ABC 11/10/15
BIEITO RUBIDO
Alo largo de la crónica histórica conocida de nuestro país, nunca se han destinado más recursos, más esfuerzo ni más presupuesto público que ahora a la preservación y fomento de la lengua y culturas vernáculas. Y nos parece bien. El catalán, el gallego y el euskera gozan hoy de una protección oficial desconocida. Cientos de millones de euros del erario público se invierten en academias de la lengua, institutos de idiomas, consejos de la cultura, edición de libros y diccionarios, rotulaciones toponímicas y demás plasmaciones del habla regional. Es probable que existan pocos países en el mundo –por no decir ninguno– que hagan tanto esfuerzo en aquello que no es común al conjunto de sus ciudadanos. Por poner un ejemplo, el catalán nunca fue tan divulgado, tan considerado, tan promocionado, tan primado ni tan estimado como en este preciso instante. Por eso no se entiende a quienes polemizan sobre singularidades, supuestos encajes o respeto a las idiosincrasias. De lo que va siendo hora es de respetar más lo que nos une que lo que nos separa, porque las singularidades están más a salvo que nunca.