IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El socialismo incorruptible que iba a regenerar Valencia tenía un montón de basura acumulada en su propia trastienda

Hombre, Valencia, mira tú. Resulta que el socialismo redentor de la corrupción pepera, el turbión progresista que ventiló la hedionda atmósfera de los años del dinero turbio, la ostentación hortera y los negocios fáciles y rápidos, guardaba en la trastienda un montón de estiércol putrefacto. Que mientras alrededor de Zaplana y Camps fulgía una pléyade de comisionistas, intermediarios y políticos aficionados a amañar concursos a cambio de mordidas y regalos, en la acera de enfrente también había un puñado de listos con buenos contactos en los pasillos del poder donde se adjudican los contratos. Unos dominaban el cabildeo autonómico y con sus manos largas movían hilos en eventos oficiales, ferias de turismo, carreras de coches y hasta visitas del Papa; otros vivaqueaban al calor de las obras públicas del Gobierno –zapaterista– de España. Y todos con el mismo manual de procedimiento: empresas-tapadera, licitaciones a la carta, una parte para ellos, otra para el partido, una caja B confesa para financiar campañas. El pantano de la venalidad, la metáfora que Chirbes utilizó como telón de fondo de una época aciaga, tenía las dos orillas anegadas. Hasta ha aparecido un extesorero deshonesto… y no era Bárcenas.

Sí, fue hace mucho tiempo. Tanto como de aquellos trajes que desencadenaron la cacería de un hombre cuyo exceso de coquetería le costó la carrera, el futuro y la reputación por culpa de un presunto –y al cabo falso– cohecho. Tanto como de los ERE que han acabado con un racimo de exdirigentes andaluces presos. Tanto como para que prescriban algunos delitos, o quizá menos porque la jueza del ‘caso Azud’ investiga también episodios de tráfico de favores bastante más modernos. Hasta antier mismo, según ciertos mensajes intervenidos en la pesquisa y las declaraciones de algunos testigos. Cuando ya gobernaba la región el benéfico tripartito y los altos cargos se reunían con conseguidores que demandaban trato preferencial para sus clientes y amigos. En la etapa en que la vicepresidenta de la Generalitat, la estrella emergente de Compromís, está acusada de encubrir abusos de su antiguo marido. Éste el brillante período de integridad institucional y juego limpio abierto por el pacto de izquierdas y su programa de regeneracionismo.

Como se trata de gente situada en el lado correcto, el escándalo permanece encapsulado en una burbuja de silencio, en los márgenes del circuito hegemónico de los medios. No merecerá 169 portadas, ni abrirá tertulias nacionales y noticieros, esos espacios reservados para cuando un concejal de derechas hace una cacicada en su pueblo. Y los que sí hablamos del asunto respetaremos la presunción de inocencia a que los implicados tienen derecho. Por ahora, y hasta que la justicia establezca responsables concretos, basta con la constatación de que la realidad siempre acaba poniendo a todo el mundo ante su espejo.