Carlos Martínez Gorriarán-Vozpópuli
¿Alguien tiene dudas de que este TC no verá ningún motivo de inconstitucionalidad que invalide las leyes anunciadas para modificar la Constitución en lo relativo a la elección del Consejo General del Poder Judicial?
“Dato mata relato” es una expresión de racionalismo muy usual, pero lamentablemente errónea: más bien son los relatos los que matan los datos, es decir, los privan de existencia, como si hubieran sido amnistiados. Nada nuevo, pues la sospecha de que las cosas y palabras pueden no ser lo que parecen e incluso todo lo contrario -error, ilusión o mentira- es tan vieja como la mente humana. Pero la muerte del dato a manos del relato se ha convertido en lo normal en la era de la posverdad, invadiendo todos los órdenes de la vida social y especialmente la política.
Nada es verdad ni mentira
Ahora, la práctica y teoría de la posverdad, resumible en que los datos nada significan frente al relato a posteriori que justifica decisiones que ya se han tomado y anunciado, como absolver a Magdalena Álvarez por el latrocinio a los parados andaluces, es la doctrina ordinaria del Tribunal Constitucional de Conde-Pumpido. La lista de posverdades del TC es sencillamente impresionante: comenzó con la legalización de Batasuna rectificando la Ley de Partidos, y ha ido cogiendo velocidad con el sanchismo, que ha encontrado en esta escotilla de escape disimulada, abierta en la Constitución para poder burlarla, el instrumento ideal para liquidar la división de poderes y el principio de legalidad.
La posverdad no es en sí un concepto, sino el nombre apropiado para una era en la que verdadero y falso han sido asesinados como conceptos. Aquel relativismo del “nada es verdad o mentira/ todo depende del color con que se mira” ha sido convertido en la regla hegemónica del lenguaje institucional, del TC al Gobierno pasando por la universidad y la gran banca. Nada puede sobrevivir a este relativismo cromático. El dato es arrollado por el relato, principio ratificado por los mensajes de WhatsApp pillados a Álvaro Ortiz García, el Fiscal General del Estado: “Almudena, no me coges el teléfono. Si dejamos pasar el momento nos van a ganar el relato.”
En la retorcida teoría del neomarxismo populista, el dato ha degenerado en lo que el argentino Ernesto Laclau, inspirándose en el psicoanálisis paranoide de Jacques Lacan, llamó “significante vacío”, es decir, una palabra o discurso completo (como capitalismo, patriarcado, pueblo, cuerpo, derechos) que se puede y debe manipular para que signifique lo que uno quiera, sobre todo si va de asaltar el poder o conservarlo (para los interesados, combina a Maquiavelo con el Gramsci de la hegemonía intelectual, más unas dosis de trumpismo).
¿Cómo funciona? Es sencillo: el relato elimina el significado literal vaciando palabras y discurso del sentido estable y común que ofrece el diccionario. Lewis Carroll lo explicó con humor en Alicia a través del espejo:
“-Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos.
– La cuestión es -insistió Alicia- si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
– La cuestión -zanjó Humpty Dumpty- es saber quién manda… Eso es todo.”
Humpty Dumpty en el Tribunal Constitucional
La retorsión potestativa del lenguaje a lo Humpty Dumpty es un arte maligno que el Tribunal Constitucional de Cándido Conde-Pumpido ha elevado a nuevas cumbres. Pues el TC ya no se dedica solamente a la retorsión de la Constitución asumiendo competencias judiciales que no tiene para modificar sentencias del Supremo sobre delitos de corrupción y terrorismo que condenan a la coalición de progreso, sino que, en otro progreso hacia el vacío, retuerce y vacía hasta sus propias sentencias.
El 5 de junio, y a instancias del PSC, el TC anulaba por unanimidad el voto telemático del parlamentario catalán Lluís Puig, secuaz de Puigdemont huido con aquel a Bélgica. El TC reprochaba una decisión del Parlament aceptando el voto telemático de los fugados porque daba «apariencia de cobertura normativa» e incurría “en diversas infracciones de la reglamentación parlamentaria». Voto nulo, por tanto. ¿Parece claro y firme, verdad? No para el significante vacío, pues como te digo una cosa digo la contraria, si anular esos votos compromete la elección de Carles Puigdemont.
Una nueva resolución del TC del día 18 de junio aceptaba un recurso del PP solicitando suspender el voto telemático para constituir la mesa del Parlament pero rechazaba suspenderlo cautelarísimamente, lo que de momento significa que los prófugos de la justicia podrán hacer valer un voto telemático que el propio TC declaró inconstitucional trece días antes. ¡Bravo por el Tribunal Constitucional de Humpty Dumpty!
Si el salto de una cátedra falsa a un cargo no menos falso es una mera decisión, la pregunta es cuándo decidirá Pedro Sánchez otra similar encarnando Él la Jefatura del Estado
La literalidad de la Constitución y las leyes muere en el mundo de la posverdad. También el significado de las instituciones y cargos públicos. Incluso es posible crear por la vía de los hechos, justificados a posteriori como necesidades de Estado, la creación de cargos o cargas como el de presidenta de España en la persona de Begoña Gómez de Sánchez, usurpando funciones de Primera Dama representando al Estado exclusivas de la Reina.
Pudo verse en el paseo de la susodicha por el Prado con la Primera Dama de Turquía, Emine Erdogan. Si el salto de una cátedra falsa a un cargo no menos falso es una mera decisión, la pregunta es cuándo decidirá Pedro Sánchez otra similar encarnando Él la Jefatura del Estado. Podemos estar seguros de que este TC aplicaría de nuevo los principios flotantes de Groucho Marx aprobando la suplantación y ordenando, en todo caso, que se reserve al Rey un lugar preferente en ciertas ceremonias de Estado.
¿Alguien tiene dudas de que este TC no verá ningún motivo de inconstitucionalidad que invalide las leyes anunciadas para modificar la Constitución en lo relativo a la elección del Consejo General del Poder Judicial y a instaurar la censura de prensa? Podemos estar seguros de que si hay alguna corrección será de carácter muy menor.
La Constitución ya es un papel en blanco donde el poder abusivo puede escribir en cada caso el relato que le convenga. La opinión sincronizada lleva días divulgando que, ¡según la Constitución!, la soberanía radica en el Congreso de los Diputados, no en la nación o pueblo español. Pero solo mientras la izquierda reaccionaria y su constelación golpista tenga mayoría. Si pasara a la torpona oposición actual, la soberanía saldrá del Congreso -al estilo de cuando “Judit salió de Betulia/ como quien va de tertulia”-, para mudarse a donde Sánchez diga. Con el significante vacío y la posverdad nada es imposible.