ABC 23/09/16
EDITORIAL
· El secretario general del PSOE pretende cortocircuitar cualquier amago de rebelión interna contra su liderazgo y mantenerse como secretario general, ocurra lo que ocurra el 25-S
TRAS haber anunciado la celebración de un Comité Federal del PSOE para el 1 de octubre, Pedro Sánchez avisó ayer de que acudirá a esa cita con una propuesta formal para la composición de un Gobierno «de progreso». Por un lado, es evidente que Sánchez trata de marcar la agenda para acallar a los dirigentes territoriales críticos e imponer sus tiempos y estrategias más allá de que los resultados de las elecciones vascas y gallegas sean demoledores para el PSOE. Por otro, también es una realidad que Sánchez pretende cortocircuitar cualquier amago de rebelión organizada contra su liderazgo y mantenerse como secretario general, ocurra lo que ocurra en esos comicios autonómicos y pase lo que pase en la negociación con Podemos y otros partidos para una eventual investidura, o en el camino hacia unas nuevas elecciones. Sus advertencias de ayer tenían como destinatarios a los secretarios generales socialistas que pretenden alzarse contra él, ante los cuales llevará bajo el brazo la amenaza velada de promover una consulta farsa a la militancia del PSOE que le dé carta blanca para actuar a capricho.
Por tanto, se abren tres incógnitas cuya resolución dependerá en gran medida del resultado de este domingo. La primera es conocer cómo reaccionarán los barones críticos si se produce la debacle del PSOE prevista en las encuestas, y si abrirán oficialmente la vía para la sucesión de Sánchez. La segunda es determinar si él planteará batalla interna aun en ese supuesto, y si su pose de presentarse en el Comité Federal como alternativa a Rajoy será solo una coartada para sacudirse la culpa de ir a otras elecciones, en la conciencia de que le va a ser imposible pactar una investidura. La tercera es probablemente la más peligrosa y menos deseable, y la que Sánchez oculta incluso a miembros muy relevantes de su partido para no verla frustrada. Se trataría de comunicar al Comité Federal de su partido que dispone de los votos de Podemos, Convergència, ERC, PNV, o Compromís, entre otros partidos, y dar por cerrado un pacto que permitiría una investidura rápida.
La gran dificultad es el rechazo frontal de parte de los dirigentes territoriales del PSOE, y el veto que supone la resolución del Comité Federal del pasado diciembre, que prohíbe expresamente negociar con independentistas. Ese es con toda probabilidad el órdago que está ocultando Sánchez para buscar después la complicidad de las bases con una consulta teledirigida. De algún modo, se trata de abocar a los críticos a una resignación sumisa para que acepten como un mal menor, y preferible, abrir una negociación con los secesionistas para impedir que gobierne Rajoy. El primer secretario del PSC, Miquel Iceta, lo dejó entrever ayer sugiriendo que el Comité debe levantar ese veto. Sería, desde luego, la peor apuesta de Sánchez para España.