Eduardo Uriarte-Editores
Sea el populismo de izquierdas o de derechas su primera víctima es la democracia. No es necesario remitirse a los demagogos de la sofística helénica para descubrir que su consecuencia, ya desde entonces, fue el impulso de la tiranía, y que ésta se dotara de todos los atributos propios de la autocracia, la cleptocracia, la arbitrariedad y el belicismo. Lo tenemos a la vista, la democracia es incompatible con el populismo y el decisionismo político que genera, el poder absoluto desde el estado que padecemos con el decisionismo doméstico, y el global e imperialista recién impuesto por Trump.
Es de agradecer a pesar de todos sus defectos el pretencioso e incluso maleducado discurso de Vance, el vicepresidente americano, cuando acusa a Europa de pasividad e indolencia, de dejarse pudrir por la pérdida de sus valores a manos de sus enemigos internos. Se agradece porque supone un aldabonazo para el necesario despertar europeo, aunque muchos políticos, como el nuestro, vayan a ser incapaces de mover un dedo por aquello de sostener su relato frente a la realidad y atrincherarse en el poder teniendo en cuenta, además, que sus socios políticos en su mayoría (y parte de la oposición) están con Putin.
¿Pero qué autoridad tenía tan integrista personaje para hablar de pérdida de valores a los europeos? Él es el vicepresidente del primer presidente convicto de USA, de un presidente que alentó el asalto al Congreso, que no aceptó el resultado electoral en las presidenciales, y que se ha atrevido (como recuerda Antonio Elorza) a prometer a sus electores en Florida que no tendrán que volver a votar. La propaganda que hiciera a favor de la ultraderecha en una Alemania en campaña electoral supone un gesto incompatible con el respeto a las relaciones internacionales, máxime cuando hasta ayer eran íntimos aliados. Por lo demás, inconcebible, hasta ayer también, el reparto que su administración y la rusa han diseñado para Ucrania, una nueva versión del lebensraum nazi: para uno el territorio invadido, para otro las tierras raras. No es, precisamente, autoridad como demócrata lo que adorna a Vance para venir a criticar a la achacosa y democrática Europa.
De todas formas, y a pesar de todo, se agradece el aldabonazo dado ante una audiencia de políticos europeos, y su ciudadanía. Primero, porque dice a las claras con quién nos estamos encontrando y, segundo, por recordarnos que no hay influencia política sin poder militar que la acompañe, y que la sensibilidad woke a la que somos dados (que, por cierto, se importó de USA) además de encubrir los retos más serios con ensoñaciones y buenismos puede ser tan autoritaria como los populismos más reaccionarios. De agradecer, también, que diga a las claras cual va ser la dinámica futura: “hay un nuevo sheriff”. Lo que se suma a nuestra desgracia, porque además aquí padecemos al “puto amo”, aunque en el panorama internacional ya esté desenmascarado y no sea amo de nada.
Tiempo de confusión el inaugurado por Trump. Recuerda a acontecimientos del pasado de trágicas consecuencias. Conferencia de Múnich o el pacto Molotov-Ribbentrop, antesala de la segunds guerra mundial, el conflicto más cruel que haya conocido Europa y de cuya dolorosa experiencia surgiera el orden internacional que los europeos hemos disfrutado. Ahora el gendarme occidental rompe con dicho orden mutando en agresivo expansionista. Hay que esperar que la democracia americana acabe encauzando la política en un ámbito humanamente civilizado, pues la actual situación es de inmenso riesgo. Si Europa está paralizada, USA ha optado con su líder convertir en héroe al nostálgico de aquella URRS de las fosas de Katin.
Que no se repita aquel genocidio sobre suelo ucraniano. Al menos en aquella ocupación, la de Polonia, la Europa democrática se alzó en armas. En nuestro caso, “Rusia es culpable” (¿te suena Santi?), se mandó a la División Azul hasta que Alemania empezó a perder la guerra y a cortejar a los americanos, y es que el gran autor e inspirador de cualquier manual de resistencia (por si no lo sabe Pedro) fue el mismísimo Franco. Apretad los dientes y sufrid la indignidad, el relato maravilloso se acaba de romper.