Mikel Buesa- La Razón
Más que predicar sobre su desaparición, los gobiernos deberían promover la investigación en tecnologías que nos ayuden a mejorar el uso y rendimiento de los hidrocarburos
La reciente junta de accionistas de Repsol ha traído a colación la discusión acerca del «greenwashing», o sea de si la descarbonización ha de implicar necesariamente la desaparición de los hidrocarburos en el mercado, tal como defienden los ecologistas radicales, o si más bien debemos esperar la compatibilidad entre el petróleo y la electrificación. El hecho cierto es que la primera de esas tesis ha tenido ya valedores en el gobierno español, lo que ha implicado, entre otras cosas, la prohibición de la exploración de yacimientos petrolíferos. Sin embargo, la realidad económica y productiva, tanto en España como en el plano internacional, no avala esa idea. La demanda mundial de hidrocarburos viene creciendo moderadamente en los últimos años y se espera que lo siga haciendo en el futuro inmediato. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha publicado recientemente un estudio prospectivo cuyas conclusiones son meridianas: en un escenario definido por las políticas que ya han sido adoptadas en virtud del «Acuerdo de París», suscrito en 2015, se espera que esa demanda seguirá creciendo hasta 2030 y que en los dos decenios siguientes se reducirá muy moderadamente, de manera que en 2050 se volverán a repetir las cifras de 2022. O sea que ese deseo del ecologismo oficial que promete el fin del petróleo, no parece que se vaya a cumplir. La AIE señala también que, para lograr una reducción significativa del consumo de hidrocarburos se necesitarían políticas mucho más duras que las que hasta ahora han estado al alcance de los gobiernos.
El problema de los hidrocarburos no es, sin embargo, un asunto regulatorio sino tecnológico. Ello puede comprobarse en el examen prospectivo de los sectores demandantes de esas materias primas. En concreto, para 2050, no se espera más que una moderada reducción de su uso en el transporte por carretera y un poco más en la construcción. Pero, por el contrario, aumentará más de un sesenta por ciento sobre el nivel actual en la aviación y el transporte marítimo; y de una cuarta parte en la industria. Así que, más que predicar sobre su desaparición, los gobiernos deberían promover la investigación en tecnologías que nos ayuden a mejorar el uso y rendimiento de los hidrocarburos.