Rebeca Argudo-ABC

  • En Europa se pretende proteger a los medios de prensa, no controlarlos

Sánchez defendiendo la verdad es como aquello de Epiménides sosteniendo que todos los cretenses mienten: una paradoja con patas. Que, además, lo haga utilizando la EMFA (el reglamento Europeo sobre la libertad de Medios de Comunicación) como subterfugio para controlar a los medios, parece casi un chiste. Uno de esos de mal gusto que congela sonrisas y vacía habitaciones. La EMFA nacía, en puridad, con la intención de proteger a las democracias occidentales de derivas populistas a la vista de actitudes como las desplegadas por Viktor Orbán, en Hungría, o Jaroslaw Kaczynsky, en Polonia. Y es la propia EMFA, precisamente, la excusa de Pedro Sánchez para replicar comportamientos demasiado similares (preocupantemente similares) a los que pretende evitar. Se llama ‘Reglamento de libertad de Medios de Comunicación’ y no ‘Reglamento de Control de Medios de Comunicación’ por una razón concreta (la diferencia es sutil pero significativa): que su pretensión es protegerlos y no controlarlos, preservar su independencia frente a toda injerencia política. Por eso es más sangrante todavía que intente vendernos la jugada envuelta en el papel de celofán de las buenísimas intenciones cuando lo que hay debajo no es más que el de estraza del señalamiento y la mordaza. Para papelón, por cierto, el del ministro de Cultura, que se ha tomado un ratito entre descolonización y descolonización para presentarnos la ocurrencia con el engolamiento del convencido. Que las libertades hay que defenderlas como sea y, si para ello hay que socavarlas, se socavan. Por eso van a encargarse, nos dice, de dirimir ellos quiénes son los verdaderos medios de comunicación y quiénes no. Porque, parece, no queda claro (o no les conviene lo claro que queda) en la EMFA cuando lo que especifica esta que el concepto «prestador de servicios de medios de comunicación» debe abarcar, cito, un amplio espectro de agentes profesionales que entran en el ámbito de aplicación de la definición de servicio de medios de comunicación, incluidos los profesionales independientes. La definición de «servicio de medios de comunicación», a su vez, apunta a todo aquel cuya «finalidad principal o de una parte disociable de la misma consista en ofrecer programas o publicaciones de prensa al público en general por cualquier medio, a fin de informar, entretener o educar, bajo responsabilidad editorial de un prestador de servicios de medios de comunicación». Y si estos son los medios verdaderos, ¿cuáles no lo son? ¿En qué se diferencian? Y, más importante… ¿Lo va a decidir aquel a quien se supone que deben fiscalizar? Que la verdad es importante nadie lo duda. Que sean Pedro Sánchez y su cáfila de aguantacubatas los más indicados para determinar si algo lo es o no y quién puede transmitirlo al público, es más cuestionable. Porque quizá no sea el más interesado en silenciar determinadas informaciones el más capacitado, ni moral ni intelectualmente, para determinar quién y de qué puede informar a la ciudadanía. Nadie, jamás, ha intentado silenciar a nadie en nombre del mal: siempre se ha hecho en nombre de la verdad. No es esa la novedad. Lo nuevo es la desacomplejada ausencia de disimulo.