Kepa Aulestia-El Correo

  • La polarización extrema ha acabado con ese mínimo espíritu crítico que se le requiere a una formación que recaba el favor ciudadano

Los dos principales partidos del arco parlamentario español, el PP y el PSOE, están sometiendo la política a una degradación cotidiana en su afán por acabar con el adversario. Sin importarles que al actuar así vuelven irrespirable el foro público y se desacreditan en cada declaración, por activa o por pasiva. Todo gracias a que la polarización extrema ha acabado con ese mínimo espíritu crítico que se le requiere a una formación que recaba el favor ciudadano. Claro que ni los dirigentes socialistas ni los populares temen que de esa manera acaben ahuyentando a sus votantes. Todo lo contrario, están convencidos de que lo importante es mantener lo más nítida posible la distancia que les separa mutuamente. Las rectificaciones autocríticas no tienen cabida. Mucho menos cuando se instaura el mandato incuestionable de un líder, aunque solo sea porque no parece posible quitárselo de encima.

La figura de Leire Díez es el último hallazgo de una lista sonrojante para los socialistas, pero a la que estos no han podido más que abrir un expediente informativo. Probablemente porque temen su reacción, visto lo ocurrido con los mensajes cruzados entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos. Tanto que no han tenido más remedio que aferrarse a una nueva fe y ponerse a rezar para que el bochorno no vaya a más.

Mientras la plantilla de ministros y ministras encargados de simultanear la gestión de sus carteras con sus candidaturas autonómicas y la defensa del presidente acosado «por la derecha y la extrema derecha» se afana en convencer a los incondicionales de que todas las malas noticias son una mentira urdida por Alberto Núñez Feijóo.

El presidente del Partido Popular ha convocado una concentración para el próximo 8 de junio en Madrid. «A la espera de las urnas, llenemos las calles». Con lo que durante esta semana las bases socialistas se verán conminadas a desear con toda su fuerza que la movilización popular fracase, mientras el PP se retrata recabando de unos u otros socios de Sánchez el inimaginable gesto de secundar e incluso presentar una moción de censura. La alternativa a la «degradación» que Núñez Feijóo no considera propia. Aunque Carlos Mazón continúe cogiéndole la delantera, e Isabel Díaz Ayuso acaparando espacio con hechos y palabras que ensombrecen a los demás dirigentes populares.

En las tres últimas décadas de democracia ha habido momentos de especial tensión partidaria en España. Así se vivieron los acontecimientos en torno al 11-M, y así se vivió el ‘procés’. Pero no habíamos conocido un período en el que la política se hubiera representado con tanto descaro por parte de tanta gente distinta en sucesivos episodios. Como si el descaro fuese una condición obligada para ejercer de político y mostrarse activo en un partido -sea cual sea- que solo puede concebirse siempre a la gresca.