SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Los viernes toca Celaá y la portavoz nunca defrauda. Tras el último Consejo de Ministras tuvo que hablar de una cuestión extemporánea como la tesis del presidente del Gobierno, puesta de actualidad en la sesión de la víspera por Albert Rivera.

Fue un recital majórica de perlas cultivadas. La primera al calificar el caso como una operación para abatir al presidente. Abatir. Como si fuera el caso Gürtel, vamos. El 8 de febrero de 2009 hubo dos cacerías en Andújar. Una, en la finca Cabeza Prieta. Otra, la que reunió en torno a una cena en el Hotel Del Val al juez instructor Garzón, que acababa de abrir el gran caso contra el principal partido de la oposición; al ministro de Justicia de Zapatero, Fernández Bermejo; al comisario jefe de la Policía Judicial, Juan Antonio González, y a una fiscal escasamente interesada por la caza de rumiantes. Podría preguntarle a ella los detalles en el próximo Consejo de Ministras: es la titular de Justicia, Lola Delgado. Esa cacería terminó el pasado 1 de junio con el abatimiento del presidente Rajoy en la moción de censura, gracias a un par de frases espurias en el auto del juez José Ricardo de Prada. Dice abatir cuando el doctor Sánchez había tratado de abatir a un presidente, negándole el ser, la cualidad de persona decente, en un debate electoral en diciembre de 2015. Aquello me llevó a la convicción de que aquel tipo era indigno del cargo al que aspiraba, que carecía de la decencia que negaba a su adversario.

La portavoz dijo que el único doctor de nuestra historia es Pedro Sánchez. Verá, Celaá, he dado un somero repaso a Google y me salen 20 presidentes del Gobierno, que eran doctores: Suárez y Calvo-Sotelo en nuestra era; en la Transición, Arias Navarro y Fernández Miranda. En la 2ª República, Alcalá-Zamora, Manuel Azaña, José Giral y alguien que debería de pertenecer al acervo político-sentimental de la ministra, el doctor Negrín. La 1ª República, que en siete meses tuvo cuatro, tres de ellos doctores: Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Y el etcétera de la Restauración.

El doctor mintió al Congreso y a Facebook, al decir que la tesis llevaba tiempo colgada en Teseo y al mismo tiempo que la iba a colgar el día siguiente. ¿Cómo puede aceptarse que sea La Moncloa quien verifique la originalidad de la misma con esos precedentes? ¿Necesita Sánchez pasar el Turnitin para saber si hay plagio o no hay plagio?

Sabremos con precisión el porcentaje de plagio, pero no es lo más preocupante. Confío más en la calidad de las partes copiadas que en las que hayan salido de su propio magín. Lo que sí me parece curioso es que el adalid de la enseñanza pública haya hecho su tesis en la privada. En una, que por nueva y por Bolonia, necesitaba fabricar doctores como los astilleros hacían petroleros liberty en la guerra: a uno por día. Esto tiene importancia, porque cualquier universidad pública española habría vetado a los cinco miembros del tribunal que lo aprobaron cum laude. Desde 22 meses antes de su gran momento académico, el Decreto 99/2011 regulaba el doctorado: para ser miembro de un tribunal de tesis había que tener experiencia investigadora; en la UPV, un sexenio (de investigación). Para presidirlo, dos sexenios. Los cinco del tribunal del doctor Sánchez eran inhábiles. Uno de ellos y la directora de la tesis incumplían los requisitos de la propia UCJC, al haber firmado con el doctorando artículos que este incluyó en la tesis.

Yo creo que el doctor debería llevarnos a los tribunales a todos los que sospechamos de su tesis; se abrirá un proceso para desmenuzarla. De momento, lo que ha quedado claro es que su portavoz no le vale para ese cargo, pero no hay que desesperar: es una insuperable candidata para presidir su Comisión de la Verdad.