El tema de ETA que se ha internacionalizado, hasta el punto de que la prensa marroquí lo relaciona con el Frente Polisario, ya le ha traído algunas desavenencias al gobierno de Zapatero con nuestro país.
Se dice que fue con J.F. Kennedy que se puso de moda eso que en los textos de estudio se conoce como «diplomacia presidencial», expresión que hacen referencia a la actuación personal del jefe de Estado en la conducción de la política exterior de un país, pero sobre todo, a su rol protagónico en el manejo de determinadas negociaciones y políticas. Se trata, en resumen, de una acción diplomática donde la personalidad del Presidente es la llave maestra para abrir determinadas puertas.
Que esto sea positivo o negativo, no es un tema para tratarlo aquí, lo que nos interesa en todo caso, es tener en cuenta cómo ciertas personalidades de los actuales presidentes y jefes de gobierno en el mundo, ejercen ese tipo de diplomacia. En el ámbito internacional Obama, y Sarkozy, son dos buenos ejemplos, en Latinoamérica hasta no hace mucho Lula en Brasil y, por supuesto, Chávez en Venezuela.
La política exterior de España no cuenta sin embargo con un referente semejante. Quizás por eso es una diplomacia sin personalidad, opaca. Mientras que en política interior, Rodríguez Zapatero tiene un papel destacadísimo, en la internacional se mantiene muy discreto. Por lo demás, la política exterior de Rodríguez Zapatero no se diferencia del resto. Su denominador común, el querer estar bien con todo el mundo, o mejor dicho, con casi todo el mundo. Solo que mientras en la nacional se busca votos consintiendo a las minorías, bajo el principio de que varias minorías pueden significar una mayoría, en la internacional las minorías no interesan, por que simplemente no dan votos ni apoyos. Se quiere, claro está, proteger los intereses españoles de siempre, los económicos de sus multinacionales, así como los estratégicos, sin que importe ninguna otra consideración.
El nombramiento de la nueva ministra de exteriores Trinidad Jiménez, no va a ayudar grandemente a mejorar las relaciones internacionales de España con EEUU, ni su escasa influencia en la UE. Tampoco en el tema marroquí donde Zapatero tuvo que echar mano de su ex ministro Moratinos en una misión especial. Los últimos acontecimientos en el antiguo Sahara español con Marruecos como Estado agresor, dejan bastante mal parada a la diplomacia de La Moncloa. Poner como excusa la falta de información para no condenar la violencia marroquí sobre el pueblo saharaoui, buena parte del cual aun habla español, es a lo menos indignante, más aun cuando se reconocen las verdaderas razones. Ahora, resulta que Marruecos es un «buen vecino» con el que España mantiene «buenas relaciones» y comparte «muchos intereses estratégicos», según afirma el portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso. Mientras tanto, España se hace la vista gorda con el asunto de los periodistas españoles deportados y con la violación de los derechos humanos en El Aaiún. Demasiado evidente el peso de la reclamación que Marruecos aún mantiene sobre los territorios de Ceuta y Melilla y cuyo último capitulo apenas se cerró en mayo pasado.
El tema de ETA que se ha internacionalizado, hasta el punto de que la prensa marroquí lo relaciona con el Frente Polisario, ya le ha traído algunas desavenencias al gobierno de Zapatero con nuestro país. No habiendo terminado de anunciar la nueva titular de exteriores española su creencia de que en Venezuela no hay presos políticos, adulación que no le sirvió de nada, y cuando aun no se habían borrado las insinuaciones de tortura, por parte del embajador venezolano en España, contra los etarras enjuiciados Xabier Atristain y Juan Carlos Besance, en relación con sus declaraciones de haber participado en entrenamientos terroristas en Venezuela, ya Chávez estaba llamando cobardes a los ministros españoles por su fracaso frente a ETA. La mesura y la prudencia son importantes en política internacional como en todo, pero a veces, un golpe sobre la mesa en el momento oportuno, puede convertirse en la mejor estrategia diplomática.
José Luis Méndez, EL UNIVERSAL (Venezuela), 25/11/2010