HERMANN TERTSCH-ABC

 

Se dispara el precio que pagaremos todos por tanta complicidad y ceguera

SE constata que alguien es un cabecilla de un golpe de Estado y jefe de un grupo armado de cerca de 17.000 hombres a los que dirige con el objetivo de destruir la España constitucional y crear una República Catalana independiente. Acto seguido se le deja libre para que continúe sus actividades coordinadas con el resto de la dirección golpista de la Generalidat para destruir el orden legal, intimidar a los catalanes leales a España y acabar con el bien común de todos los españoles. Eso sí, se le impone la obligación de pasar por Madrid cada quince días y se le quita el pasaporte. Nadie sabe para qué ni lo uno ni lo otro. Puede que de momento hasta venga por Madrid a pasear la pistola al cinto. A pavonearse de la impunidad que tanto ayuda a sus planes. Esa impunidad que revela el miedo del gobierno a tomar medidas reales y eficaces contra ellos. Esa impunidad que tanto disfrutan y tan útil ha sido a José Luís Trapero como a sus jefes Carlos Puigdemont y Oriol Junqueras y hasta a su peor soldadesca de rufianes. Vendrá por Madrid si le viene bien. O se disculpará si la rebelión le hace inconveniente volver a la capital del enemigo. Imaginen que el mayor de los Mozos de Escuadra se ve envuelto en alguna refriega, como delincuente en armas contra el Estado que es, con algún agente de la ley de los que sí creen en su juramento de defensa de la Constitución y de España.

Imaginen que hiciera uso del arma reglamentaria que la autoridad judicial no le ha quitado e hiriera o matara a un policía o guardia civil que intentara frenarle en esa actividad criminal contra el Estado, contra la Nación y contra España que hoy ya nadie discute. Esperemos que no pase. Que no tenga que utilizar nunca Trapero su arma contra otro español. Pero dadas sus actividades actuales que se centran en hacer la guerra a los españoles, lo lógico habría sido no dejar a su criterio la posibilidad de hacer uso o no del arma. Al fin y al cabo, tampoco se les devuelven las armas a los etarras. Y nadie lo toma como una ofensa insoportable. Si no, ese Otegi mismo, celebrado como un héroe por las autoridades, andaría hoy por Barcelona con su pistola bamboleante al cinto como el propio Trapero. Con aquella con la que disparó a matar a Gabriel Cisneros que se escondía entre los coches. No excluya nadie que los Mozos de Trapero le entreguen muy solemnemente una pistola al etarra y a otros muchos de sus correligionarios que están ya permanentemente en Barcelona como parte de ese voluntariado decidido a «defender» a la República en caso del que el Gobierno de España pretenda en algún momento restablecer la legalidad española en aquella región.

¿Lo pretenderá algún día? Muchos lo dudan. Piensan que Mariano Rajoy y Soraya Saénz de Santamaría están más dispuestos a negociar cualquier cosa con la banda criminal que ya es la Generalidad de Cataluña que a tratarlos como los enemigos de España que son. Nadie entiende por qué estos cinco años de conspiración pública, anunciada y televisada, no se ha hecho nada para poner fin al golpe. Mientras subía el precio sin cesar. Aplicarán el 155 cuando no sirva para nada, avisaban. Así es ya. Y comenzarán el mismo juego con el estado de excepción, alarma y sitio. Para hacerlos imposible. Mientras, se dispara el precio que pagaremos todos los españoles por tanta complicidad, por tanta ceguera y tantas dilaciones en la defensa del bien de todos.