Florencio Domínguez, EL CORREO, 15/5/12
Carmen Hernández, viuda del concejal del PP de Durango Jesús María Pedrosa, asesinado por ETA el 5 de junio del año 2000, contó ayer, en el Congreso sobre Memoria y Convivencia, el acoso que sufrió su familia antes de que la banda terrorista matara a su esposo. Los alumnos de un instituto cercano a su domicilio aprovechaban el recreo para concentrarse ante la vivienda con pancartas a favor de los presos, los miembros de las Gestoras Pro Amnistía hacían algo parecido, el portal de la vivienda aparecía encartelado cada dos por tres, etc. Y después de tanto acoso se produjo el asesinato de Jesús María Pedrosa, poniendo de manifiesto la complementariedad de las estrategias de la banda y de sus organizaciones satélites.
El relato de Carmen Hernández da pleno sentido a las afirmaciones que Stefan Zweig realiza en su libro ‘El mundo de ayer. Memorias de un europeo’: «Sabemos por experiencia que es mucho más fácil reconstruir los hechos de una época que su atmósfera espiritual. Esta no se encuentra sedimentada en los acontecimientos oficiales, sino más bien en pequeños episodios personales». La pesada atmósfera de muchos años de historia del País Vasco está caracterizada por episodios como los sufridos por la familia Pedrosa en medio de la indiferencia general y de complicidades toleradas. «La policía no aparecía cuando ocurrían estas cosas o llegaba tarde», apostilló Carmen.
El Congreso iniciado ayer supone un esfuerzo del Gobierno vasco por tratar de asentar la idea de que sin una memoria cabal de lo ocurrido va a ser difícil afrontar el futuro con normalidad. Las víctimas son conscientes de la importancia de la memoria de los años de terrorismo. Hay que recordar que Covite fue pionera de la reivindicación de esa memoria ya en su manifiesto fundacional de 1998. También el mundo de ETA y de Batasuna es consciente de esa importancia, aunque entiende la memoria como «un reto más en la construcción nacional», en palabras de uno de sus dirigentes.
ETA y Batasuna saben lo que se juegan en esta partida y por eso se han volcado en tratar de escribir el relato de estos años. No buscan asumir sus responsabilidades, sino preparar una exculpación generalizada de los crímenes cometidos. En ese esfuerzo de arrojar tinta de calamar que dificulte la visión clara de su pasado reciente se encuadran iniciativas como la de la comisión de la verdad propuesta recientemente por la izquierda abertzale.
Cuando se habla de la lucha por el relato no se está pensando en lo que escribirán los historiadores profesionales cuando investiguen este periodo de nuestra historia. De lo que se habla es de la impronta que quedará en la mayoría de la sociedad vasca. Si queda una idea indulgente del pasado los crímenes de ETA serán vistos como una cuestión menor, tal vez como «las travesuras de unos chicos malos», por utilizar las palabras con las que Sebastian Haffner denunció la tolerancia de la sociedad alemana hacia el nazismo en los años treinta.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 15/5/12