EL CORREO 27/02/13
· Los diez acusados no les expresaron el pesar proclamado por ‘Txeroki’ la semana pasada en el inicio del juicio de París
PARÍS. La pareja de Orio secuestrada el verano de 2007 en Francia por un comando de ETA revivió ayer con nerviosismo y angustia aquel drama ante el tribunal de París que juzga a sus presuntos captores, explicaron que aún no lo han superado y declararon que temieron por sus vidas y la de su hijo, entonces de 4 años y medio. Los acusados afirmaron, una vez concluida la declaración por videoconferencia de los rehenes, que los respetan y no los desprecian, pero no aprovecharon la oportunidad de expresarles en persona «el pesar por el daño causado» que proclamó en nombre de ellos y de ETA Garikoitz Aspiazu, ‘Txeroki’, la semana pasada en la apertura del juicio. «Fue un mandato de nuestra organización que cumplimos llenos de orgullo», señalaron en una declaración leida media hora después de que acabara la retransmisión.
Mikel Igoa y Cristina Campos, personados como acusación particular en el proceso, testificaron durante dos horas desde Bayona en una conexión retransmitida en directo en dos pantallas instaladas en la sala de vistas. Las cámaras evitaron ofrecer imágenes de los diez acusados salvo en una ocasión, cuando el juez Jean-Pierre Ancel, presidente del Tribunal Especial de lo Criminal, preguntó a la mujer si era capaz de identificar al único de los secuestradores que había actuado al principio a cara descubierta.
«Era un chico alto, moreno, de pelo corto, con perilla, de unos 30 ó 35 años, guapete», describió Campos. «Me han enseñado muchas fotos, pero no lo he reconocido», añadió antes de que el magistrado la invitara a una identificación visual en ese momento. «Han pasado seis años, no sé, no sé», dudó y apartó la mirada cuando el objetivo inició un zoom hacia el banquillo de los acusados. «Yo prefiero no mirar», apuntó ante la insistencia del juez que entonces renunció a su propósito.
Campos, primera en declarar, había tenido que interrumpir entre sollozos su intervención al poco de comenzar embargada por la emoción. «Se encuentra muy mal, no puede seguir hablando», observó su compañero, quien a instancias del presidente tomó el relevo de la declaración. Igoa relató que quien llevaba la voz cantante «me amenazó con que nos iban a matar a todos los que estábamos allí si no les daba las llaves de la furgoneta» y seguían sus instrucciones. «¿Le aportó algo decir que era vasco?», le preguntó el juez Ancel. «No, nada», respondió.
El cabeza de familia explicó que los trasladaron, atados y con los ojos tapados salvo el niño, desde el aparcamiento de la playa de Messanges (Las Landas), donde habían pernoctado, hasta una casa de Gurs (Pirineos Atlánticos) donde pasaron dos jornadas encadenados a una cama antes de ser liberados al tercer día, 27 de agosto de 2007, en una pista forestal. «Estuvimos pendientes de lo que quisieran hacer o deshacer, con ganas de que se terminara», dijo. «A mi hijo le expliqué que eran ladrones, que no todo el mundo tiene que comer y tenían que robar», expuso con nuevos sollozos de la madre de fondo.
En su turno de palabra, una vez pasado el mal trago del intento de reconocimiento visual, Campos declaró que «nos dijeron en la casa que el Ministerio del Interior nos devolvería el ordenador y las cámaras que nos habían quitado». «¿Cómo viven ese drama hoy?», se interesó el presidente. «Mal. En casa no podemos hablar del tema porque no podemos, es muy doloroso. Yo no lo tengo superado y lo vivimos mal. No sabíamos qué iba a ser nosotros y lo que nos iba a pasar ni a mi hijo ni a ninguno», respondió. «¿Temieron perder la vida?», preguntó el juez. «Yo sí. Y no solo ese día», contestó la mujer, quien puntualizó que habrían estado dispuestos a acudir a testificar a París, «pero no por gusto».
La vídeoconferencia concluyó al cabo de dos horas tras agradecer el presidente y el fiscal su testimonio a los rehenes, a quienes ni su abogado ni la defensa formularon preguntas. Tampoco se manifestaron los acusados, que escucharon en silencio y con atención las palabras de la pareja sentados en el banquillo. Solo media hora después, cuando se iba a levantar la sesión, Alaitz Aramendi pidió permiso para leer en francés una nota con todos ellos puestos en pie.
«Hay que respetar lo que es respetable. Las víctimas lo son, no este tribunal de excepción», dijo antes de tildarlo de «fascista». Denunció que la víspera, cuando se les expulsó por tercera vez desde el inicio del juicio, fueron «falsamente acusados de despreciar a las víctimas de la acción de ETA». «Eso fue la gota de más», apostilló. Acto seguido explicó que «nos hemos quedado hoy en esta sala para mostrar que no, nosotros no damos la espalda a los que han sufrido a causa del conflicto entre el País Vasco y los Estados español y francés». «Miramos de cara al pasado, con humildad, pero sin ninguna vergüenza», finalizó.
EL CORREO 27/02/13