LIBERTAD DIGITAL 05/05/17
CRISTINA LOSADA
· Ganará Macron, con eso cuentan para no quedar como tontos útiles de Le Pen, pero aún así: gracias a su abstención, la derrota del Frente Nacional será muy dulce.
Durante el debate entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, un periodista francés comentó que la decisión de Chirac de no debatir con Le Pen padre en 2002 se estaba demostrando enormemente sabia. No es posible debatir con alguien que lanza basura todo el tiempo. A duras penas se rebate. Pero, descontando la basura, lo interesante y lo asombroso del debate francés fue un fenómeno de mimetismo: Le Pen se ha apropiado tanto de la jerga izquierdista radical que, en muchos momentos, fue un debate entre Mélenchon y Macron.
Le Pen acusó una y otra vez a Macron de defender «intereses privados», intereses de los «grandes grupos», la «mundialización salvaje» y la «desregulación». Afirmó que ella era «la candidata del poder adquisitivo» y su rival, «el candidato del poder de comprar». Dijo que el euro era «la moneda de los banqueros». Le echó en cara que fuera a someterse a los dictados de la Unión Europea. Descalificó a la UE porque las decisiones las toma, en los despachos, gente que «nadie ha elegido». Soltó una frase redonda que le hubiera gustado poder decir a nuestro Iglesias: «Francia estará dirigida, de todos modos, por una mujer: seré yo o será la señora Merkel». La palabra que más veces pronunció Le Pen fue sumisión.
Para mí que Le Pen estaba hablando a los insumisos de Mélenchon. Que buscaba su voto o, al menos, su abstención. Lo hizo insistiendo en que Macron es el candidato «del sistema», de los bancos y la oligarquía, de la austericida Merkel, y de todos los villanos que habitan el universo del izquierdista. Que son los villanos que pueblan también el universo del Frente Nacional en esta reencarnación que ha obrado Marine. Así, en lugar del pacto republicano contra el partido de la extrema derecha, tal vez cuaje un pacto de los extremistas de todo pelaje contra el centro. Un pacto que sólo precisa de un acto pasivo y pasota: abstenerse.
No es tan difícil. La mayoría de los militantes de la Francia Insumisa de Mélenchon, consultados online sobre qué hacer, se pronunciaron por el voto en blanco o nulo y la abstención. Cierto, no está claro que los votantes vayan a conducirse igual que la militancia. Pero sí está claro que Mélenchon y sus insumisos más activos prefieren aceptar sumisamente que gane Le Pen antes que elegir la papeleta de Macron. Tienen sus explicaciones. No sencillas. Resulta que las políticas que defiende Macron son las que generan el caldo de cultivo para Le Pen. Resulta que Macron y Le Pen son lo mismo. Dos caras de la misma moneda. Distintos perros con los mismos collares. Qué previsible. Se oye el eco de cuando los comunistas tildaban de socialfascistas a los socialdemócratas y contribuyeron, de esa forma, a la llegada al poder de los nazis.
La extrema izquierda francesa se ha encontrado ante la papeleta que detestan cuantos reducen la política a dos opciones: todo o nada. Creerán incluso, como es ley en los revolucionarios, que cuanto peor, mejor. Traducido al francés, significa creer que una presidencia de Le Pen generaría el caldo de cultivo favorable para el extremismo opuesto, el suyo, el de izquierdas. Se equivocan, pero no lo pueden evitar. No se quitan las anteojeras ideológicas ni siquiera ante el riesgo de que gane un partido de extrema derecha. Ya puestos, le colocan el marrón a la derecha. Son los votantes de Fillon, no los nuestros, dicen, los que más van a votar por Le Pen. Bien. Mayor motivo, entonces, para frenarle el paso votando a Macron, ¿o no? Pues no.
Ganará Macron, con eso cuentan para no quedar como tontos útiles de Le Pen, pero aún así: gracias a su abstención, la derrota del Frente Nacional será muy dulce. Nada que ver con la de 2002, cuando Chirac, con el 82,21 por ciento de los votos, noqueó a Jean-Marie Le Pen. Quedará, para la vergüenza, el ponciopilatismode Mélenchon, asistido y comprendido por sus amigos españoles de Podemos. «De tanto dar a entender que un liberal es lo mismo que un fascista», decía Bernard-Henri Levy, «es él, Mélenchon, quien corre el peligro de demostrar que entre él y Le Pen tampoco hay muchas diferencias». Al menos, reclámenle a Marine los derechos de autor.