HENRY KAMEN – EL MUNDO – 26/12/16
· Además de sostener que la paz es una quimera cuya aspiración se exacerba demagógicamente durante la Navidad, el autor subraya la falta de compromiso en este objetivo de las potencias occidentales, incluida España.
El estado natural de la humanidad y de los animales, según el filósofo Thomas Hobbes, es el de la guerra. Es la guerra la que decide nuestras vidas y nuestros destinos. Probablemente, debido a las terribles realidades de la guerra, los seres humanos buscamos constantemente soluciones que traigan paz. Sin embargo, eso también es una ilusión, porque la perversidad humana es tal que distorsiona la realidad de los acontecimientos y continúa engañándonos con fantasías sobre la noción de paz. Los políticos y los gobiernos fingen ofrecernos la paz, cuando lo que realmente están ofreciendo es cada vez más guerra. Incluso en medio de las guerras más terribles, causadas brutal y deliberadamente por los seres humanos, nos alimentamos de delirios sobre el concepto de paz. La semana pasada, un funcionario de las Naciones Unidas denunció las atrocidades militares que se están llevando a cabo en Siria por el presidente Asad y Rusia, quienes afirman repetidamente que su objetivo es la paz. El funcionario citó las famosas líneas de Tácito: ubi solitudinem faciunt, pacem apellant, «hacen un desierto y lo llaman paz». Sus palabras fueron ignoradas por los periodistas, la mayoría de los cuales, en cualquier caso, no reconocieron la fuente de la cita.
La paz es una palabra hermosa que seduce, pero sirve con frecuencia para engañar. España no ha jugado ningún papel en las guerras del siglo XX y, aparte de las víctimas de la Guerra Civil de tres años (que causó menos muertos, cabe mencionar, que el número de muertos provocados por la intervención estadounidense en Irak) no ha sido protagonista destacado de la actividad militar. Sin embargo, esto inevitablemente ha creado para algunos la imagen engañosa de España como un centro de paz perpetua.
Hace diez años, Rodríguez Zapatero, como jefe socialista del Gobierno de España, nos presentó una de sus muchas visiones de una España perfecta, prometiendo un futuro «en que nos podamos sentir más orgullosos como españoles, cuando ante el mundo seamos un país de paz, una España grande y una España unida». Según prometió, habrá «un gran concurso internacional» para construir un Templo de la Paz, que tendrá una «gran inversión» y que «servirá para hacer cultura e investigación por la paz». Será, además, un «lugar de encuentro para resolver conflictos en todo el mundo». «Para que se tome nota, ese gran edificio lo va a financiar al 100% el Gobierno de España», añadió.
La fantasía de Rodríguez Zapatero fue sólo una de las muchas quimeras de paz que aún persisten en España. Otra curiosa fantasía es la de un pequeño grupo catalán llamado Centre Delàs d’Estudis per la Pau, cercano a la CUP, que está presionando al Gobierno catalán para declarar a Cataluña una zona desmilitarizada, expulsar al Ejército español, confiscar su propiedad y prohibir cualquier actividad militar. Según piensan, eso creará «una Cataluña desmilitarizada, un paso ineludible para la cultura de la paz». Evidentemente, este centro también desea desarmar a la policía y abolir cualquier medida de protección contra la agresión, el terrorismo o la violencia organizada.
Este es un ejemplo extremo de la llamada cultura de la paz que ahora está apareciendo en Cataluña, donde el Parlament acordó hace algún tiempo crear un Institut Internacional Català per la Pau, cuyo objetivo declarado era «conseguir la abolición de la guerra». Los 12 valientes miembros catalanes de este instituto asumieron, por tanto, la difícil tarea de forjar la paz en el mundo. Una tarea, por cierto, estropeada durante los últimos 80 años por la ONU.
En todo caso, la paz es el gran engaño, sobre todo en esta época de Navidad, cuando los creadores de la guerra cambian sus vestidos, se ponen las túnicas de Papá Noel o de los Reyes Magos, y vienen a traer regalos. Sin embargo, los regalos que cosechan más éxito no tienen nada que ver con la paz. Es interesante ver que España, bajo gobiernos populares y socialistas, se ha destacado como uno de los países más activos en la distribución de regalos de guerra. España exportó en 2015 material de defensa por valor de más de 3.700 millones de euros, un 16% más que el año anterior. El mejor cliente de España en materia de compra de armas fuera de Europa era Arabia Saudita, un país que está fuertemente involucrado en la intervención militar en la República del Yemen. Dentro de Europa, el cliente más grande era Alemania, principalmente, para aviones de transporte. El caso de España ilustra cómo un gobierno que nominalmente apoya la paz se convierte, en la práctica, en un promotor activo de la guerra.
Los mayores promotores de paz son, de hecho, los mayores promotores de guerra. Nadie puede tener ninguna ilusión sobre el papel de Rusia y de EEUU como guardianes de la paz en el mundo moderno. En Siria, el Gobierno de Putin ha intervenido no sólo para proteger su influencia, sino también para ensayar su armamento y sus aviones. La paz que prometen está basada en la guerra. De la misma manera, la intervención de EEUU en Irak y en Somalia responde a su interés para ensayar los productos de la industria armamentística estadounidense. Durante los 15 años transcurridos desde el 11 de septiembre en Nueva York, Estados Unidos se ha convertido en una superpotencia masiva que impone una paz–en Irak, en Afganistán, en Libia, en Somalia– que, en realidad, constituye un sistema de guerra permanente, controlado y dirigido por los servicios de inteligencia y la industria de las armas de Estados Unidos.
Consideremos algunas de las estadísticas sobre esta Pax Americana que se ha construido para protegernos contra el terrorismo islamista. Según las estadísticas publicadas por el Instituto Watson de la Universidad Brown, en Nueva Inglaterra, el número de muertos directos en Irak, Afganistán y Pakistán desde 2001 asciende a 370.000 personas y a 800.000 en el caso de las víctimas mortales indirectas. El número de refugiados generados se ha estimado en alrededor de 10 millones de personas. Ese es el costo de la paz. Sólo entre 2001 y 2016, la estimación oficial del Gobierno estadounidense del coste de la guerra de Irak asciende a 4.800.000 millones de dólares. Sin embargo, durante este tiempo, en ninguno de los países se ha establecido un Gobierno estable o democrático. Sí se han registrado violaciones masivas de los derechos civiles y las libertades, tal como Edward Snowden y muchos otros han testificado.
Estos son datos que nos pueden desesperar. Pero también deben animarnos a desconfiar de aquellos que dicen hablar por la paz. Cuidado con los promotores de la paz. Tácito conocía muy bien la situación, pues sus críticas se dirigían específicamente contra su propio pueblo, los romanos, a quienes consideraba principalmente responsables de la ausencia de paz. Sus palabras –en realidad, un comentario escrito hace siglos–, no han perdido vigencia, teniendo en cuenta que las grandes potencias, ya sea Rusia o Estados Unidos, frustran las políticas de la ONU y se presentan como los únicos garantes de la concordia. Tácito lo sabía mejor: «Los ladrones del mundo, por su saqueo universal, echan a perder la tierra; si el enemigo es rico, toman sus bienes; si es pobre, lo oprimen; ni el Este ni el Oeste han podido satisfacerles. Solos entre los hombres, atacan con igual avidez tanto a los pobres como a los ricos. Al robo, la matanza y el saqueo, dan el mentiroso nombre de imperio; hacen un desierto y lo llaman paz».
Una Feliz Navidad para todos.
Henry Kamen es historiador británico.