más extremista de la izquierda ve un signo de abyección en la identificación de Trump con Putin que ella misma ha profesado desde el inicio del conflicto.
El populismo viene de antes, sí. Viene del giro que dio el propio Felipe González cuando ganó las elecciones del 82 y abandonó de forma repentina la bandera anti-OTAN que había agitado contra la UCD hasta aquellas fechas. Viene del referéndum del 86 en el que el PSOE se distanció del resto de la izquierda, que seguía anclada en un romanticismo antiatlantista. La apuesta pragmática del PSOE por la OTAN no estuvo, sin embargo, exenta de contradicciones. Una de ellas la encarnó Carme Chacón, que abrazó la cartera de Defensa en 2008 cuando se había declarado pacifista, y que contribuyó a ese concepto del Ejército español como una oenegé o una orden misionera. El propio José Bono, que había ocupado ese mismo ministerio entre 2004 y 2006, cambió, solo asumir su cargo, el último verso del soneto que se lee en los actos castrenses de homenaje a los miembros de las Fuerzas Armadas caídos en acto de servicio. Donde decía «(…) no supieron morir de otra manera», él metió la zarpa y puso: «(…) no supieron vivir de otra manera». Por lo que se ve, morir en la defensa del propio país le debió de parecer algo inadmisible y políticamente incorrecto a un tipo conocido por su proverbial sensibilidad poética.
De este modo, las piruetas que ha hecho Sánchez para esquivar la palabra ‘rearme’ o las declaraciones que hizo en 2014 según las cuales suprimiría el Ministerio de Defensa llueven sobre mojado. No todo lo que Sánchez hace es inédito. Lo que sí lo es es este prestigio en alza de la OTAN, este llanto general por ‘la bicha’ que algunos quieren enterrar viva.