LUIS VENTOSO, ABC – 17/05/15
· El país se está olvidando totalmente del Noroeste, camino del páramo demográfico.
Desde la llegada de la democracia hasta nuestros días, España ha girado el cuello hacia un lado. Solo parece importar lo que ocurre desde Madrid hacia el Este. Vamos camino de tener un país hemipléjico, con un costado vivo y otro atrofiado. Mientras el nacionalismo catalán hastía a todos los españoles con un victimismo falsario, que escamotea la constante discriminación positiva en favor de esa región (véanse los aranceles del textil), el Atlántico y el Cantábrico han sido olvidados. Quedan relegados a reductos pintorescos, reservas gastronómicas para una gira rápida de buen yantar, o para un poco de eso que se ha dado en mal llamar «turismo rural».
Asturias inició el siglo XX como un lugar de esperanza industrial, asociada a su minería. Cantabria era también un pequeño faro fabril; por algo fue simiente del coloso que hoy se llama Banco de Santander. El País Vasco emergía como la meca de la siderurgia y de la mejor banca, y gozaba de una potente industria asociada a lo naval. Bilbao era nuestro modesto Londres (y disculpen los bilbaínos que haya llamado «modesta» a la capital del mundo). En los años setenta, cuando yo era un escolar coruñés, nos llevaban de excursión al cercano Ferrol para ver las botaduras de los superpetroleros de Astano. Qué asombro ver caer al mar aquellos inmensos leviatanes.
Qué orgullo saber que nuestros astilleros miraban a los ojos a los mejores de todos los continentes. Luego, de un plumazo, sin dar nunca una explicación profunda, Felipe González inmoló todo aquello en el altar de la negociación con Europa. Sacrificar la industria naval del Noroeste le salía barato: Galicia, buenos para trabajar, malos para protestar. ¿Habría acometido González la misma cirugía de hierro en Barcelona, Madrid o en su Andalucía, a la que en 1992 primó –acertadamente– con un AVE que aún hoy, 2015, no ha llegado al Noroeste y que insolidarios como CiU y Rivera piden ya que no se haga nunca?
Hace unos días conocí en Londres a un encantador matrimonio de Oviedo, profesionales cualificados de vidas prósperas. Resultaba desolador escucharles contar el declive de Asturias, sin nervio, anestesiada por el placebo efímero de la subvención. En Galicia, los hijos mejor preparados de todos mis amigos hacen la maleta para estudiar en Madrid y ya no vuelven. Ni siquiera el aún próspero País Vasco tiene buen futuro. Aunque sus extraordinarias ventajas fiscales le maquillen todavía el rostro, no crea industrias como las que levantó antaño, otras agonizan (Fagor) y ha perdido gancho para atraer capitales y trabajadores del resto de España. Los que poblaron la margen izquierda de la Ría, hoy se irían todos a Madrid, el nuevo imán de progreso.
El Cantábrico, Castilla-León y Galicia van camino del paro demográfico, en una España que ya solo se quiere mediterránea y meridional. Y eso se llama literalmente perder el Norte.
LUIS VENTOSO, ABC – 17/05/15