Digo 5.000 y no 8.000, porque un 30% de los delegados se negaron a respaldar a Sánchez, lo cual da la verdadera dimensión de su victoria en las primarias contra Susana Díaz y Patxi López, desde ayer mascota sanchista. Hace tres años, Pedro Sánchez, tras derrotar por la mínima a Madina con el apoyo de Susana, obtuvo el 86% de apoyos. Hace cinco años, Rubalcaba, el verdadero creador del 15-M desde el Ministerio de las Cloacas, tras derrotar por la minimísima a Carmen Chacón, con el apoyo de Susana, obtuvo el 80% de apoyo entre los delegados. O sea, que su ilusionante victoria ha conseguido desilusionar a un 16% de los delegados socialistas. Qué éxito.
Pero si pensara en todos los votantes, el repecandidato del PSOE debería observar unas mínimas reglas de pulcritud intelectual. Es ridículo fiar la salida de Rajoy y el futuro de España al apoyo de los separatistas de Bildu, ERC, pujolers y los infinitos comunistas periféricos de todas las confluencias podemizadas, empoderadas a su vez por el separatismo radical. Y, por favor, ahórrenos la plurinecedad de la plurinacionalidad uninacional y la soberanía única, pero compartimentada en un montón de «naciones culturales», que en realidad son «sentimientos», pero unos sentimientos muy raros, que sólo tienen los separatistas que odian a los españoles.
Si manda Sánchez tendrían derecho a cargarse la Constitución, mientras que los que la defienden, PP y Ciudadanos, son los enemigos de España. Tras proclamarse «catalanista», a Sánchez sólo le falta ir al Nou Camp a silbar el Himno nacional. En su mitin sonaron la Internacional y Guns&Roses. Se supone que el PSOE pone las rosas y Podemos las pistolas.