En el país de la abstención, donde el Estatuto fue promovido por una izquierda que quería ser más nacionalista que los nacionalistas… surge Ciutadans, este fenómeno llamativo por el que no dábamos ni dos céntimos. Pero las condiciones clamaban para que se diese, ante el abatimiento de muchos porque al llegar el PSC a la Generalitat las cosas no fueron mejores, sino peores.
Desde hace unos años, desde que la política dejó de ser una práctica entre caballeros, cuando las críticas se empezaron a tomar muy mal negándole cualquier utilidad, aunque el padecerlas se suponía iba en el cargo – “a ese usted me lo quita de la nómina por deslenguado”-, el argumento para defenderse empezó a ser el de “y usted más”, o el uso del ventilador, que dicen los finos. Al final, en vez de que la crítica se vea como un instrumento a la búsqueda de soluciones -no sólo la crítica, la mera argumentación no servil- lo único que parece entenderse del ejercicio de la libre expresión es que su fin exclusivo es la mera confrontación y cargarse al otro. A este paso vemos que las comisiones de investigación no sirven absolutamente para nada y que cualquier opinión por sensata que fuere si se sale de lo admitido partidistamente, ya ni siquiera de lo correcto políticamente, o simplemente por el hecho de provenir del otro, es machacado por izquierdas y derechas.
La irrupción de Ciutadans en la política catalana tiene ya detractores por todos los lados. Salirse de los usos y costumbres, de las formas dialécticas que ha impuesto la relación entre el PSOE y el PP, parece que no gusta a ambos –existe preocupación porque la fórmula no se extienda a otras regiones-, pero es que en algún momento tenía que darse que la presión ambiental, sumado a ello que Cataluña es la sociedad política más cursi y opresiva que hay en toda España como consecuencia de la hegemonía nacionalista, se viera superada y quebrada. Al borde de la desesperación sus promotores osaron dar una oportunidad a que un determinado electorado se pudiera expresar y no engrosara el amplio mundo de los abstencionistas. Es lo trágico de la democracia para sus detentadores, viene cualquiera y aparece en la escena, aunque en este caso se puede sospechar que éstos no hubieran querido aparecer así.
En el país de la abstención, del voto militantemente en blanco, en el país en que las izquierdas son más nacionalistas que los nacionalistas, y éstos en ocasiones más sensatos… Donde el nuevo Estatuto no fue promovido por los nacionalistas sino por una izquierda que quería ser más nacionalista que los nacionalistas… En este país de lo correcto en apariencias, represivo en lo cultural, agresivo de narices en cuanto te sales de lo correcto, donde determinadas personas se la juegan en la universidad para dar una conferencia, donde se da la persecución del PP, hija del pacto de Tinell, surge este fenómeno llamativo por el que no dábamos los viejos de lugar ni dos céntimos. Pero es que las condiciones clamaban para que se diese, ante la indeferencia de los políticos profesionales, y el abatimiento de muchos al observar que al llegar por fin el PSC a la Generalitat las cosas no eran mejores, sino peores.
Los políticos catalanes pueden ver la paja en ojo de cualquiera, pero no se dan cuenta de la enorme viga que tienen -recordando a Perich- en el ojete. Simbólica la foto -inspirada en la de los trabajadores de los rascacielos neoyorquinos, que eran charnegos a su manera, indios americanos en su mayoría- que quería representar el esfuerzo común de todos esos jerarcas, a un metro del suelo, en la construcción de ese proyecto común que es la Cataluña política. Prepotentes ellos, se olvidaron de que debían tener en cuenta a alguno más en la foto, olvidaron sus teatrales enfrentamientos, para aparecer todos juntos: la viga y el pastel estaban repartidos. Críticos con las pajas ajenas e inconscientes ante el hecho de que la viga estaba en su culo. La viga de una construcción a la que le han salido, todavía existen anticuerpos, detractores.
Uno quisiera poner fin a esta anécdota facilitada por aquel chiste malo de Perich, pero la política de un tiempo a esta parte se ha vuelto tan florentina, o veneciana, con puñaladas en los pasajes oscuros, con cambios de comportamientos insospechados, que tiene que rematar la reflexión de estas líneas. Si el panorama era complejo antes, lo va ser mucho más a partir de ahora, la política catalana va a trasladarse al resto. Si el PSC opta por el apoyo a CiU, por la socioconvergencia, el PSC pierde todo su sentido en Cataluña. Si opta por reeditar el tripartito obliga a CiU al enfrentamiento con el PSOE, al repudio de Zapatero, y a facilitar el acceso al poder al PP. Si pasa lo segundo veremos a Zapatero padecer, aún más, el síndrome de la soledad de la Moncloa, y a un a PP más catalanista, más que en la intimidad, y con la viga en un sitio que no voy a volver a citar. Pero puede ocurrir, porque la política se ha hecho inescrutable, que CiU pacte con Ezquerra, y la Moncloa respirará.
Teo Uriarte, BASTAYA.ORG, 7/11/2006