EL MUNDO 10/12/13
· Mas pacta con Unió e ICV evitar la palabra ‘independencia’ y Junqueras amenaza con «una demostración de fuerza».
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ha asumido ya que no contará en el Parlament con apoyos suficientes para aprobar una consulta en la que se pregunte de manera explícita por la secesión de esa comunidad autónoma.
Por esa razón, Convergència ha pactado con Unió y con ICV que la pregunta del referéndum evite la palabra independencia y se centre en el modelo de relación con el resto de España, inclinándose hacia planteamientos del tipo «¿Quiere que Cataluña sea Estado soberano?». Esa pinza de CiU con ICV está presionando a Esquerra para que acepte rebajar sus pretensiones.
Tras el batacazo electoral del año pasado, Artur Mas intentó disimular su fracaso con el argumento de que 87 de los 135 diputados del nuevo Parlament –50 de CiU, 21 de ERC, 13 de ICV y tres de la CUP– eran soberanistas y estaban por un referéndum sobre la independencia.
A lo largo de este año, Mas ha elaborado toda clase de comparaciones entre su proyecto de «radicalidad democrática» nacido «del mandato de la calle» y de la «arrolladora mayoría parlamentaria», y una España «obtusa», «que no respeta la democracia» ni quiere escuchar «la voz del pueblo de Cataluña». Las demostraciones callejeras de la manifestación de la Diada del año pasado y la cadena humana de este 2013 habían envalentonado a los independentistas, y más si tenemos en cuenta la escasa capacidad de convocatoria de las concentraciones de signo contrario.
Pero en democracia no manda la calle, sino que lo hacen los votos, traducidos en escaños en el Parlament. Mas ha hecho sus cuentas y ha constatado que no tiene suficientes diputados para aprobar que se pregunte a los catalanes sobre la independencia, ni siquiera sabiendo que el referéndum no va a celebrarse.
Convergència i Unió tiene 50 diputados, pero hay que restar los 13 que corresponden a Unió, que siempre se ha declarado claramente no independentista. ICV está a favor de una consulta, pero no sobre la ruptura con España, sino sobre un modelo de relación diferente. De modo que Mas sólo cuenta con los 37 diputados de Convergència y los 21 de ERC, que suman un total de 58, lejos de la mayoría del Parlament, que está en 68.
Mas está intentando toda clase de eufemismos para salvar la cara y ha pactado con ICV y Unió preguntas del tipo: «¿Quiere que Cataluña sea Estado soberano?» o «¿quiere que Cataluña tenga su propio Estado?», que son calculadamente vacías para esquivar la palabra independencia y su concepto. Plantearía así el referéndum sobre un mayor grado de autogobierno, de la misma manera que Baviera es un Estado soberano perfectamente alemán o el Estado libre de Chihuahua es perfectamente mexicano.
Convergència, apoyándose en la pinza de los comunistas de ICV y los democristianos de Unió, quiere forzar a ERC a aceptar los eufemismos para que Mas pueda continuar su carrera política. Distintos portavoces convergentes llevan semanas advirtiendo del «ridículo espantoso» que haría Cataluña si no se llegara a un acuerdo para la pregunta.
Esquerra conoce la vieja estrategia convergente de acusarle de radicalidad y de dinamitar las esperanzas del pueblo por no ser razonable, y Oriol Junqueras publicó el fin de semana un artículo afirmando que todo este proceso sólo tiene sentido si es para preguntar clara y directamente a los catalanes si quieren o no quieren la independencia.
A Esquerra, después del desgaste de los dos tripartitos, no le quedaba otra que confiar en Mas. Ha votado a favor de sus presupuestos y ha mirado hacia otro lado ante su gestión y sus casos de corrupción. Pero, como dice un destacado dirigente de ERC cercano a Junqueras: «Nos prometieron la vía escocesa y lo que nos están dando es una ducha escocesa».
Junqueras sabe que Mas le está intentando acorralar, que la pregunta es el alma del llamado proceso, y que si no se plantea explícitamente sobre la independencia será el fin de lo que hace unos meses les parecía ya hecho a la espera sólo de los últimos flecos. Pero duda, y dudará hasta el último momento, de si a ERC le conviene quedarse sola defendiendo la pregunta correcta, siendo acusada por CiU y los comunistas de haberse cargado la libertad de Cataluña «la vez que más cerca la teníamos», como ya han empezado a sugerir algunos articulistas cercanos a Convergència.
La gran encrucijada de Junqueras, y que antes de Fin de Año va a decidir la suerte política de Cataluña, es la de si por no quedarse solo participa de la estrategia convergente y deja que el soberanismo vaya entrando paulatinamente en vía muerta; o si se arriesga por aquello en lo que cree, hace caer al Govern, fuerza unas elecciones y, si las gana con mayoría suficiente, se convierte en líder del –entonces sí– proceso independentista.
EL MUNDO 10/12/13