ABC 28/04/17
EDITORIAL
· Iglesias vuelve a demostrar que necesita vivir de golpes de efecto sobredimensionados, en la falsa creencia de que la política depende de él
PABLO Iglesias ha instalado a Podemos en una pantomima enfermiza y sistémica. Su improvisado y sobreactuado anuncio de una moción de censura contra Mariano Rajoy se topó ayer con el pragmatismo de PSOE, Ciudadanos y el PNV. El primero, decidido a no caer en más trampas absurdas de Iglesias; el segundo, negándose a participar en su enésimo circo mediático, y el tercero, sencillamente porque es consciente de que en España la estabilidad política y económica jamás pasará por el populismo de extrema izquierda. Por eso, Iglesias volvió a demostrar ayer que necesita vivir de los golpes de efecto sobredimensionados y de la impostura exagerada a todas horas, en la falsa creencia de que la iniciativa política en España solo depende del momento en el que abre la boca ante un micrófono. Desconoce que las mociones de censura han de ser constructivas, y que su anuncio exige una fecha, un candidato alternativo, unos apoyos imprescindibles y un programa de gobierno. De nada de eso habló ayer porque realmente no tiene el propósito de desbancar a Rajoy, sino de desangrar aún más al PSOE. Todo en Iglesias se basa en un chantaje a los demás partidos y a los ciudadanos. O se está con él, o con la derecha franquista, represora y corrupta, lo cual es una reducción de nuestra democracia hasta el absurdo, y representa un infantilismo demagógico para seguir manipulando a la opinión pública a capricho con una inexplicable complicidad mediática. Afortunadamente, la gestora socialista es más responsable que Podemos, y Albert Rivera tiene bien catalogado a Iglesias como un fanfarrón. Podemos representa a una extrema izquierda enclaustrada en un obsesivo odio a la socialdemocracia y a la derecha liberal, y anclada en un absoluto desprecio a la estabilidad política como garantía de un sistema democrático sólido. Es hora de que Iglesias sepa que, pese a los errores de bulto y los abusos cometidos por el PP con la corrupción, hay consideraciones que están por encima de sus ansias autoritarias de derrocar a líderes avalados por la mayoría de los ciudadanos: la estabilidad política, la certidumbre económica, la paz social, la unidad de España o los pactos de Estado para asegurar las pensiones, el empleo, la sanidad pública o la educación. El PP será castigado o premiado en las urnas por sus errores o sus éxitos. Pero forzar una moción extemporánea y sin respaldos es absurdo. Lo mismo vale para el tacticismo oportunista de otros partidos de la oposición –el propio Antonio Hernando, del PSOE, reconoció ayer que pretende que Rajoy comparezca en el Congreso «para humillarlo»– al forzar comisiones de investigación en plena tarea penal de los Tribunales, con el único objetivo de sacar rédito político del desgaste del PP. A estos efectos, las comisiones parlamentarias sirven de bien poco. En España hace falta menos efectismo pseudopolítico al servicio de la convulsión y más responsabilidad. De todos.