La comisión gestora creada tras el bochornoso Comité Federal del PSOE del sábado tiene la obligación de actuar con neutralidad en su actividad orgánica. Esto significa que no puede tomar decisiones políticas de calado. Una premisa que, en principio, está garantizada por la sobriedad y el perfil de consenso del nuevo presidente de la gestora, el asturiano Javier Fernández. Pero la dirección interina de los socialistas tiene dos retos principales. Primero, conducir al PSOE a un Congreso Extraordinario, para elegir al nuevo líder y fijar la estrategia política de cara al futuro. Y, segundo, adoptar una decisión sobre la formación de Gobierno. El Comité Federal del PSOE decidió por unanimidad rechazar la abstención en una eventual investidura de Rajoy. Las dos opciones que entonces tenían los socialistas eran intentar un gobierno alternativo con Podemos y Ciudadanos –un empeño estéril de Sánchez–; o bien forzar las terceras elecciones. Ésta última posibilidad, además de una grave irresponsabilidad institucional, sería ahora mismo la más perjudicial para el PSOE, lastrado por la fractura interna y la lamentable imagen de división ofrecida en los últimos días.
El PSOE tiene previsto celebrar un Comité Federal en 15 días para decidir sobre si finalmente los socialistas van a dejar gobernar a Mariano Rajoy. El evidente rechazo de la militancia a modificar el no por la abstención hará muy difícil un cambio de posición. Además, la mayoría de los barones siguen siendo partidarios del no, incluidos los afines a Sánchez y algunos del sector de Susana Díaz, como Ximo Puig o García-Page. Sin embargo, la fecha límite para la investidura es el 31 de octubre. En consecuencia, el calendario obliga al PSOE a fijar una postura en un plazo máximo de dos semanas, lo que permitiría un margen de tiempo suficiente para negociar con el PP.
Sería incomprensible que el relevo traumático de secretario general no comportara un cambio en la posición del PSOE sobre la investidura. Desde estas páginas hemos pedido en reiteradas ocasiones que los dirigentes socialistas reflexionen sobre la necesidad que tiene España de acabar con el bloqueo. Creemos que lo mejor sería que el PSOE permitiera la gobernabilidad y facilitara la investidura del líder del PP. Los compromisos económicos, la necesidad de reformas, el desafío soberanista en Cataluña y el coste que tendría para la imagen exterior de España deben ser motivos suficientes para evitar las terceras elecciones. También, tal como EL MUNDO viene defendiendo desde diciembre, para tejer un acuerdo de amplia base entre PP, PSOE y Ciudadanos que permita la aprobación de los Presupuestos de 2017. La envergadura de los retos pendientes exige acuerdos que garanticen un sólido respaldo parlamentario al próximo Ejecutivo. Es lógico, por tanto, que Rajoy exija garantías para la gobernabilidad al PSOE, en aras de evitar la inestabilidad.
La abstención del PSOE sería positiva no sólo para el conjunto del país, sino también para su propia organización. Especialmente, porque le permitiría ganar tiempo para encarar una renovación inaplazable. El PSOE necesita refundarse. Y esta tarea es imposible sin un discurso creíble en torno a los valores moderados y socialdemócratas que siempre caracterizaron a la izquierda reformista.
Lo deseable es que los socialistas aprovechen el periodo de la gestora para restañar las hondas heridas que ha dejado la batalla entre Sánchez y los barones, paso previo inexcusable para que el PSOE vuelva a ser una alternativa de gobierno. Una tarea ingente como para mantener su contumacia en el no a Rajoy.