Ignacio Camacho-ABC
- El doble rasero de la corrupción es tan cierto como que en el PP sucedieron cosas que no salvan ningún filtro ético
El PP tiene dos problemas con el enésimo juicio de Bárcenas, y ninguno es el testimonio probatorio, sobre el que ya admite el letrado que su defendido tiene «déficit» -con comillas declarativas, para susceptibles- de documentos con los que respaldar sus acusaciones. Vamos, que anda «chungo de papeles» -más comillas- como cierto antiguo director general de Canal Sur en una comisión del Parlamento de Andalucía. Puede que algunas de esas supuestas pruebas se las hayan birlado, que eso se investiga en otro sumario, pero lo cierto es que la vista de ayer comenzó con una notable rebaja de expectativas. El verdadero dolor de cabeza le va a venir a Casado y su equipo por el ruido mediático y político de unas denuncias que manchan la marca del partido sin que éste encuentre el modo de sacárselas de encima. La simple presencia de dos expresidentes como testigos es una sentencia de telediario contra la reputación corporativa. Ésa es la estrategia de la defensa del tesorero y el señuelo del pacto que ha ofrecido a la Fiscalía, cuya jefa «bebe de la copa» de Garzón -también procede el entrecomillado, qué le vamos a hacer- y fue ministra en el Ejecutivo sanchista. Un acusado despechado con ganas de largar y una batería de televisiones preparadas para emitir en bucle todo lo que diga: la pinza perfecta para tender toda una colada de trapos sucios en la azotea de la escena política. El tribunal ha de decidir si permite la batida, pero tendrá que otorgar al reo suficiente margen garantista aun a sabiendas de que puede dar lugar a una utilización espuria de la justicia.
El otro problema consiste en que Bárcenas está en su derecho de inventar o mentir en su beneficio pero él es real en sí mismo, estuvo al frente de las finanzas del aparato popular muchos años y cada vez que aparece regurgita ante la opinión pública un pasado del que el partido no puede sentirse ufano. Aunque Casado no era el candidato del marianismo sino todo lo contrario, en el momento en que ganó el liderazgo asumió una parte de la expiación de ese legado por más que probablemente desconozca cuánta basura de la época del barcenato hay aún guardada en los armarios. La presunción de inocencia penal no es menester reclamarla siquiera dado que ni Aznar, ni Rajoy ni sus dirigentes están imputados; es el prestigio de las siglas el que sufre daño. La doble vara de medir la corrupción en la derecha y en la izquierda es un hecho tan patente y cierto como que en la calle Génova sucedieron durante bastante tiempo cosas que no pasan ningún filtro ético. Por injusto que pueda resultar, el actual equipo va a tener que cargar con ese peso porque también le han dejado en herencia un mapa audiovisual abrumadoramente favorable a este Gobierno. Para tener éxito en política hay que sobrevivir entre dos líneas de fuego, y la más peligrosa es siempre la de los tiradores que disparan desde dentro.