Editorial, EL MUNDO, 21/6/12
TAL Y COMO adelantó este periódico en su edición de ayer, el Tribunal Constitucional ha legalizado Sortu, la formación a la que el Supremo situó fuera de la ley por considerar que era un artificio político de ETA para suceder a la ilegalizada Batasuna. La sentencia, dictada con seis votos a favor y cinco en contra, estima el amparo solicitado por los miembros de Sortu, anula el auto de la Sala del 61 y concede al partido el derecho de inscripción en el registro. El tribunal ha fallado de acuerdo con el contenido de la ponencia de Elisa Pérez Vera, que sostiene que «la eficacia de la rotunda condena de la violencia en los estatutos y en las declaraciones de los promotores del partido no puede estar sometida al dilema de la mayor o menor sinceridad del sujeto». Esta muestra de credulidad, aparte de ser muy sospechosa, no va acompañada de refutación alguna de los elementos de convicción de la sentencia del Supremo, y éstos no se fundaban en juicios de intenciones –como parece sostener el TC–, sino en el hecho cierto de que Sortu no ha condenado los atentados de ETA y en documentos de la banda que marcaban los criterios de actuación de la izquierda abertzale después de la ilegalización de Batasuna. Ello llevó al Supremo a concluir que «ETA ha gestado, alentado y tutelado la estrategia de Batasuna de crear un nuevo partido, así como su puesta en escena, incluido el rechazo formal de la violencia».
La propia sentencia del Tribunal de Estrasburgo que ratificó la ilegalización de Batasuna aseguraba, en la misma línea, que «el programa de un partido político no puede ser tenido en cuenta como el único criterio para determinar sus objetivos e intenciones», sino que es necesario compararlo «con los actos y tomas de posición de sus miembros y dirigentes». Ninguno de los dirigentes de Sortu ha condenado los atentados ni ha pedido a la banda que se disuelva.
El fallo del Constitucional es un retroceso a la si- tuación anterior a la Ley de Partidos y no puede desvincularse del alto el fuego «permanente» decretado por ETA el pasado año, a pesar de que la banda ni se ha disuelto ni muestra intención alguna de hacerlo. Nadie puede negar la legitimidad de la composición del tribunal sentenciador, pero tampoco se puede ignorar que hay magistrados cuyo mandato ha expirado tiempo ha e incluso un fallecido en 2008 que no ha sido sustituido. Dado que parece que el acuerdo PP-PSOE para la renovación del TC está al caer, es muy significativo que la sentencia haya sido decidida por el tribunal en su actual composición, que no se corresponde con las previsiones constitucionales. En este sentido, hay que señalar que la actuación del Gobierno ha sido, cuando menos, ambigua y sospechosa.
Como es lógico, las asociaciones de víctimas han considerado vergonzosa la legalización. Es cierto que el TC abre un pequeño resquicio a que Interior pueda rechazar la inscripción de Sortu en el registro si no cumple «los demás requisitos legales» de la Ley de Partidos. Pero para entender por qué el fallo puede ser considerado como una afrenta, basta ver la reacción de Batasuna. Pernando Barrena fue claro: «Hoy Sortu, mañana presos vascos a casa».
Editorial, EL MUNDO, 21/6/12