JAVIER ZARZALEJOS-EL CORREO

  • Es falso que el informe del BCE sobre el impuesto a la banca sea un ataque de De Guindos contra el Gobierno. No es bueno morder la mano que da de comer

Un Gobierno que convierte su comunicación en un constante autohomenaje, unido a la denigración barriobajera de la oposición, lleva mal eso de que le contradigan. Al considerarse el primero en todo, en esa cotidiana inauguración de la historia, no puede reconocer a nadie el derecho a enmendarle la plana. Sus actos e iniciativas y, sobre todo, sus carencias y gruesos errores, su dependencia estructural y sin remedio de lo peor que ha generado la política en España, son debidamente blanqueadas por un entorno mediático que, por afán de notoriedad o por recibir un privilegiado acceso a fuentes, ha abdicado de todo sentido crítico, que ha quedado circunscrito a algunos islotes intelectuales y de opinión en una izquierda que se divide entre los que creen que el poder es el fin que justifica todo y los que, desde la añoranza del pasado felipista del PSOE, temen la resaca que el socialismo sufrirá después de perder el poder y señalan lo que deberían ser líneas infranqueables para un partido de gobierno.

Una piel tan fina como la que muestra este Gobierno empieza a ser conocida en Europa, cuando España prepara su presidencia semestral en la segunda mitad de 2023 de la Unión en la que Sánchez parece haber depositado grandes esperanzas de relanzamiento político y electoral.

Los casos se acumulan. El pasado mes de septiembre, el comisario de Justicia, Didier Reynders, viajó a Madrid para tratar de las recomendaciones de su informe sobre Estado de Derecho. Como el Gobierno entendió que Reynders no culpaba suficientemente al PP del bloqueo del CGPJ, sometió al comisario a un asombroso ninguneo -salpicado de ataques tan gruesos como injustificados- con una explicita descalificación de su recomendación de modificar el sistema de elección de los vocales jueces del Consejo. Por su parte, la ministra de Justicia rechazó ofrecer explicaciones de la situación en los tribunales españoles y su órgano de gobierno ante la comisión competente del Parlamento Europeo. Lo mismo ha ocurrido con el ministro del Interior después de que la comisión de Asuntos de Interior de la Cámara reclamara su comparecencia para tratar de los sucesos en la valla fronteriza de Melilla, mientras, eso sí, los socialistas europeos se muestran tremendamente preocupados por las ‘devoluciones en caliente’ de las que acusan al Gobierno de Croacia en su frontera.

Con igual desprecio se han mostrado los representantes gubernamentales sobre las tímidas llamadas de atención procedentes de Europa ante el bloqueo en la gestión de los fondos de recuperación. Las cosas han llegado a un punto en el que ya no ha sido posible ocultar una realidad que pone en cuestión la eficacia de esos recursos para relanzar la economía y favorecer las reformas, pero que presenta también un serio riesgo reputacional para nuestro país y su capacidad gestora del dinero europeo.

Ahora bien, lo que sin duda se lleva la palma en estas reacciones típicas de un Gobierno con tal alta opinión de sí mismo es la respuesta de Sánchez y algún ministro a las muy serias objeciones que el Banco Central Europeo ha formulado al llamado impuesto a la banca. El argumento personal dirigido contra Luis de Guindos, recordando su presencia en el Ejecutivo de Rajoy y su anterior puesto en Lehman Brothers, es una puñalada de pícaro que solo pone en evidencia la falta de argumentos y la profunda arrogancia del presidente del Gobierno.

Porque es falso que ese informe del BCE sea un ataque procedente de De Guindos contra el Gobierno español. Se trata de un documento del Banco Central Europeo, firmado por su presidenta y asumido como propio por su órgano rector. Se puede entender -malamente- que un ministro como José Luis Escrivá proclame todos los días su infalibilidad técnica y desprecie al BCE y que lo considere como una institución al parecer poblada de gentes sin competencia profesional. Pero la descalificación personal y ácida por parte de Sánchez apunta a los aspectos más sombríos de su personalidad como político.

Es sintomático que incluso aquellos medios incondicionalmente comprometidos con el apoyo a Sánchez le hayan advertido -en tono muy respetuoso, no vaya a enfadarse el presidente- de que no es bueno enfrentarse al BCE por aquello de que no es recomendable morder la mano que da de comer. Porque si Sánchez puede alardear, incluso más de lo que sería razonable, de lo mucho que gasta para financiar su empatía con ese constructo que llama «la clase media trabajadora» es porque el Banco Central Europeo, con el ‘malvado’ De Guindos en la vicepresidencia, ha comprado 300.000 millones de deuda emitida por España, sin condiciones ni ‘hombres de negro’. Eso empieza ahora.