Ignacio Camacho-ABC
- La segunda vivienda, el sueño de las clases medias, es la amenaza paradójica que puede limitar el triunfo de la derecha
Desde lo alto de una valla de fondo verde –en realidad una pantalla digital–, un Juanma Moreno sonriente y descorbatado exhorta, casi recrimina preventivamente, a los ciudadanos: «Días de playa hay muchos pero sólo uno para seguir avanzando». Una variante del mensaje machacón, algo así como «si os largáis palmamos», que el PP ha repetido sin disimulo en estos días de calor africano para conjurar su propio ataque de pánico. Tanto énfasis empieza a parecer extraño; quizá los ‘trackings’ de uso interno estén revelándoles algo que los demás ignoramos. Acaso un exceso de confianza entre sus sectores de respaldo.
Nunca la playa había inspirado tanto miedo ni gozado de tanto protagonismo en una campaña. Con las encuestas a favor, los populares entienden que su principal amenaza consiste en que la mayoría acariciada se disipe en los atascos de vuelta del fin de semana.
Ya no disimulan a la hora de verbalizar la zozobra creciente que llevan pintada en la cara. No temen a Sánchez, ni a Olona, ni a Espadas, ni que los votantes adversarios se movilicen en masa, sino a la eventualidad de que los suyos sientan la tentación de relajarse ante una victoria cantada. Y la temen de verdad, con angustia, con suspense, con una desazón fronteriza en la alarma y patente en la inquietud con que ayer mismo observaban las calles vacías desde primera hora de la mañana.
La playa es transversal, le dijo Moreno a Carlos Herrera. Y es cierto: en novecientos kilómetros de litoral hay playas de ricos y de pobres, rancias y bohemias, populosas y minoritarias, pijas y burguesas. Hay playas lo bastante grandes y concurridas para acoger multitudes espesas en las que se mezclan gentes de derecha y de izquierdas. Hay una sociología casera que clasifica y distingue el poder adquisitivo, el estilo y hasta la vestimenta de los bañistas de Vistahermosa o de Caños de Meca, de Fuengirola o de Marbella, de Mojácar o de Roquetas. Lo que resulta imposible es saber por anticipado a quién perjudicará la abstención entre tanta diversidad playera. La aprensión de Juanma y su entorno nace de la idea no expresa de que parte de su electorado posee en la costa una segunda vivienda y se sienta empujado a buscar hoy en ella refugio ante esta insospechada canícula preveraniega. Sería una paradoja rocambolesca: las esperanzas conservadoras estrelladas contra el símbolo por excelencia del sueño propietario de las clases medias.
Anoche se esperaba una madrugada fresca pero la decisión de salir suele ser previa y ya el sábado amanecieron muchas localidades semidesiertas. Los jerifaltes ‘peperos’, que antes de convocar las elecciones ponderaron multitud de factores de incidencia –incluso encargaron estudios de psicología social–, se atormentan ahora con el pensamiento de haber cometido un error de cálculo en la fecha. Qué aburrida sería la democracia sin el factor sorpresa.