IGNACIO CAMACHO, ABC – 08/10/14
· En medio de una formidable tensión histórica desatada sobre la nación, el ébola puede convertirse en la colza del PP.
Que hablen los expertos. Los epidemiólogos, los científicos, los virólogos, los especialistas en emergencias de salud pública. Que hablen porque ellos son los únicos que pueden sobreponerse a este ruido desquiciado, a esta histeria social, a este convulso caos de miedo, sensacionalismo y rabia. Que hablen para que se escuche su criterio por encima del clamor oportunista de los demagogos, de los sabelotodos, de los jeremíacos, de los agitadores, de los arbitristas de barra de bar. Que hablen también para que callen los políticos con sus balbuceos incompetentes, sus medias verdades, su jerga ocultista, su incontenible ventajismo sesgado. Para evitar que el virus de la política, de la mala política, envenene aún más una situación de delicadeza crítica, extrema.
Es la hora de los profesionales, y quizá sea ya tarde. Sólo ellos nos pueden sacar de esta zozobra. No lo harán los altos cargos sobrepasados por la gravedad de la alarma, inseguros, atenazados. No lo harán los incendiarios de las redes ni los tardíos denunciantes de chapuzas. No lo harán los propagandistas del caos ni los pescadores de turbulencias. A todos esos, por inevitable que sea su presencia en la confusión de estas horas amargas, sólo hay que pedirles que no estorben. Que se mantengan si quieren en su sectario ámbito de excusas y de reproches, pero que dejen trabajar a los que saben. Que no incrementen el nerviosismo con su mala fe o su inepcia.
Durante la crisis de las «vacas locas» fue esencial el papel sereno y sensato de un patólogo, Juan José Badiola: organizó el trabajo, coordinó los análisis, aconsejó las medidas. Asumió responsabilidades. Y sobre todo, comunicó a la sociedad con madurez, claridad y aplomo el alcance de la epidemia. Su prestigio científico resultó decisivo en el control de los daños y del pánico social, tan peligroso como el propio virus y mucho más expansivo. Pues bien: el Gobierno tiene ahora que encontrar su badiola; el experto con autoridad que no sólo ponga orden en esta lógica incertidumbre, sino que siembre confianza en una nación asustada. Y que evite el desbarajuste informativo, la clamorosa sensación de descontrol, falta de tacto y torpeza que han mostrado los responsables sanitarios, abrasados por falta de credibilidad, incapaces de transmitir una tranquilidad que no saben fingir siquiera.
La gente ya no cree en los políticos. En crisis como ésta la verdadera política consiste en delegar sobre quienes pueden manejar con criterio una emergencia. Vienen días difíciles en los que la población necesita confiar, disponer de elementos razonables que disipen o amortigüen sus recelos y sus sospechas, y eso no lo va a encontrar en el abotargado discurso político. En medio de una formidable tensión histórica, el ébola puede convertirse en la colza del PP si no encuentra pronto a quien sepa de veras qué hacer –y qué decir– con el «bichito».
IGNACIO CAMACHO, ABC – 08/10/14