Ese problema de la falta de cuadros preparados no se compensa con el voluntarismo de la organización y tarde o temprano se refleja en esa pérdida de capacidad terrorista. Tal vez por eso algunos miembros de ETA han expresado su escepticismo ante las nuevas propuestas de reestructuración de sus jefes.
Hubo un tiempo en el que ETA era una potente organización clandestina estructurada en torno a tres grandes aparatos, el político, el militar y el logístico, de los que dependían otras ramificaciones menores. Los responsables de esas tres ramas eran los jefes todopoderosos de la dirección de ETA. En la cúpula etarra eran todos prescindibles menos esos tres dirigentes.
En los viejos buenos tiempos de los terroristas, el aparato logístico de ETA construyó zulos subterráneos de grandes dimensiones debajo de las casas de algunos amigos franceses que les daban cobertura. Fue a principios de los ochenta cuando crearon esas instalaciones bajo tierra en las que almacenaban las reservas estratégicas de armas en cantidades suficientes para dotar a un regimiento de los de antes, en las que fabricaban explosivos o granadas de carga hueca, en las que guardaban piezas para fabricar diez mil subfusiles UZI que iban montando poco a poco o en las que depositaban los millones de los secuestros metidos en bidones de plástico.
Eran escondites tan secretos que hasta los jefes del aparato logístico, los pocos que conocían su ubicación, para acceder a ellos tenían que llegar a la casa metidos en el maletero de un automóvil, como hacía ‘Iñaki de Rentería’ para entrar en ‘Txernobil’, el zulo construido en Riviere (Las Landas).
La banda fue perdiendo aquellas infraestructuras, algunas después de veinte años de uso, y, al perderlas, descubrió que cada vez que una de esas instalaciones caía en manos de la policía el daño para ETA era tan grande como el zulo. Así que fueron renunciando a los grandes escondites y los cambiaron por zulos en el monte de andar por casa, con una capacidad pequeña comparada con las infraestructuras subterráneas de los ochenta.
No sólo cambiaron de modelo de zulos, sino que, incluso, cambiaron de estructura de organización. Como no se fiaban del aparato logístico tradicional porque creían que estaba infiltrado por la policía, la estructura militar creó su propia logística. Eso incrementó el poder del jefe de los comandos de ETA, pero a largo plazo no ha supuesto un aumento de la seguridad ni de la eficacia de la banda terrorista.
La falta de eficacia es lo que le ha llevado a poner en marcha una nueva reorganización interna, tarea en la que se encuentra ahora: «Llevar a cabo esa reestructuración y renovación general es la respuesta que tiene que dar la organización para desarrollar su camino con eficacia», afirma un documento interno de ETA que establece la seguridad y la compartimentación como piedras angulares sobre las que debe asentarse la remodelación del grupo.
Eco mediático mundial
Los recientes atentados de Burgos y Mallorca evidencian que los terroristas mantienen capacidad para causar desgracias, aunque no sean tantas como en el pasado. No hay más que comparar los datos: entre 1978 y 1984, ETA cometió una media de 20 atentados al mes, mientras que en un periodo similar de tiempo, entre 2002 y 2008, la media registrada es de 2,6 atentados al mes. Puede hacer mucho daño, aunque no tanto como el que ha causado antes.
La espectacularidad del ataque de Burgos y el doble crimen de Mallorca, concentrados en apenas veinticuatro horas, dieron a la reaparición etarra un gran eco mediático en todo el mundo, que transmitió la idea de una organización terrorista poderosa. Ahora, apenas veinte días más tarde, se ve la otra cara de la moneda: la de una ETA acosada en Francia, a cuyos dirigentes la Policía les pisa los talones.
Hace apenas mes y medio agentes franceses capturaron una célula de la ‘logística militar’ de ETA y ayer fue detenida otra, la que había ocupado el lugar de la primera. La celeridad en las caídas de los cuadros dirigentes es uno de los problemas principales para la banda que no está en condiciones de hacer una sustitución eficaz de aquellos que ocupan los puestos de responsabilidad en las estructuras de dirección en Francia.
Para cubrir esas lagunas en su organigrama, la banda tiene que echar mano de militantes que carecen de experiencia, pero que ascienden rápidamente por falta de personal cualificado. Dos de los tres detenidos ayer, por ejemplo, no han formado parte de comandos de ETA ni se tiene conocimiento de que hayan intervenido en atentados antes de huir de su domicilio. Pero una vez que pasaron a la clandestinidad se encontraban ya realizando tareas en la estructura en Francia. Les hubiera bastado pasar un poco más de tiempo y que los detenidos fueran sus jefes, y no ellos, para encontrarse en puestos de mando.
Ese problema de la falta de cuadros preparados no se compensa con el voluntarismo de la organización y tarde o temprano se refleja en esa pérdida de capacidad terrorista. Tal vez por eso algunos miembros de ETA han expresado su escepticismo ante las nuevas propuestas de reestructuración de sus jefes: «Queda claro que una cosa es la teoría y otra cosa es llevar a la práctica esa teoría. Hace cuatro o cinco años se recogían en otra nota propuestas, proyectos y teorías, pero ¿dónde han quedado esos proyectos?», se preguntaba hace unos meses uno de esos etarras descreídos que todavía espera respuesta.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 20/8/2009