Ignacio Camacho-ABC
- El Gobierno maneja el reparto de los fondos europeos y la CEOE bendice el indulto. La cruda lógica del ‘quid pro quo’
Se ha trabajado Sánchez en el viaje a Argentina la bendición de Garamendi a los indultos enseñando el dinero europeo como argumento de convicción para un elemental ‘quid pro quo’. El apoyo de la alta empresa y la banca lo tiene La Moncloa bien amarrado desde que se aseguró el control absoluto -y discrecional, que es lo importante- del sistema de reparto; mientras pueda adjudicar a su criterio los fondos Next Generation, los aspirantes a beneficiarios van a hacer cola para comerle al presidente en la mano. Tiene uno ya contada aquella frase del fallecido Rafael Álvarez Colunga, antiguo presidente de la patronal andaluza, cuya jocosa franqueza ponía a sus colegas los pelos de punta. Decía el bueno de ‘Lele’, que así le apodaban, que «los empresarios hemos de ser camaleones capaces de volvernos del color del que manda». Ya no se estila esa espontaneidad campechana pero las cosas siguen estando igual de claras: hay que llevarse bien con el poder y ganarse su confianza. Por mucho que vivamos en una economía teóricamente desregulada, las decisiones del Gobierno tienen suficiente peso y relevancia para que los directivos de las grandes compañías busquen una proximidad pragmática.
Esa ‘normalización’ de que habla el líder de la CEOE significa pelillos al mar y vamos a hacer negocios con espíritu camaleónico. Por decirlo con la fina ironía de Joaquín Garrigues, «como caballeros o como lo que somos». Igual que sus colegas catalanes, que han financiado al nacionalismo -¡¡y el ‘procés’!!- incluso después de salir por patas del Principado y trasladar sus sedes fiscales a otra parte, Garamendi sabe que las cuentas de resultados dependen de las buenas relaciones institucionales. Es decir, de tragar los sapos que haya que tragarse y hacer como el que no se da cuenta del chantaje. A veces, como en este caso, no queda muy elegante pero siempre guardan la esperanza de que el crujido de la espalda al inclinarse resulte a la postre rentable. Si París bien valía una misa, el mercado y el PIB de Cataluña bien valen una declaración humillante mientras el que puede pagar pague. Por ingenuo que resulte creer a estas alturas en Sánchez.
Luego vendrá el llanto. El ir por los cenáculos de Madrid quejándose del engaño. Las confidencias sobre el descaro de los ‘honorables’ independentistas, los lamentos por el falso diálogo. Y no mucho más tarde, cuando comprueben la verdadera deriva del barco, la apelación plañidera a la intervención del Estado. Pero de momento, la distensión no parece bastar para que los que huyeron de la insurrección muestren voluntad de regreso. Piden el perdón para los sediciosos desde el denostado paraíso fiscal madrileño y serán los últimos en sumarse al «reencuentro». El camaleón común (’Chamaeleo chamaeleon’ y ‘Chamaeleo calyptratus’) carece de oído pero ve muy bien de lejos y su piel cambia de color ante la presencia de un riesgo.