Lo de ayer en Bilbao tenía que ver con la satisfacción de una serie de exigencias que ETA ha puesto a su entorno político para considerar la posibilidad de una tregua, que no será para abandonar las armas, sino para apoyar una operación política, como en 1998 o en 2006. ETA concibe la tregua como un movimiento más para avanzar hacia sus objetivos.
Batasuna no añadió ayer nada a lo que había dicho con anterioridad. Los que esperaban que diera un paso más claro en su desmarque de ETA o que creyeran que iba a pedir a la banda que renunciara a las armas se habrán sentido frustrados. Pero el acto celebrado en el Palacio Euskalduna no tenía nada que ver con ese propósito.
Batasuna y Eusko Alkartasuna querían escenificar con solemnidad un acuerdo de carácter independentista. En el texto del documento han incluido las referencias al uso exclusivo de las vías políticas, algo que Batasuna ya firmó en 1999 y que fue papel mojado, y a los ‘principios Mitchell’, contenidos en la declaración de Alsasua.
Lo de ayer en Bilbao tenía que ver con la satisfacción de una serie de exigencias que la banda terrorista ETA ha puesto a su entorno político como cuestión previa a considerar la posibilidad de una tregua. Una tregua que no será para abandonar las armas, sino para apoyar una operación política, como la de 1998 o la de 2006.
En distintos documentos elaborados a lo largo de los últimos dos años -uno de ellos la ponencia ‘Mugarri’- ETA ha ido dando cuerpo a su idea de ‘proceso democrático’, el eje en torno al que gira la estrategia actual tanto de la banda como de Batasuna. ETA ha planteado la necesidad de que antes de iniciar una tregua se cumplan varios requisitos previos. El primero de ellos era que Batasuna pusiera en marcha una alianza independentista: «Hay que establecer una alianza con Eusko Alkartasuna», señala un documento de ETA, con el objetivo de transmitir «una imagen fuerte del nacionalismo independentista». Por cierto, que también se busca el objetivo de «fulminar a Aralar» y desgastar al PNV.
Con la firma del acuerdo con EA, Batasuna puede ir a decirle a la banda que ya ha cumplido la primera condición impuesta. Pero hay más exigencias. El grupo terrorista reclama también lo que llama un «acuerdo democrático» con otras organizaciones que asuman la autodeterminación y la territorialidad y que rechacen participar en una reforma del Estatuto. Además, como tercera exigencia, la banda ha impuesto a Batasuna «organizar un frente popular contra el estado de excepción» y activar una movilización contra las actuaciones policiales y judiciales. Para cubrir esta casilla del tablero, ha aparecido en escena una plataforma presentada como independiente, Adierazi EH, que se constituyó en enero y que hace dos semanas anunció la convocatoria de una manifestación para septiembre.
ETA quiere también que se registre apoyo internacional al ‘proceso democrático’. De aquí la presencia de algunos invitados en el acto celebrado ayer, como miembros del Sinn Féin, de la antigua guerrilla salvadoreña, hoy en el poder, o los palestinos del FDLP, los mismos que en 1980 llevaron a los etarras a Yemen para darles adiestramiento terrorista.
La última de las condiciones de ETA es que el Estado esté dispuesto a volver a negociar y, hoy por hoy, ese requisito no se cumple. Al contrario, la política del Gobierno pasa por mantener la persecución implacable y el rechazo a volver a procesos de diálogo con la banda terrorista o con su entorno.
Hay que precisar que cuando ETA habla de tregua no está pensando en iniciar el camino del abandono de las armas. «No es un proceso de paz», ha escrito la banda al referirse al manido ‘proceso democrático’. ETA concibe la tregua como un movimiento más dentro de una operación política para avanzar hacia sus objetivos. Tan convencida está de ello, que ha llegado a poner por escrito que no abandonaría las armas ni siquiera en un escenario en el que hubiera un acuerdo político satisfactorio para los terroristas. No piensan seguir los pasos del IRA cuyo desarme sorprendió a ETA. «El IRA no ha firmado ningún acuerdo que le obligue al decomiso de sus armas», escribió ETA en un boletín interno de 1998 en el que añadía que el Ejército Republicano Irlandés «no va a perder ningún soldado, por tanto no tiene por qué entregar sus armas». «¿Acaso el ejército británico tiene que hacer el decomiso de sus armas?», se preguntaba ETA. Pocas semanas después, el IRA comenzaba la destrucción de sus arsenales.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 21/6/2010