Estamos en el primer tiempo de la ‘hoja de ruta’ de Ibarretxe: «un pacto político entre Euskadi y España», de rechazo a la violencia y de respeto a la voluntad de los vascos. Si hubiera acuerdo con Zapatero, la consulta sería «ratificadora»; si no, «habilitadora». Ahí está el nudo gordiano. Sólo quienes en el PNV no comparten planteamientos tan ideologizados pueden desbloquear la situación.
Con la reunión de Rajoy y sus cuadros del PP, desvelando el nombre de sus representantes parlamentarios, comienza una semana decisiva para la nueva legislatura. Zapatero sacando brillo a la alineación de su «núcleo duro» del Gobierno, mientras Bono resultará elegido presidente del Congreso, con la ayuda de los nacionalistas que no piensan hacer de la candidatura de quien fue «la pesadilla centralista» en otros tiempos, su principal caballo de batalla.
Después de la carrera electoral se ha producido cierta bajada de tensión en los partidos políticos. Del silencio del presidente del principal partido de la oposición se ha especulado sin descanso. Pero más llamativo ha sido el clamoroso silencio en el que se ha sumido el ministro de Justicia, Mariano Bermejo, que a pesar de la responsabilidad que conlleva su cargo en funciones, ni la huelga de funcionarios ni la alarma que ha creado la falta de profesionalidad de la Justicia en el caso del crimen de la niña Mari Luz en Huelva, le han sacado de su letargo postlelectoral. Ni siquiera para comparecer junto a la vicepresidenta De la Vega para reconocer los errores propios. Ya se sabe que es más grato hacer política culpando al principal partido de la oposición de todos los fallos, pero este ministro, que debería quedar invalidado para revalidar su cargo, no ha estado a la altura de su responsabilidad.
Por fin los populares tendrán noticia de sus destinos hoy mismo y los socialistas ven que, a medida que pasa el tiempo, se va acotando el margen de nombramiento. Al ex ministro de Interior Alonso le queda holgado el papel de portavoz, su discreción es un valor en alza, y como no tiene carné en el partido, su condición, además de su amistad personal con el presidente, ha jugado a su favor. No tiene experien- cia en estas lides pero seguro que su ‘segundo’, Ramón Jáuregui, le aportará su experiencia de diálogo a la hora de tener que negociar con interlocutores tan exigentes como el PNV, con los que gobernó en Euskadi durante años.
Rubalcaba se ha dejado querer en los últimos días aludiendo cierto cansancio personal, pero todo el que le conoce apuesta por su continuidad en el Gobierno si Zapatero le acomoda en un cargo brillante. A los socialistas vascos les gustaría que siguiera al mando del Ministerio del Interior, ya que nos espera un ciclo largo de terrorismo, a la vez que confiesan que no creen que haya que presionarle para que se quede porque, «Alfredo, sobre todo, es un animal político».
Si la unidad en la lucha contra el terrorismo de ETA es, para Zapatero, una prioridad, le espera un gran trabajo de campo. No sólo para atraer al PNV, todavía bloqueado buscando la salida a la ‘hoja de ruta’ de Ibarretxe después de su bajón electoral, sino para recuperar al PP, al que mantuvo aislado durante toda la pasada legislatura. Zapatero se ha quedado a siete escaños de la mayo- ría absoluta; por lo tanto, la necesidad de pactar alianzas estables de legislatura es relativa.
Otra cosa es que quiera amarrar a los nacionalistas para no tenerlos enfrente, pero la negociación no se presenta fácil. Como CiU está en la oposición al gobierno de la Generalitat, y bastante tiene con el frente que se le ha abierto desde las filas de Montilla, que, a la hora de abordar el problema de la sequía, se desprende de sus principios ideológicos (ofrece ahora el trasvase del Segre como solución coyuntural diciendo que «el país es uno y los recursos del país son propiedad de todos»), Zapatero mira hacia el PNV. Es su turno. Urkullu deberá decidir si plantea una política más pragmática que la de Ibarretxe o simplemente juega al doble lenguaje. El PNV dice que «nuestra apuesta, ahora, es el acuerdo». Suena bien, pero que nadie se equivoque; no se desprende, de estas palabras, un cambio de mensaje. Sencillamente porque el mismo lehendakari, en la presentación de su ‘hoja de ruta’ ante el Parlamento vasco, el 28 de setiembre de 2007, habló de convocarnos a las urnas para una «consulta ratificadora» o «consulta habilitadora». Como segundo paso. El primero consiste en plantear al presidente del Gobierno español «un Pacto político entre Euskadi y España». Un pacto de rechazo a la violencia y de respeto a la voluntad de la sociedad vasca.
Estamos ahora en ese primer tiempo de la ‘hoja de ruta’ de Ibarretxe. Si hubiera acuerdo entre Zapatero e Ibarretxe, la consulta sería «ratificadora»; en caso contrario, «habilitadora». Ahí está el nudo gordiano. Sólo los del PNV que no están de acuerdo con los planteamientos tan ideologizados del lehendakari (esos que hartan tanto a la gente, según el alcalde Azkuna) tienen la llave para desbloquear la situación.
En el PNV se alude constantemente a las conversaciones de Loyola en las que se apostó por un reconocimiento del País Vasco como sujeto político. Pero los socialistas vascos dicen que las circunstancias que rodearon aquellas conversaciones ya no tienen nada que ver con el presente. Nos espera una legislatura la mar de intensa.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 31/3/2008