La paz pasa por el riesgo a una escisión de ETA

Según los dos catedráticos de la UPV Imanol Zubero y Xabier Aierdi el camino hacia la paz todavía está lleno de obstáculos y peligros, como por ejemplo una posible escisión en ETA.

Pregunta. ¿Cuáles son los peligros que pueden surgir en este proceso hacía una posible normalización?

Xabier Aierdi. La posible escisión o grapización de ETA, pero creo que la izquierda abertzale ha preparado una estrategia relativamente inteligente para intentar eludirlo. ¿Será posible? El montaje que hacen a través de Sortu es para intentar que el proceso de escisión no se diera. Otra cosa es, si de pronto te aparecen elementos que tú no puedas arrastrar en la corriente principal.

P. Pero en la historia de ETA siempre ha prevalecido, lo que Valentín Solagaistua llamaba, el cojonímetro. Siempre ganaba el que ponía la pistola encima de la mesa.

X. A. El problema es que ahora el 80% no está de acuerdo con esa vía, y la grapización ya está presente. Durante tiempo estuve pensando que en la izquierda abertzale había un problema que era que surgiera la figura del traidor, que ha aparecido en todos los movimientos. El traidor es el que en nombre de la unidad dice «tiramos por ahí». Todas las corrientes históricas e ideológicas en Euskadi lo han tenido, desde Juan Ajuriaguerra, hasta Mario Onaidia. Siempre ha habido un traidor, y ese traidor es el que de alguna forma desatasca la historia. Por cultura antirepresiva la izquierda abertzale no ha sabido aceptarlo. Sí, hay un peligro de escisión, pero va a ser una escisión grapizada, y que, cada vez, tendrá menos influencia en el proceso político.

Imanol Zubero. Ahí veo otros peligros, y son los que se derivan de las perversiones democráticas en el debate que estamos teniendo sobre ETA, y sobre todo, sobre una ETA que ya no existe. Es decir, si Sortu y Bildu van en serio, y yo lo creo, ETA ya no es un problema político. Puede ser una cuestión para los historiadores, pero es estrictamente de orden público y de Justicia. Es más, aunque Sortu y Bildu no fueran de verdad, en la práctica ya se ha cruzado un Rubicón, sobre todo mental e ideológico en los discursos de la izquierda abertzale, que hace que ETA solo sea un problema de orden público. Además, si ETA es el Grapo, es el Grapo. El Grapo nunca ha sido un problema político para España. Mata más la violencia de género que el Grapo. Dejemos ya las comparaciones absurdas.

P. ¿Y no sería un gran paso que se dé una condena y una deslegitimación radical de la violencia pasada por parte de la izquierda abertzale?

I. Z. La situación de legalización no supone ningún tipo de limpieza moral. Ellos seguirán siendo los mismos miserables, los mismos contemporizadores, los mismos cobardes. Podemos poner todos los calificativos que nos dé la gana en relación a su pasado con ETA, son legales, punto. La legalización solo dice que pueden actuar legalmente en política. Eso no les limpia moralmente. Que se les puede seguir exigiendo y se les debe exigir, sin duda. Que las víctimas, sobre todo, van a seguir exigiéndolo, sin duda. Incluso, aunque no pidan perdón van a seguir siendo legales. Pero también tengamos en cuenta una cosa; a veces utilizamos con demasiada alegría lo del perdón como con una visión taumatúrgica, y parece que con pedir perdón lo solucionamos todo. ¿Qué se consigue con ello?

P. Se perdonará o no, pero lo que no se puede, es olvidar.

I. Z. Sí, esa es nuestra labor. Lo decía el otro día José Luis Zubizarreta, «esa va a ser nuestra tarea como sociedad». Porque a veces la sociedad puede acabar pensando que todo esto de las cuestiones morales, se resolverán entre las víctimas y los victimarios. No, la tarea de la sociedad es hacer memoria, y hacer memoria constructiva de todo ese dolor que se ha generado. Cuando hablo de la reconciliación y del perdón, digo que es imposible devolver el agua derramada al recipiente roto. Todo esto es mucho más complicado de lo que parece.

X. A. El trabajo es social. Al final, sí facilitaría que en un momento determinado pidieran perdón, pero luego diríamos que no es un perdón de verdad. Estamos intentando como saciar una seguridad de que realmente van a pedir perdón. En términos políticos no lo van a pedir y lo sabemos. Tú no puedes reconocer públicamente que has tirado por la borda cuarenta años de tu vida.


Un tiempo nuevo para el final de la violencia

Zubero: «Hay demasiado nacionalismo para tan poco país». Aierdi: «La violencia casi rompe con la cohesión social». Conscientes de las dificultades que el camino hacia la normalización supone para la sociedad vasca, los dos catedráticos de Sociología de la UPV debaten en EL PAÍS sobre el posible final de la violencia.

Pregunta. ¿Qué ha supuesto la violencia para la sociedad vasca en estas décadas?

Xabier Aierdi. En principio, una perturbación muy grande en términos políticos y morales. También, una degradación moral de toda la sociedad, porque el final nos afecta a todos. Diría que, de alguna forma, casi rompe con la cohesión social. Pero hoy, me da la impresión de que la sociedad vasca admite mayor pluralismo en el día a día, mayor convivencia, y mayor interacción en el plano social que en plano político. Quizás, ha habido una especie de respiradero social que nos ha permitido, a pesar de todo, vivir haciendo como que la violencia no existe, olvidándonos de esa degradación que esta genera. También ha permitido, de alguna forma, que todos hayamos tenido con la violencia una relación perversa. En algún momento hemos estado en esa película, o parte de la sociedad lo ha estado. Eso de buenos o malos a partir del año 2000, no me lo creo.

Imanol Zubero. Me impresionó mucho cuando leí lo que se contaba cómo historia de la relación entre Yoyes [Maria Dolores González Catarain] y Txelis [José Luis Álvarez Santacristina], y que refleja muy bien el fracaso tremendo que ha supuesto la violencia en este país. Nos encontramos con una mujer, Yoyes, que en los setenta opta por la violencia, hace luego una evolución personal, y se aparta de ella definitivamente. Hace una crítica muy fuerte en el ámbito privado -no en el público- incluso de lo que supone la deriva militarista de Herri Batasuna. Y en el año 1986 es asesinada. Según se dice, uno de los que da la orden para matarla, es Txelis. Diez años después, en 1996, el propio Txelis hace un recorrido parecido al de Yoyes. Se aparta de la violencia con una dura crítica -también más privada que pública- y en el 2001 dice que quiere pedir perdón a la familia de la víctima. Veinticinco años más tarde eso refleja, bastante bien, el drama del terrorismo en este país. Que no ha servido para nada. Solo para que en este momento las personas que han contemporizado, que han apoyado, que han aplaudido, o justificado el terrorismo, estén en el sitio en que estábamos muchos entonces. Es realmente trágico. Es un drama colectivo. Pero mirando en positivo, sí creo, que estos años, también, han generado algunos anticuerpos en la sociedad vasca. Siempre que ha habido desmoralización, también ha habido moralización. Desde los años ochenta hubo una reacción de una parte creciente de la sociedad vasca que fue capaz de ver a la víctima como víctima, al margen de cual fuese su naturaleza o sus características. En Euskadi ha habido una clase empresarial que ha tenido un arrojo tremendo, unos informadores que se han arriesgado, unos intelectuales, unos universitarios… Deberíamos ser capaces de aprender algo para poder utilizar lo que el sufrimiento nos ha enseñado estos años, y afrontar los retos que tenemos.

P. Cuando la violencia no ha conducido a ningún beneficio político para los que la han utilizado o defendido, ¿Se puede hablar de un nuevo tiempo?

X. A. Sí, creo que el mejor resultado de toda esta violencia es el de que por lo menos una grandísima parte, incluso de los que la han practicado, se han dado cuenta de que no conduce a ningún lado. Eso es muy importante. Puedo recordar un libro que se escribió desde la izquierda abertzale en los años noventa sobre Euskadiko Ezkerra titulado Viaje a ninguna parte. De alguna forma esto cierra el ciclo de una parte de la izquierda abertzale cuya referencia era la E.E. parlamentaria e institucionalista, y otra que pretendía seguir con la lucha armada, no reconociendo el ordenamiento institucional, deslegitimándolo, no aceptando que fuera legitimo, si no hubiera una previa defensa o definición del sujeto. Es decir, ha habido una estrategia que pensaba que la violencia iba a traer una serie de beneficios y logros. Pero resulta que no ha llegado a ninguna parte. Pienso que todavía algún sector de ETA, e incluso de Batasuna, querrá seguir con la violencia, de alguna forma u otra, y además pensará que todavía da réditos políticos. Ahora, sí se abre un nuevo tiempo en el que aquí se acabaron las legitimidades cualitativas, aquello de que quien más lucha, más representa. Volvemos a los datos normales. ¿Cuántos tienes?, ¿Cuántos votos sumáis? ¿Qué tienes que ofrecer para Euskadi? Desde esa perspectiva, sí se consigue un tiempo nuevo, en el que algunas vías están agotadas y hay consciencia de ello.

I. Z. Que se abre un tiempo nuevo es evidente, porque en la medida que ha habido un tiempo perdido, un tiempo muerto, incluso un tiempo asesinado durante un determinado periodo, si eso va desapareciendo, es bueno. Pero puede haber tentaciones de mantener alguna forma de violencia, y desde luego la violencia simbólica sí va a continuar. Vamos a seguir todavía durante mucho tiempo viendo como nuestras paredes son absolutamente ocupadas, las universidades… Qué va haber algún tipo de presencia física haciendo gala del apoyo que tenían del primo de Zumosol… Son muchos años de cultura autoritaria y eso no se agota fácilmente. Son muchos los que se han socializado a través de lo que yo siempre he llamado como procesos de pedofilia política. Un montón de gente joven que ha sido utilizada. Ahora, que el tiempo es un tiempo nuevo, sin ninguna duda. Efectivamente, porque ETA va a dejar de ser un factor fundamental en la vida política de este país.

P. ¿Y cómo podemos definirlo: El final de ETA, el cierre del ciclo de la violencia, o la derrota del terrorismo?

X. A. Es que tiene de todo. Hay una derrota que en parte es la hipótesis de si ETA podía ser derrotada policialmente, y que durante mucho tiempo se pensó que no. Básicamente porque tenía un apoyo social muy potente. Pues también se ve que eso sí ha sido eficaz, e inevitable. Luego, hay un proceso de decantación interior que dice, que así no vamos a ningún lado, porque al final no vas ganando más adeptos socialmente, porque con tu violencia tu grupo no se va haciendo más grande, ni tu rendimiento es positivo. Aquí, el rendimiento, más que nada, es cero. ¿Cuál puede ser el rótulo? Sobre el rótulo van también las luchas simbólicas. Va a haber gente que va a seguir interpretándolo como final de la violencia, otros como ese cierre, y otros como derrota de ETA. Entonces, eso será fruto de debate durante mucho tiempo, y el mundo de Batasuna me imagino que lo dirá como cierre de una fase, y la parte no nacionalista lo planteará como derrota. Probablemente todo el mundo quede frustrado porque los que querían la derrota, la querrían absoluta, y los otros querrán presentarlo como un nuevo ciclo donde no ha ocurrido nada. Las dos cosas quedaran ahí en el tiempo, y eso será fruto de historiadores.

I. Z. En términos objetivos de ETA y de la izquierda abertzale que liga su destino a esa organización, es una derrota sin paliativos. El imaginario que tenían ETA y la izquierda abertzale era una negociación de tú a tú entre dos grandes cuerpos políticos; de una parte el Estado y por otra el MLNV, que era un movimiento político sin Estado, pero en fase instituyente. Además, incluso, con otra segunda visibilización que eran dos aparatos, uno el Ejército español y otra ETA. Esto no ha sido, punto. Es una derrota sin paliativos, y no es lo que ellos estaban buscando. En segundo lugar, intentaban, en términos estratégicos, situar a Euskadi en unas condiciones absolutamente propicias como de «partera de la historia», de situar a esa Euskal Herria en el pórtico, o preámbulo, del proceso determinista que terminara en un Estado vasco. Pues tampoco ha sido así. Eso sin tener en cuenta todos los costos que eso ha supuesto. Un daño brutal para no conseguir nada. Luego, otra cosa es la narrativa o narración que se haga de esta derrota. Ellos van a estar pensando que ahora están en una situación de acumulación de fuerzas nacionalistas. Yo la defino como una acumulación de debilidades y de contradicciones. En este país hay demasiado nacionalismo para tan poca nación.

P. En esta derrota de ETA, ¿quién vence la sociedad o el sistema democrático? ¿Qué ha podido aportar nuestra sociedad para lograr esa derrota?

I. Z. La sociedad gana en el sentido que el otro ha perdido. Evidentemente, en términos de cómo planteaba el modelo de confrontación la izquierda abertzale. Si era una confrontación con el Estado, ha ganado el Estado. Se declara una guerra contra el Estado español, y al final llegado a este «armisticio», el Estado ni se ha rendido y ni es menos Estado de lo que era. Pero la sociedad no ha ganado. ¿Cómo va a ganar con cerca de novecientos muertos?

X. A. En la sociedad sí ha habido más transacción que en el plano político, pero entre nacionalismo y no nacionalismo y entre violencia y sociedad. Además, en la sociedad existe un vasquismo que no es posible articular políticamente.

P. Pero está sociedad también ha evolucionado. Se tardó mucho en llegar a condenar abiertamente a ETA. Desde la cobardía generalizada hubo una evolución y esa sociedad también aportó algo. Hoy se deslegitima más a ETA.

I. Z. Para empezar la sociedad vasca no es un cuerpo homogéneo que haya hecho una cosa u otra. Hay muchas sociedades vascas. Lo mismo que desde el mundo del nacionalismo hay personas punteras en la lucha contra ETA, desde Imanol Murua a José Antonio Recondo, por ejemplo, otros no y al revés. La sociedad sí ha desarrollado fuerza, energías y poderes. Ha habido pensadores y opinadores en este país que han seguido a pesar de todo, y empresarios que han seguido emprendiendo a pesar de todo, y ciudadanos que han seguido saliendo a la calle a pesar de todo, pasándolo muy mal.

P. Muchos años una minoría.

X. A. Sí pero las minorías son unas constantes históricas. Fue una minoría la que se suma a la resistencia francesa. Cuando se haga la historia de este proceso habrá que poner en valor a toda esta gente que, desde diferentes ámbitos, sí estuvo enfrentándose a la violencia y siendo puntera en su contra. Luego, también, habrá que reevaluar esas supuestas resistencias de la sociedad española y esa no resistencia de la sociedad vasca. Pero yo no diría que la sociedad vasca ha sido más cobarde que la española, ni viceversa. Hay sectores y sectores. Tenemos una sociedad donde hay más transacción en el día a día entre posiciones contrarias que en el plano político. Y quizá es lo que ha hecho que esta sociedad no haya reventado, o que las costuras de esta sociedad hayan soportado la presión de la violencia. No me he creído mucho, ni la valentía de unos ni la cobardía de otros.


Imanol Zubero

Imanol Zubero (Bilbao, 1961) es doctor en Sociología y profesor titular en la UPV. Es autor de numerosos artículos y libros sobre sindicalismo, nuevas tecnologías de la información, movimientos sociales, o violencia política en Euskadi. Ha participado y animado diversas iniciativas en el ámbito del antimilitarismo, o de la no violencia. Fue uno de los promotores de Gesto por la Paz, y desde 2008 es senador del PSE-EE por Vizcaya. Colabora habitualmente con diversas iniciativas sociales, políticas y eclesiales.

Xabier Aierdi

Xabier Aierdi (Zeberio, 1957) es doctor en Ciencias Políticas y Sociología, y profesor de Sociología de la UPV. Fue presidente del Observatorio Vasco de Inmigración (Ikuspegi), y autor de numerosos trabajos sobre este tema. En 2003 participó en Bilbao en las jornadas organizadas por la Coordinadora Gesto por la Paz a favor del pluralismo y la convivencia. Participa en numerosos congresos, foros relacionados con temas de actualidad, y es autor de numerosos artículos en la prensa diaria.

EL PAÍS, 30/5/2011