Alberto Ayala-El Correo
Qué respuesta planea dar Pedro Sánchez a la gravísima crisis en que se hallan sumidos el PSOE y el Gobierno de España por las presuntas corruptelas protagonizadas nada menos que por los dos últimos secretarios de Organización del partido, el exministro José Luis Ábalos, y el navarro Santos Cerdán, además del exportero de puticlub y chico para todo Koldo García?
¿El todavía presidente del Gobierno de coalición progresista podría llegar a plantearse dimitir y convocar elecciones generales anticipadas? ¿Tal vez someterse a una cuestión de confianza? ¿Seguir en Moncloa pero convocar un congreso federal del PSOE para que el partido elija un nuevo líder para el futuro? ¿O, simplemente, volver a repetir que el caso de corrupción se circunscribe a las tres personas antes citadas, que él no se enteró de nada, que las mordidas no iban destinadas a la financiación del PSOE y que, por tanto, él va a seguir en Moncloa y que en septiembre reabrirá la pagaduría, la ventanilla de pagos a los socios, para que mantengan el apoyo al Ejecutivo y poder estirar la legislatura hasta que se pueda?
A tenor de las señales que emiten tanto medios socialistas como los socios de investidura, da la impresión de que Pedro Sánchez pretende superar los dos ‘marrones’ que tiene señalados en su agenda -el comité federal del PSOE de este sábado, y el pleno del Congreso del próximo miércoles 9- minimizando daños. Esto es, tragándose las durísimas críticas que le llegarán de la izquierda y, sobre todo, del PP y la ultraderecha, renovando la ejecutiva federal socialista y anunciando medidas para luchar contra la corrupción ya veremos de qué profundidad.
El presidente juega con dos enormes ventajas: PP y Vox siguen sin encontrar ni un solo aliado para plantear una moción de censura y sacar a Sánchez de La Moncloa por sus planteamientos políticos. No, al menos, mientras la lista de socialistas corruptos no se amplíe y no aparezcan pruebas que vinculen las mordidas a la financiación del PSOE. Además, el sanchismo controla férreamente su partido y es altamente improbable que se tope con mayorías que le exijan la dimisión.
Así pues, no nos engañemos: la llave del futuro inmediato de la política española la tienen los grupos parlamentarios, claro. Pero, sobre todo, los tres imputados, si deciden tirar de la manta o no; el juez y la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.
Sánchez sueña con que el actual momento de máxima zozobra, en que ha perdido el control de la agenda y del tempo políticos, se diluya un tanto con la llegada de las vacaciones estivales, pese a las ofensivas de PP y Vox, que no pararán. Si no aparece más ‘mierda’ que le salpique a él, a su partido o a su Gobierno, septiembre se presenta casi como un oasis para la mayoría de investidura. Una oportunidad de continuar con una agenda social imprescindible para futuras citas con las urnas. Además de que semana tras semana arrancarán juicios por corrupción que afectan al PP.
En este caso, ¿hasta dónde estaría dispuesto el presidente a ceder para mantenerse en Moncloa? ¿Tragaría con la exigencia del PNV de transferir a Euskadi el régimen económico de la Seguridad con ruptura de la caja única? ¿Los referendos de autodeterminación de Euskadi y Cataluña seguirán siendo una línea roja o se quebrará como sucedió con la amnistía? Sería un suicidio para el PSOE. Veremos.